Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

domingo, 29 de noviembre de 2009

Mentiras y halagos

El avión cada vez se tambaleaba con más fuerza que la anterior. Quise hacer algo, pero, ¿el qué?
Me asustaba el hecho de perder todo lo que poseía, y no me refiero a lo que llevaba en la maleta. Simplemente perder la oportunidad de vivir lo que me quedaba y de olvidar lo que había vivido.
Tal vez fuese ese la razón de miedo. El hecho de morirme me era irrelevante.
El copiloto cada vez hablaba más. Seguramente para tranquilizar a los pasajeros.
Las azafatas no paraban de mandar a los pasajeros abrocharse los cinturones y agarrarse a la barra de seguridad.
Aunque pareciese algo continuo, estas advertencias sólo duraron 2 minutos. Porque, acto seguido, la tormenta cesó, y todos volvimos a nuestro estado normal.
-Vaya, ¡qué susto! - si no lo decía, explotaría.
-Sí, la verdad es que sí... - dijo él mirando hacia otro lado - Isobel, cuando estábamos en plenas turbulencias, pasó algo. Supongo que te acordarás.
-Cómo no - dije irónica.
-Pues en ese caso, debes olvidarlo todo. No lo he hecho para herir tus sentimientos, sólo que pensaba que iba a suceder algo y ya sabes...
-Sí...
¿Cómo se podía ser tan rastrero? Juraría que no fue sólo el beso. Él iba a decirme algo.
El miedo, seguramente, fuera el causante. Pero, aún así, estas cosas no se pueden hacer. Son de gente cobarde. Para pagar un taxi y parecer caballeroso, ¡claro! Pero para conquistar a una chica y al día siguiente salir con otra... Para estar con un chico mentiroso, casi que prefiero al amargo taxista en sus días de juventud. ¿Qué era lo siguiente? ¿Convertirme en su querida?
En lo que quedó de viaje, nadie dijo nada. Y eso que fueron nada más y nada menos 6 horas de vuelo.
Al llegar allí, me sentí muy aliviada por poder salir de aquel infierno. Era muy temprano, y hacía un frío tremendo.
-¿Quieres mi chaqueta? - me ofreció.
-No, gracias - si me la hubiese ofrecido antes del vuelo, igual la hubiese aceptado. Pero ahora no pensaba hacerlo.
Andamos por el pasillo metálico y llegamos al aeropuerto de Bonn. Allí recogimos las maletas y mostramos la documentación. También, se podría decir, que tomamos un aperitivo-desayuno. Yo traté de pedir tortitas, pero el camarero no me entendió. Y eso que hablé en inglés. Como no me quedaba otro remedio y parecía que el camarero se estaba angustiando, le pedí que me trajera un huevo frito con beicon. La verdad es que tenía demasiada hambre, y no pensaba cortarme. Menos delante de tal..tal.. persona con tan poco recato.
-Tienes hambre, ¿no? - como si se estuviera dirigiendo a un animal.
-Yo sí, ¿por qué? - dije, con un tono despectivo que ofendió hasta a la gente que estaba sentada unas mesas más allá de la nuestra.
-No, por nada - sorprendido, ¡qué raro! - No pretendía ofenderte.
Decidí no hablar. No podía añadir comentario con respecto al suyo.
Él no había pedido nada. Sincerándonos, no quería saber el por qué.
El silencio se mantuvo durante todo mi aperitivo-desayuno. Cuando terminé, él insistió en pagar la cuenta, pero al final mantuve un comportamiento inexpugnable y lo hice yo.
Andamos con las maletas hacia la salida del aeropuerto y cogimos un taxi.
-¿A dónde vamos? - le dije ya con un tono más sosegado.
-Verás, cuando llamé a mi padre ayer - parece mentira que lo del taxi hubiese sido ayer - , me dijo que debía ocuparse de unos asuntos y que nos acercásemos por allí mañana. Ya pedí los billetes de tren por ordenador para mañana por la mañana.
-¿Y dónde nos vamos a hospedar hoy?
-He llamado a un hotel del centro de la ciudad y les he pedido una habitación para hoy. Si te resulta incómoda su calidad, me temo decirte que has de aguantar.
-¿Es una pensión? - dije algo sorprendida, puesto que había cogido un avión tan caro y ahora un hotel tan pobre. ¿Acaso fue por la pelea?
-Todo lo contrario - dijo sonriente.
-¿No me digas que has pedido habitación en uno de cinco estrellas? - estaba algo furiosa, pero a la vez emocionada. Nunca había estado en uno de cinco.
-¿Hay algo de malo en ello?
-Pues sí - se podría decir que era una mentira sobre otra. Le mentí en que a mi me hacia ilusión, pero también me mentí a mi misma porque estaba a la vez furiosa. Era todo muy lioso.
-Ya está hecho.
-Y rehecho.
No volvimos a hablar más.
El taxi nos dejó en el centro de Bonn. Nunca me lo habría imaginado así.
Había una fuente en medio de una rotonda que soltaba chorros de agua casi cristalina. A cada lado de la rotonda, había majestuosas calles decoradas al estilo completamente actual. Una calle dirigía a un parque que, desde lo que yo podía ver, estaba adornada con bonitos árboles que, debían de ser de una especie poco común, porque no los reconocía ni los había visto antes. Pero eran de un precioso matiz rosa claro, con el tallo de un vivaz y rompedor marrón. La hierba verde, en su mayoría. Y varios bancos a los lados del camino.
Las otras calles sólo contenían tiendas. De ropa, complementos, decoración, comida rápida, etc. Una me llamó la atención porque tenía un gran centro comercial a su lado derecho.
-Colapsante, ¿no crees?
-Sí, la verdad - le sonreí como mejor pude después de la escena en el avión.
-Tienes una sonrisa preciosa, Isobel - dijo tragando saliva, como si sintiese vergüenza.
-Gracias - le dije para subirle los ánimos.
La muchedumbre hablaba en alemán, la mayoría. Pero se oían algunas palabras en inglés e incluso una persona entre mil hablaba español o francés.
Caminamos a lo mejor un kilómetro. Paseamos por aquellas calles tan modernas y, he de decir, que los alemanes en la ropa tienen estilo.
Cuando por fin recorrimos el kilómetro, nos paramos enfrente de un hotel que, más que de cinco estrellas, parecía una mansión. Se llamaba Friedlich Villa.
-Precioso - susurré.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Si juntas tus labios con los míos...

-Si no es una pregunta prosaica, ¿qué haces? - me dijo él con expresión feliz.
"Raro, ¿no crees?" de lo despistada que estaba en ese momento, mi alma quería responder a esa pregunta. Pero, como toda persona con la mínima inteligencia requerida para defenderse lengüísticamente, sabrá que hablar consigo mismo es ya casi un acto de locura.
-Escribo - le estaba siguiendo el juego.
-Ya, me era una opción bastante simple antes de preguntártelo - ¿incomodidad? Sí, eso era ahora - Aunque, me interesaría saber el qué.
-Palabras - era feliz, no iba a romper mi cadena.
-Si no quieres contármelo, lo adhiero a tu comportamiento y cierro el caso - levantó la ceja.
De repente, una azafata irrumpió la, no tan insulsa charla, para ofrecernos algún producto.
-¿Queréis algo de beber o de comer? - la azafata era joven, redondeé 22 años, y como toda chica joven algo "cándida", se insinuó a mi compañero.
Tenía que reconocer que Alex era un chico guapo. Pelo castaño, ojos verdes, estatura por encima de la estándar y con piel más bien clara. Igual, con esta descripción, la azafata se encajó simultáneamente como pareja de hecho con mi acompañante; con los convencionales deseos de una mujer de su edad.
Incluso llegó a haber deseo de flirteo en ella, lo noté.
-¿Y usted señor, que desea? - dijo la azafata, con descaradas intenciones.
-Nada, gracias - la miró de reojo pero luego fijó la vista en mí.
La azafata, con recelosa expresión, agarró su carrito y continuó andando para ofrecer a otros pasajeros el contenido del mismo, ya algo enfadada.
-Mejor olvidemos esta escena, Isobel - suspiró - Por cierto, no pienses que he olvidado la conversación que manteníamos hasta hace un momento.
-No lo ponía en duda - cogí mi libreta, disimuladamente, para alejarla de su vista.
-Verás Isobel, deberías contarme esto, somos amigos, ¿no?
"Amigos"
No pude evitar soltar una ráfaga de aire extensa.
-¿Sucede algo? - su expresión preocupada me impedía mirarle a la cara, tal vez yo era cobarde o él una causa de incomodidad. Fuera como fuera, me era imposible decir sílaba alguna.
Un murmullo cerró la conversación. Miré mi reloj. Nada más y nada menos que 7 horas quedaban. Casi no había nadie en el avión, y la noche mágica bloqueaba ahora todos mis sentidos. La luna relucía en el cristal. Era preciosa. La verdad es que era una situación que nunca me hubiese imaginado y que ahora estaba echando a perder.
-¿No vas a decir nada? - casi fue sorpresa mi semblante.
-¿Debería? - y el suyo.
-Sí. No me aguanto con mi alma - me recosté en el asiento y, brava, si se podría decir así, le miré fijamente con la cara despejada.
Hize una pausa larga para darle la oportunidad de decir algo. Tuve que tomar yo las riendas.
-Todavía se me hace difícil monetizar la situación.
-En esto estoy de acuerdo contigo, nunca la he vivido. Y no creía que en este año me fuera a suceder.
-A mí menos. Es increíble pensar cómo ha cambiado mi vida en tan sólo cinco días - miré al techo hasta casi sonreir - Yo, que había tenido una vida tan alejada de percances, y que creía que seguiría así, ahora me pasa esto.
-¿Debo tomar tus palabras como si esto fuera una situación desagradable o algo fuera de lo común?
-Emocionante, así que sí, la segunda.
-Claro está que te sientes intimidada tal vez. Yo soy un desconocido, Isobel. Nunca voy a dejar de serlo - repentino pesimismo que me produció un escalofrío en la nuca.
-No entiendo a qué viene eso.
-Está superpuesto. Nunca habrás vivido algo como esto y...
-Siento interrumpirte, por tener prejuicios - le dije algo ofendida - ,pero yo sí que he tenido mis romances.
-Y puedo asegurar, sin meterme en tu vida privada, ¿que sin muy buenos resultados?
-Puedes, porque sino no estaría aquí, contigo. Estaría con otra persona - calmada me sentía, ¿acaso debería de haber otra reacción en mí?
-Puede ser - dijo, casi aclamando mi respuesta.
-Debes saber que yo no doy la razón para esperar tales respuestas como las tuyas son - eso era exactamente, por una vez, lo que quería decir, palabra por palabra.
-¿Te ofendes con mis opiniones?
-Como con todo el mundo, pero sí, hay casos.
-No te entiendo, Izzie - por segunda vez me llamó Izzie. Quizá es que me cogió confianza. Mas, ¿qué otra cosa se puede esperar? Éramos "amigos", ¿no? - La primera vez que me encontré contigo, bueno, más bien llamé al cristal de tu coche, fuiste brusca conmigo. Luego te vuelvo a encontrar, con el mismo estropeado. Coges mi tarjeta y agradeces mi ayuda, eso sí, aún rechazas la posibilidad de ser modelo. El mismo día, me llamas nerviosa solicitando el trabajo. Al día siguiente, vamos a la academia y te mantienes callada mientras yo te, "defiendo", de John. Cuando te explico lo de la tesis, algo te incomoda, quizá la introspección por mi parte. Cuando te entrego la tesis y la lees, te enfadas por haberte simplemente dicho que me parece que tienes el síndrome y también por proponerte ser la persona que me ayude a completarla. Cuando te presentas al día siguiente, me sorprendes con tu pregunta sobre un rumor incierto que has oído, luego me preguntas cómo comenzar tu carrera y yo te sirvo de mentor, aunque parece ser que no te es de lo más gratificante. Cuando te intento enseñar y te vuelvo a decir que tienes el síndrome, me clavas una estacada llenando tu comportamiento de ira y furia. Yo te propongo ir a Berlín y un día después te presentas con las maletas en mi despacho. Fuimos al aeropuerto y ahora estamos subidos en este avión. Tu has escrito una historia y yo intento sonsacártela. Nuestra relación se podría resumir en eso. ¿Realmente crees que yo puedo ser parte de tu vida con tan sólo cinco días de broncas y también quizá algún momento de felicidad?
-Yo creo en lo imposible, Alex.
Me tomó de las manos.
-Yo creo en ti, yo... - cada vez se acercaba más a mí - te...
Antes de que puediera juntar sus labios contra los míos, los dos notamos una turbulencia. Estaba lloviendo a mares. El copiloto anució la presencia de éstas, convirtiéndolas en uno de mis mayores miedos durante ese momento.
-Agárrete a mí fuerte, no va a pasar nada.
Así hize. Seguramente fuese algo extraño, pero aunque me muriese en ese mismo momento, moriría feliz. Moriría a su lado.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Su dócil corazón

-¿Acaso ahora me consideras burda y hostil?
-¿Te he mencionado ya que tu don por la poesía, inocente Calíope, hace de ti alguien especial?
-No lo había oído antes, noble caballero – me invadía la risa, las ironías no eran lo mío.
-De ser así, he de recompensarte – se levantó de la silla – acércate, noble protectora de las artes, y conocerás el sofisma que es la explicación del mundo sobre seres mitológicos. Para ello, te llevaré a un sitio real. ¿Deseas aceptar este viaje?
-Con gran placer.
-Pues partamos – cogió su maleta con una mano como el que coge una hoja de papel; con la otra cogió la mía.
Yo le seguí y abrí todas las puertas que se pusieron por delante. Toda la gente de aquel lugar nos miraba con expresión obscena, si se me permite la palabra. Parecían, ademas, disgustados ¿Qué esperaban? ¿Algún por que que explique la situacion? De todos modos, yo estaba concentrada en otras cosas.
-Oye, Alex, ¿has reservado los billetes de avión? - le dije mientras salíamos por la puerta principal – Porque si no, esto va a ser un problema.
-Tranquilízate, esta todo listo para ir a Berlín – caminaba algo nervioso por la acera para coger un taxi, que raro en él... - Solo que... el vuelo comienza a las ocho de la tarde y llegaremos allí a las cuatro de la mañana aproximadamente. Y luego entre coger un tren para ir a Berlín...
-¿Acaso el avión no aterriza en Berlín? - le dije con tono algo demente.
-No, en Bonn – estaba algo mas manso.
En ese momento, un cohe amarillo chillón se nos acercó y se paró con sutileza al ras de la acera.
-¿Queréis subir? -dijo el, por lo menos, agradable de vista taxista; con, por cierto, acento polaco.
-Sí, por favor, al aeropuerto – su voz era agradable, o más bien, educada.
-¿A qué terminal? - estaba mordiendo un palillo, y, también por el acento, me costo entenderle.
-A la quinta, zona sur.
Y es que hay que reconocer que el aeropuerto de Broken Hills era enorme. Solo había estado allí dos veces, pero mis vagos recuerdos me revelaron que tenía acogedoras tiendas de regalos decoradas, por aquella época en la que fui, con adornos navideños. También recordaba el dulce aroma a chocolate recién hecho y los cientos de pares de escaleras mecánicas. A diferencia de los demás aeropuertos (aunque no había visto nada más que dos más aparte de este), el Lowrin Socks era un aeropuerto en su mayoría, de color granate cálido; los sitios no estaban hechos a base de plástico, eran acolchados aunque algo duros, como los de las cafeterías modernas, y además, había una sala de descanso en lo alto del edificio, para poder descansar del viaje que acabas de hacer o poder prepararte para el que hagas. Era estupendo, me encantaba ese aeropuerto.
-¡Vamos, subid! - dijo rudo el taxista.
Alex colocó las maletas en el maletero y subimos.
-¿Qué tal te encuentras, Isobel? - susurró, supongo que para no molestar al taxista.
-Fantásticamente – le mentí.
Nerviosa, era lo que estaba en esos momentos.
-Me alegro – sonrió y a su vez saco del bolsillo el móvil – Voy a llamar a mi padre, aguarda un momento – se giró y no volvimos a hablar en el resto del trayecto hasta el aeropuerto.
-Bueno, chicos, ya está – dijo finalmente el taxista – Son quince dólares – sonrió.
“Impresentable” pensé yo.
Alex colgó y sacó el dinero.
-Deja, ya lo pago yo – no me gustaba que me pagasen las miserias, y menos las de un taxi.
-Por favor, déjame comportarme como alguien con uso de razón, no puedo dejarle pagar a una señorita – había ofendido sus principios.
“Pero él está ofendiendo los tuyos, Isobel, ¡reacciona!”
-Una señorita no puede dejar así una imagen de ella, además, ya estamos en el siglo veintiuno. No te sucederá nada, ya verás.
-Esto es inaudito, ¿por qué puedes llegar a ser tan terca, I...?
-Está muy bien que defendáis vuestros derechos, ¡pero pagad de una puñetera vez! - el taxista le dió un golpe al volante haciendo que sonase el claxon.
-Por favor, señor, compórtese, que hay señoritas delante – dijo él ofendido – . Aquí tiene su dinero – se levantó y abrió la puerta del coche – Vámonos, Isobel – me dijo en voz baja.
Cogió las maletas con algo de fuerza bruta y yo, sin decir nada, le seguí.
El aeropuerto estaba exactamente igual como la otra vez, como lo recordaba yo. El me guió a través de todo aquello, ya que, aunque me acordase de ciertas diapositivas, no me sabía guiar.
-Bueno, debemos de mostrar el billete y luego pasar por el control, ¿o prefieres dar antes una vuelta por los alrededores?
-No es necesario, pero aún así, gracias – elevé mis comisuras tímidamente.
-Bien, pues vayamos.
Andamos recto hasta encontrar la zona que buscábamos. Entregamos las maletas y enseñamos los billetes. Luego fuimos a la zona del control, pero para esto tuvimos que subir dos pisos.
-Impresionante esto, ¿no crees?
-Sí, venga, apuremos – se vio que mi comentario no era el más oportuno para aquella situación, él estaba algo estresado.
Cuando llegamos a aquella zona y pasamos, cogimos los asientos más cercanos a nuestro vuelo y los más cómodos del lugar, al parecer.
“¡No puede ser! ¿Aún quedan dos horas? Me voy a dormir...” pensé.
-Bueno, creo que voy a tomar algo para pasar el rato. ¿Vienes?
-Enseguida -estaba distraído mirando los aviones que despegaban.
-Lo tomaré como un sí.
Este comentario fue lo último que dije en una hora. Fui a la cafetería, y le esperé, pero no vino.
Pagué la cuenta y fui al baño para arreglarme un poco. Después, por angustia pura, corrí hacia la sala en la que le dejé.
Como si fuera una sorpresa para mí, no estaba.
“Dios, ¿por qué me ha tenido que tocar este chico, por qué?”
Repentinamente interrumpió mis pensamientos mientras aparecía de la zona de las tiendas. No llevaba aparentemente nada, habría ido a echar un vistazo.
-Te estuve esparando casi...
-Lo sé, lo siento.
De repente una voz femenina bastante alta y clara anunció:
“Los pasajeros del vuelo A-8 con destino a Bonn, Alemania, por favor, que pasen por la zona de embarque. Repito: Los pasajeros del vuelo A-8 con destino a Bonn, Alemania, por favor, que pasen por la zona de embarque”.
-Ese es nuestro vuelo, ¡vamos! - me trataba como si tuviese diez años. Tan enérgico y a la vez con tanta sorna...
Lo que faltaba para cundir el pastel, me agarró de la mano y tiró de ella para que andara con más rapidez. Cuando llegamos, entregó los billetes y pasamos sin complicaciones, eso sí, tuvimos que enseñar la documentación.
Cuando recorrimos el pasillo metálico que une el aeropuerto con el avión, me sorpredió algo la categoría del mismo. Por lo menos era de clase medio/alta.
-¿Por qué has cogido este tipo de avión? -le dije enfadada mientras tomábamos sitio.
-No soy pobre, Isobel, yo normalmente voy en esta categoría y pensé que te complacería lo sufuciente. Pero, con lo exigente que eres, ¡vete tú a saber!
-No lo entiendes, a mi me gusta ir en la clase normal, y no en ésta.
-Ya no se puede hacer nada – vaciló – Ahora siéntate y calla. Que vamos a despegar en unos minutos.
Me incomodó su exigencia, pero me aguanté. Una azafata anunció que nos abrochásemos el
cinturón, que despegaríamos en poco rato.
Se me hizo eterno, pero al fin el avión comenzó a moverse.
Todavía no estaba del todo acostumbrada a este desenfreno de velocidad, pero no me asusté lo más mínimo. Incluso pasé un buen rato.


Llevábamos quince minutos de vuelo, y ninguno de los dos había abierto la boca.
Hasta ese momento.
-Quería esperar un poco, pero se me hace imposible – sacó su bolsa y de ella una cajita envuelta con papel de regalo.
-¿Para mí? - me señalé inconscientemente y algo confundida.
-Ábrelo, por favor. Y no pongas excusas extrañas – se rió por lo bajo.
Me lo tendió y yo lo cogí sin intentar dar la impresión de ser avariciosa.
No era de las que les gusta guardan el papel y el lazo, así que lo abrí deprisa y sincronizadamente, eso sí, con toda la fuerza máxima para romper un papel.
Después de hacer esto, descubrí una cajita verde apagado bastante simple. Abrí la tapa.
-No puede ser – tenía los ojos como platos, y no exagero.
-¿No te gusta? Supongo que lo podré cambiar cuando regresemos – dijo resignado.
-Es precioso, muchas gracias – le sonreí. No todo el mundo te regala una pulsera de oro cada día.
Yo me quedé observando la pulsera y Alex mirando el paisaje gracias a la ventana del vecino.
Apagué mi móvil, no tenía ninguna llamada perdida de mi madre. Después escribí una historia en una libreta pequeña que nos habían regalado al entrar al avión.

Encendió la vela que se había consumido en tan sólo media hora. La había comprado en una pequeña tienda de la ciudad. Le había estado esperando durante dos horas, hasta que por fin comenzó la paradoja de un nuevo año. El insólito recuerdo que la inundaba cada vez la dejaba sin menos fuerzas y desvalida. No podía dar ni un paso. Cada vez que intentaba apagar la televisión, la copa de vino se derramaba. Su precioso vestido de seda azul ahora era rojo. Ni los ánimos que aún conservaba por que la visitase esta noche la ayudaban a resistir. Su pena era irreversible.
Somlienta estaba, la pobre muchacha, aún así le esperó durante toda la noche, y, si hubiese podido, durante toda la vida. Lástima que la de él se destrozó por no haber ido esa noche.
-Y que los sentimientos le corroan – dijo ella enfrente de su tumba.

martes, 24 de noviembre de 2009

Mamá, te echaré de menos

-Me voy - levanté algo el vestido para poder andar.
-¿Ni siquiera vas a decir "me lo pensaré"? - dijo sorprendido.
-¿Acaso debería? - "replicó nuestra ilusa Izzie".
-¡Isobel, Isobel! - dijo, con tan amarga tristeza que me sacudió todos los nervios del cuerpo - ¿acaso mis intentos de hacerte la vida más cómoda han resultado en vano? ¿Ni siquiera una amistad superaría esta fuerte barrera?
-¡Cómo puedes ser tan canalla! Me consta que lo único que has hecho en estos últimos días es descarrilar mi vida para que acabe en la tuya. ¿Acaso no es así?
-No te creía tan hipócrita, Isobel. Tal vez la rabia te corroe, pero no debes tomarla conmigo - triste, parecía ahora.
Sus palabras me dolieron, mas ¿qué podía decir o hacer? Probablemente hubiera debido hacer o decir alguna cosa, pero me sentía angustiada a causa de los remordimientos por haber herido sus sentimientos, que no pude evitar el querer embalsamarle las heridas.
-No debes creer eso - me senté a su lado con expresión algo inusual en mí, la de alguien arrepentido - Soy la mujer que seguramente mas te haya ayudado en estos amargos días. Sólo que tu propuesta me ha chocado, eso es todo.
-Piénsalo, al menos, y dejaré que mis ojos vuelvan a brillar como antes y que tu corazón vuelva a latir.
-Mañana vuelvo, Alex - me levanté ya dirijiéndome a la puerta - No hagas nada estúpido si no te complace mi respuesta.
Cuando llegué a casa, hize los deberes y acto seguido cené y me eché en mi cama.
Aunque fuera algo que no me iba a ayudar mucho, escribí una lista con los pros y los contras:
Pros
  • Me apetece mucho ir
  • Vería algo de mundo
  • Tendría conocimientos básicos sobre los gestos
  • Sabría si tengo el "síndrome"
  • Sería emocionante
  • Le tendría a mi lado

Contras

  • ¿Cómo se lo digo a mi madre y qué hago si no me lo permite?
  • Dejaría de lado a todos mis amigos en Broken Hills
  • Está muy lejos
  • ¿Realmente pinto algo allí?

Las comparé. Había más pros que contras. ¿Pero esto de que me servía? Todo ya lo tenía en mi mente.

Sonó el despertador. Me había quedado dormida. ¡Genial! Por lo menos era viernes. Me vestí, duché y desayuné lo que más me gustaba en este mundo. Tortitas. Partí al instituto.

Todos en la clase estaban como siempre, alborotando y volando por encima de las mesas. Yo cogí el sitio de siempre, con mis amigas. Hablé algo con Erin sobre cómo iba su embarazo. Dijo querelativamente bien. Era una alegría que no le hubiese pasado nada, porque, conociéndola, ya podría haber sucedido. Luego decidí hablar con Sookie para cancelar el plan del sábado. En ese justo momento, comenzó la mañana más angustiosa y aburrida de casi toda mi vida.

Cuando salí, mis amigas me intentaban sonsacar el por qué de mi rechazo hacia los planes establecidos. Les dije con réplica que no sucedía nada, que sólo necesitaba un respiro.

Al llegar a mi casa, subí corriendo a mi habitación y comenzé a mirar loq ue podía empaquetar y lo que no. Una vez hecho esto, bajé a la cocina, y con un simple bolígrafo y papel, escribí:

Querida madre:

Hola, me he ido. No te preocupes, llevo móvil y todo lo necesario para sobrevivir. Te preguntaras porque y estarás pensando que has hecho para merecer esto. Te he mentido durante esta última semana, lo reconozco. Mamá, tengo un trabajo, soy modelo. Todo ha sido muy repentino. Resulta que tengo un síndrome, tranquila, no es ninguna enfermedad terminal, se llama "síndrome non-verbal" y es el síndrome de la perfección. El padre de mi jefe, que tiene aproximadamente mi edad, escribió una tesis sobre este síndroma ya que su esposa también lo padecía. Me voy con él a Alemania, para que su padre complete su tesis y me ayude a conllevar mejor lo que sufro. Lo único que te pido es que no te preocupes. Soy mayor de edad y sé lo que hago. No tardaré demasiado, a lo máximo un mes. Si quieres algo, llámame. Pero no llames por tonterías, por favor.

Te quiere tu hija

Después de terminar la doblé y puse en la carátula : Jenny Hanstrick.

Cerré la casa con llave y, en autobús, fui hasta el centro. Desde allí, caminé hasta la academia.

Entré, pues ya lo tenía bastante controlado, y atravesé los exóticos parajes que habían sido la causa de lo que me estaba ocurriendo. Le encontré sentado en su despacho.

-No me digas que... - tenía una maleta a su lado.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Cada vez que respiramos, morimos un poco

-Guau, estás preciosa.
"Pues no será por el vestido..." pensé.
Y era verdad, ni en eso se fijó. La verdad es no esperaba nada insólito. Pero nunca sobrababa analizar su reacción para comprobar con quién estaba hablando en realidad.
-Mmm..
"¿Gracias?"
-¿Vamos?
"Bien, Izzie, bien".
-Vale - ¿un gesto caballeroso? Sí, me hubiera gustado. Pero lo único que saqué fue una sonrisa.
Caminamos poco, para ser un sitio tan grande. Entramos por un pasillo y abrió la puerta de una habitación que por dentro no parecía tan pequeña. Cien metros cuadrados nada menos. Aunque considerando mis dotes matemáticas quizá me equivocase. Pero he de reconocer que era casi más grande que mi casa.
-Bueno, básicamente esta es la pasarela en la que vas a aprender a desfilar - aunque la pasarela era notable, levantó el brazo como acto reflejo.
-Bien, pues tu dirás.
-Vale, em... - se acerco a mí más de lo que lo había hecho hasta ahora - debes recordar que lo más importante es mantenerte recta y no perder el equilibrio - me erguió con sutileza.
"Mm... se está poniendo colorado, ¿por qué?"
-Ahora, prueba a ver como lo haces. No aprenderás nunca si no lo intentas - sonrió para darme ánimos.
"Igual piensa que lo voy a hacer mal" mi cabeza no me dejaba en paz.
Subí a la gran pasarela por la parte trasera. Comencé a andar con flaqueza en las piernas, pero cuantas más vueltas daba, más confianza y gracia me invadían.
-Ya veo que le estás cogiendo el truco - dijo mientras me miraba sentado sereno en una silla - Ah... bueno. No se que decir - suspiró - A diferencia de las otras modelos, ya lo haces perfecto a la primera.
Seguí caminando a cuál reina pasea ante su pueblo. Era una metáfora sobre el arte del modelar que nunca se me había ocurrido antes.
-Isobel, aunque no quieras admitirlo - me miró detenidamente - , sé que tienes el síndrome.
-Yaaaa... - me paré y me senté en el bordillo de aquel pasillo de madera iluminado con cegadores focos - Por favor, no seas ridículo.
-¿Y cómo si no puedes desfilar tan bien sin haber aprendido antes? - se estaba defendiendo a toda costa, en pocas palabras, siendo testarudo.
-¿Entonces era una trampa? - cambié yo bruscamente de tema - ¿Sólo por verme en la calle caminando hasta mi coche ya me traes aquí para que te haga un desfile y luego me digas que tengo un "síndrome"? ¡Pues no! - estaba enfurecida, y no precisamente por culpa mía - ¡Vete a enrollarte con media academia y que posen ellas para ti, imbécil!
Quise salir corriendo pero "alguien" me pisó los talones. Y también me cogió del brazo.
-Esa no era mi intención - se le veía... arrepentido.
"Por fin consigues manipular a un hombre, Isobel" me reí de mi misma.
-Quiero completar esa tesis, como sea. Y no te traje aquí para meterte en un lío de inseguridad - hizó una corta pausa y bajó la cabeza - Verás, ayer recibí la llamada de mi padre. Está enfermo. Por primera vez hablamos en mucho tiempo. Le comenté que había encontrado a alguien que sufría del síndrome. Me rogó que, antes de completar la tesis, llevara a esa persona a su encuentro - me cogió de las manos - Isobel, los médicos han dicho que no le queda mucho. Un año a lo máximo. Yo pensaba ir a visitarle en Septiembre, pero ahora con esta noticia, he cambiado mis planes, y tú estás en ellos. Antes de irte, sólo quiero una respuesta, ¿vendrías conmigo a Berlín?
Dime, lector, ¿Que harías si alguien te propusiese escapar con él? Porque yo, en mi anodino estado, no encontraba una respuesta.


jueves, 19 de noviembre de 2009

Por fin, como en los viejos tiempos

Después de ese inesperado relato, me acosté lo más rápido que pude.
Por un lado aquella historia no me impresionaba. Me colapsaba. Nunca habría llegado a tener tal concepto de la vida de mi madre, pero, como toda buena hija, no pensaba remendar sus errores.
La noche era oscura como ella sola. Lo mismo que la noche en la que me enteré del terrible incidente de Erin. Me puse a pensar. Era absurdo seguir esquivando a mi grupo de amigas solo por un tonto intercambio de opiniones con Erin. Pensaba arreglarlo todo, y mañana mismo.
Cuando me levanté, intenté apresurar para elegir mis mejores ropas. Quería ir adecuada para la ocasión. Además, hoy tenía que ir a la academia.
Salí de casa y llegué al instituto sin cambios aparentes. Entré directa en mi clase e intenté localizar a Erin. No estaba. Decidí preguntar sobre su paradero a Sharon.
-¿Sharon? - estaba sentanda en una silla y había girado el cuerpo para hablar con un chico muy mono del que llevaba prendada desde hace más de dos años.
Se giró.
-¿Qué quieres? - no lo dijo brusca, como la expresión puede parecer. Fue natural. Permaneció neutral. No quería hacer el ridículo delante del chico.
-¿Sabes donde está Erin?
-Si – se rascó la cabeza mientras intentaba visualizarla, pero era un truco, para distraerme – Hoy va al ginecólogo.
-Ah... - estaba algo decepcionada.
-Pero vuelve a tercera hora – sonrió de mala manera, pero lo hizo
-Bien, gracias – yo también la sonreí, como mejor pude
Tomé asiento y comenzó la primera clase del día. Química. Me entretenía. Esa asignatura tenía algo simbólico para mí. Se puede decir que incluso más que tecnología.
“Hay que ver que poco apasionada eres, Isobel”
Aún así, disfruté de la clase.
Las otras dos fueron horrorosas. Jamás se ha visto tal semblante reflejado en la ventana que impedía el aire rebelde que solía entrar en invierno. Eso sí, como todo profesor descuidado, estas frases fueron ignoradas por mi insistente y ambicioso profesor de lengua, al cuál, por lo que se ve, no me tragaba por las buenas.
Sonó el timbre. Quería salir de aquel aula. Tan poco oxígeno me mareaba. Además, necesitaba hablar con Erin, que estaría al caer; si nos creemos el testimonio de Sharon, claro.
Entró por la puerta. Zoey estaba dispuesta a correr hacia ella, pero Sharon la paró cogiéndola del brazo. Me acerqué a paso rítmico hacia ella. Le tenía confianza, era verdad.
-Necesito hablar contigo – le dije seriamente.
-Solicitud inválida. Yo no. Quiero hablar con “mis amigas”. Adiós.
“Ignorancia inválida” pensé. “¡Bruja insolente!”
-Tu no te vas, Erin.Quiero solucionar esto y punto. No quiero rodeos, Erin. ¡Es que no entiendes que así no se puede vivir! ¡Qué no teng...!
-Si lo entiendo, Izzie. Pero yo ya no puedo confiar en ti. Te implicas demasiado en temas que no te incumben. Y eso es lo que no soporto de las personas. Aparte de la intolerancia y la mentira, claro.
-Mira, Erin. Te quiero, porque tu eres mi amiga, aunque no tengas ganas de admitirlo. Y sabes que con dos amigas no te basta, que siempre hemos sido cuatro en el grupo. Lo que menos te gusta es tener que decir lo que sientes, porque te conozco. Si fuera yo estúpida, ¿crees sinceramente que haría esto? ¿Si no me importara nuestra amistad? ¿Algo que no quisiera para bien? ¿Algo que te moleste de todo esto? ¿Para qué si no estoy yo aquí? ¿Acaso me crees incontrolable e insufrible?
-Claro que te quiero, Izzie – me abrazó con fuerza. Lo sabía, había sonreído.
Zoey y Sharon estaban detrás de nosotras. Estaban mirando la escena con alegría.
-¿Un abrazo en grupo? - dijo Sharon entusiasmada.
-Un abrazo en grupo – le confirmé.
Y así como lo dicen los diálogos, lector, así como sucedió.
Todo volvía a ser como antes.
Cuando salíamos del instituto, les dije que si querían venir a la playa este sábado. El plan ya estaba confirmado, sólo me faltaba decírselo a Sookie, seguramente no le importase.
Fui directa a mi casa, como todos y cada uno de los días. Comí y mantuve una agradable charla con mi madre. Temas triviales, nada fuera de lo común.
Mi ropa era adecuada, así que partí para el estudio.
Como siempre, una escena llena de glamour y pintalabios. John, ocupaba su puesto de siempre con la modelo de ayer. Y yo, como la tonta de turno, le pregunté de nuevo:
-¿Donde está Alex?
-Alexandrew está en su despacho, mona – ignorante y mascando chicle, que novedad.
-No me llames mona, John.
-Joñ...ñines boñ..ita, que antipática - me miró de arriba para abajo – Por cierto, ¿no has pensado en teñirte el pelo? Ñ..ose, por ejemplo de rubia.
-¡No!
-Vale boñ..ita, era una idea.
Salí corriendo al despacho de Alex. Me consolé con que hoy la inoportuna modelo rubia no había intervenido.
Intenté ver algo por el cristal del amplio despacho. Le vi sentado en una silla y mirando con atención unos papeles. Decidí llamar a la puerta.
-¿Si?
Abrí la puerta con cautela y, posiblemente, educadamente.
-¡Oh, preciosa Calíope, musa de la bella voz! ¿Que ocurre? - dijo con tono animado.
-No, digo, como trabajo aquí...
-Realmente, aún no – sonrió – Toma asiento y firma tu contrato.
Eso hize. Pero, aunque me fiara en cierto modo de él (quizá también ciegamente) , me paré a leerlo. Todo bien y justo. Lo firmé.
-Aquí tienes – se lo tendí sin que me temblara el pulso, ni tampoco la hoja – Por cierto, no estoy muy a favor de los rumores, pero este me ha causado interés. También me ha impresionado, puesto que me lo ha contado una de las modelos que trabaja aquí. ¿Es cierto el rumor de...? - no sabía cómo decirlo.
-No tengas miedo, querida, dispara.
-¿...que te tiras a todas las modelos? - ¡lo dije sin pensar! ¡Que desastre!
-Mmm... quizá no debieras de haber sido tan directa, pero, en cierto modo, tengo yo la culpa. Me ha resultado chocante, pero has de saber que no todos los rumores son ciertos. Y este afirmo y persisto en que no lo es.
-Bien, te creo.
-Me alegra oír eso.
-¿Cómo debo empezar mi carrera prifesional como modelo?
-Para empezar, ve a que te preparen para dar tu primer desfile como principiante.
-¿Y debe ser hoy? ¿No tendrán que enseñarme cómo hacerlo?
-Se supone que ya lo sabes.
-Oh, entiendo – hize una pausa para pensar.
“¿Que se supone que debo hacer ahora?”
Alex interrumpió mis pensamientos.
-Pero no te preocupes. Puede que sea precipitado mandarte ahí sin siquiera haber pisado una pasarela antes. Yo te daré clases hoy y el tiempo que haga falta – ordenó un poco los papeles – Sin embargo, vete a prepararte ahora. Yo voy en unos minutos.
-De acuerdo.
Salí por la puerta.
Supuse que debería de ir a la sala central. Me senté en las sillas de espera y enseguida varios maquilladores y estilistas acudieron a mi para convertirme, en lo se llama, una verdadera princesa.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La verdad

-¡No puede ser! - grité de tal forma que me asusté hasta yo.
Esa frase... era importante. No me acordaba de ella. Imposible. ¡Si la había escrito hace 5 minutos!
Había que calmarse. Eso hice.
Inspira. Expira. Inspira. Expira.
Releí la tesis. De todo lo que había escrito sólo había sacado información precisa de los movimientos en general. Lo que había escrito el padre de Alex en 20 páginas lo resumía yo en una frase. Esa información no me serviría para nada, además, Alex no es médico. ¿Por qué tiene que darme diagnósticos que no tienen que ver nada conmigo? Fuese como fuese, le devolvería el papel y dejaría el tema a un lado. ¿Qué sentido tenía releerlo y volverlo a releer? Exacto, ninguno.
Me acosté sin darle más vueltas. Era tarde y estaba agotada.

Me sobresaltó el despertador. Las 7 am. Como siempre. Esta vez hice todo más rápido de lo normal. Así que me dio tiempo a ver las noticias de la mañana un poco.
Nada interesante. Apagué la televisión y fui al instituto. Estaba bien llegar algo pronto.
Caminé en mi diario kilómetro y medio. Recorrí el patio y entré a mi edificio. 2ºC BACHILLER. Eso es lo que traía en la placa. Entré.
La clase estaba alborotada. Gente gritando, lanzándose bolas de papel, etc. Y no, no iba a ser yo la que pusiese orden. El delegado era Richard. Que, como todo delegado irresponsable, también estaba en el juego.
Por extraño que parezca, en cuanto entré en clase, la gente dejó de montar jaleo, y me comenzaron a mirar; sobretodo los chicos que saltaban por encima de los pupitres y se tiraban bolas de papel.
-¿Qué os pasa? - estaba algo rabiosa, pero tampoco mordía.
-Nada, sólo que, yo por lo menos me he despistado... - era Hiyo. Sinceramente creo que era un mote. Pero hasta los profesores lo llamaban así por lo que ninguno de nosotros sabía su nombre. O por lo menos, la mayoría.
-Ahora ya estoy segura de que no es por eso - estaba colgando mi chaqueta mientras hablaba. Ya no estaba enfadada, solo incómoda.
En ese instante entró el profesor de expresión plástica por la puerta. Todos tomamos asiento.
Hoy íbamos a trabajar con lápices de grafito a modo avanzado. Había estado practicando. No se me dio muy mal.
La siguiente clase fue la de literatura. Estábamos leyendo Lady Macbeth. Cada día después de leer teníamos que hacer un resumen. Ese día no lo tenía conmigo, así que me pusieron mala nota.
Y así toda la mañana, con mejores y peores notas. Para el recreo, había quedado con Sookie en ir al aula de informática. Las dos teníamos que hacer el resumen de Lady Macbeth para mañana.
Cuando salí del insituto, me quedé un poco hablando.
-Oye, ¿que te parece si vamos el sábado a la playa? - me dijo Sookie con entusiasmo - Le he dicho a mi hermano que venga. Es muy majo, seguro que te cae bien.
-Me parece bien - no tenía planes mejores que quedarme en casa. Además, nunca había ido con ella a ningún sitio. Me parecía simpática. Igual podríamos hasta legar a ser amigas.
-¿Te recogemos a las 5?
-Vale.
-Pues hasta el sábado - sonrió y se depidió con un gesto de mano.
Yo fui por el camino contrario al suyo para ir a mi casa. Ahora que lo pensaba, hoy tenía que ir a la academia para hablar con Alex. Además quería devolverle la tesis.
Fui a mi casa a paso tranquilo. ¡Oh, no! Me acordé de que tenía que hablar con mi madre esa noche. Aceleré el paso. Encima tenía muchos deberes y debía hacer las tres cosas.
Llegué a casa y comí. Me cambié e hice los deberes. En este espacio de tiempo mi madre y yo casi no hablamos. Ahora que lo pensaba, casi mejor. No era tiempo para perder.
Me vestí informal. No tenía que sorprenderle para nada. Cogí la tesis y me fui.
Andé, como siempre, 15 minutos para llegar a mi coche. Desde allí fui hasta la academia.
Estaba exactamente igual como la otra vez. El edificio extravagante seguía intacto. Entré disimuladamente y parece ser que no notaron mi presencia. Aunque la verdad, se supone que casi trabajaba allí. Solo debía de firmar el contrato.
Fui al sitio de ayer. Vi la misma escena de ayer. Pero, faltaba Alex. Andé un poco por la sala y logré localizar a John. No era la persona con la que más quería hablar en ese momento pero era mi única alternativa.
-Hola - no estaba agradecida por su escenita por mi, según él, mal "look"; así que fui fría - ¿Está Alex?
-No, se marchó a su casa - me lo dijo también algo frío mientras maquillaba a una modelo que casi le doblaba en estatura.
-Y no sabrás por casualidad dónde vive, ¿verdad? - intenté ser decidida. Quería verle. Quería quitarme este peso de encima.
-Sí, claro. Tienes la "direczión" en el despacho en el que Alex y tú ayer... - se rió - ejem.. bueno...
-¿Qué insinúas? - volví a mi estado de al principio de la conversación. La verdad es que no aguantaba al "señorito". ¡Desgraciado sádico!
-¿Ez bastante obvio, no boñii..ta? - justo en el "bonita" le dio un buen mordisco al chicle que estaba masticando. Después se volvió a reír con sorna.
-Si no lo veo, no lo creo. Confundes a tus modelos conmigo, "querido" - puse énfasis en "querido". ¡Qué estresada me estaba poniendo! - El hecho de que las vistas como unas frescas no tiene que ver conmigo.
-Sobreestimas a Alex, "queñ..iida"
-¿A qué te refieres?
-Se refiere a que todas las modelos han pasado por sus manos, y que tu no ibas a ser menos - esa fue la modelo que estaba siendo maquillada por John. Era morena y vestía un traje hecho a base de lentejuelas y unos tacones de al menos 10 cm.
-Todas las modelos menos tu, ¿no? ¡Já! - me reí y todo.
"En una pasarela encuentras a más mentirosas que modelos. Salvo excepciones, claro está" pensé.
-Mira, tía, déjame en paz - se levantó de la silla y se marchó con las otras modelos. Seguramente para contarles con lujo de detalles las dos frases algo maleducadas con las que me acababa de dirigir a ella.
-¿Ves? - me dijo John como si acabase de ganar una apuesta.
-Bueno, no tengo tiempo. Me voy al despacho - dí media vuelta algo indignada pero sabiendo, sin siquiera mirar, la cara que se le había quedado a John.
Sabía muy bien el camino al despacho. Se me había quedado grabado en la cabeza. Andé colándome bruscamente entre la gente algo agobiada del lugar. Por fin había llegado.
Exactamente lo mismo. Todo igual. Todas las cosas se encontraban en el mismo sitio que ayer. Encima del escritorio vi un papel que traía una dirección. "Espero que John no me haya mentido" pensé para mí.
Salí pitando de aquel lugar. No necesitaba a nadie que me ayudase a encontrar la calle porque la conocía como la palma de mi mano. Siempre íbamos allí Zoey, Sharon, Erin y yo a comprar maquillaje. Tenían una tienda muy buena.
Cuando llegué, fui al portal indicado en el papel y llamé al telefonillo.
-¿Sí? - me contestó una voz masculina.
-¿Eres Alex? - dije con tono suave.
-Sí. Pasa Isobel.
Me abrió la puerta y entré como buenamente pude. Sin que se notase la emoción por conocer algo nuevo.
Al subir el ascensor (que por cierto, tuve que subir 23 plantas, llamé de nuevo a la puerta. Me la abrió Alex, que estaba con ropas de casa y algo despeinado.
-¿A qué se debe tu agradable visita? - estaba con los párpados entrecerrados.
-Venía a devolverte la tesis. La he leído detenidamente y, sintiéndolo mucho, esto no va conmigo. Así que toma la tesis, no quiero saber nada...
-Por favor, Izzi.. perdón, Isobel, quiero completar esta tesis, y estoy casi seguro de que tienes el síndrome. ¿Por qué no quieres saber nada de ella? - su rostro era apaciguado, como cuando le conocí.
-Te dije lo mismo el día que me propusiste ser modelo por primera vez y te repito lo mismo ahora: No quiero ser el "sujeto", ¿vale?
-No te pongas así. Era una propuesta.
-Pues la rechazo - me había enfadado, y le dí un poco la espalda.
-Como quieras. ¿Pero seguirás yendo a la academia, verdad? - parecía...miedo lo que sentía.
-Sí - la verdad, no había quién se enfadase con él.
-Bien.. eh.. ¿mañana a las 5?
-A las 5.
-Hasta mañana.
-Adiós.
Sin que me dijese nada, atravese el salón, ya que inconscientemente habíamos hablado allí sin que yo me hubiese dado cuenta; y atravesé la puerta principal.
Cogí el ascensor y, primero pasando detenidamente por el portal, salí del edificio.
Eran las 7 y media. Me daba tiempo para llegar a casa y hablar con mi madre.
El camino a casa se me hizo muy corto. Pero no estaba asustada. Simplemente me sentía insignificante. Sin uso de razón.
Entré por la puerta. Mi madre estaba sentada en el sofá. Tenía la televisión encendida, pero, en cuanto llegué, la apagó. Con un gesto me indicó que sentase a su lado.
-Hola, mamá - quería parecer simpática para no causar más problemas.
-Bueno, hija, lo primero. ¿Dónde has estado todas estas tardes? - no estaba especialmente enfadada, sólo.. disgustada.
-Con Erin, Zoey y Sharon por la ciudad - no era el momento más adecuado para contarle la verdad. Además, ni siquiera había firmado todavía el contrato.
-Vale, te creo - sus ánimos eran ahora mayores - Lo segundo, por lo que llevo peleando contigo varios días para que lo hablemos.
-¿No será lo de tenerme a..?
-Sí, es.
-Bueno, me limitaré a ponerme cómoda y escuchar - así hice.
-Muy bien, hija - se aclaró la voz - Verás, todo empezó en mi último año de instituto, al curso que vas tu ahora. Yo tenía un novio llamado Umberto - era increíble, llevaba insistiéndole toda mi vida en que me dijese el nombre de mi padre y ahora así, por las buenas, me lo suelta. ¡Ay, lo que hay que oír! - Siempre estábamos juntos. Salíamos al cine, al parque... Aparte, cada vez que salíamos me traía un detalle. En fin, lo que viene a ser un novio atento y romántico. Pero, un desgraciado día, empezó a salir con amigos que no eran de su tipo para nada. Tomaban alcohol, drogras.. bueno, te haces una idea, ¿no?
-Sí, mamá.
-Bien. Pues, como te podrás imaginar, Umberto, como consecuencia comenzó a hacer lo mismo que ellos.
Ya no era el típico novio detallista. Ahora era un macarra maleducado.
Un día salí con él por la noche. Me dijo que me iba a llevar al parque. Sí, al parque me llevó, pero de botellón. Intenté irme, pero él y sus amigos y amigas me retuvieron allí. También intenté separarle de su botella, pero no recibí más que quejas. Ya eran las 12 de la noche, y mi madre estaba preocupada. En ese mismo instante, comenzó a llover. Así que me dijo que si quería pasar la noche en su casa. Como, a pesar de su comportamiento, me apetecía, llamé a mi madre y le dije que iba a dormir a casa de una amiga.
En el trayecto hasta su casa, casi no se podía tener de pies. Era un chico guapo y fornido, pero, pese al alcohol y el tabaco, ahora estaba muy delgado, con ojeras, y, encima, tenía poco fuerza. Por lo que no tuve más remedio que dejar que se apoyara en mi hombro para andar mejor. El tenía 18 años, y vivía solo.
En cuanto entramos en la casa, me pidió que le diese un café y una aspirina para reponerse. Así lo hice. Se lo tomó y a mí me permitió usar su ducha. Me dijo que estaba cansado y que se iba a dormir.
En cuanto entre en la ducha, me di cuenta de que faltaba el jabón y la toalla. Llamé a Umberto y me trajo lo que le pedí. En practicamente muy poco tiempo, me dijo que me asomara un poco por detrás de la cortina y me empezó a besar. Mejor no te cuento el resto, que me parece innecesario.
Dos días después, me empezé a preocupar por que no me empezaba la regla. Cuando pasaron dos semanas, me hice el test de embarazo y dio positivo. Ahí yo tuve claro que quería tenerte. Y, por esta razón, tu abuela me echó de casa. Busqué cobijo en Umberto, que me acogió en su casa y me ayudó durante el embarazo. El apoyaba mi decisión, y yo confiaba en él más que en nadie.
Cuando naciste, se puso a buscar trabajo. A los pocos meses encontró uno bastante bueno. Así que los tres formamos una familia feliz. Pero esto sólo duro un año, porque tu padre se estresó y una noche se marchó de casa mientras tu llorabas desconsoladamente.
Yo me puse muy triste, y tu, en cierto modo, también. Busqué apoyo en mi familia, pero no lo encontré. Como no encontraba empleo, vendí la casa de Umberto a través de un permiso que el me mandó especialmente con el tal de librarse de nosotras. Con ese dinero, compré esta casa y encontré trabajo. Y, como pude, te crié a ti.
Isobel, eres lo más bonito que me ha pasado en la vida, por eso no quiero que te pase nada malo.
-No... no se qué decir - estaba mirando al suelo. Era todo tan nuevo para mí... No sentía nada referente a mi cuerpo. Solo oía la voz de mi madre. La voz de una persona cuál vida desconocía.






martes, 10 de noviembre de 2009

La historia de su vida

Me agarró del brazo y me apartó de John unos cuantos metros.
-¿Qué pasa? - no entendía su comportamiento. Era... muy inusual en él. Siempre tan apaciguado y ahora tan brusco.
-Debo contarte algo que es importante. Pero por favor, no aquí - me acercó la cara y me miró de modo desafiante.
¿Qué era? ¿Su confidente? ¿Es que parezco la tímida de turno? ¿Acaso soy influenciable?
-Por aquí.
No, no soy nada más y nada menos que su estúpida secretaria. Estaba llena de ira y lo único que deseaba hacer era insultarle. Se creía el típico empresario cincuentón que reune a la gente por temas que no son de su incumbencia. Que dicen ser que son importantes pero que sólo es para desahogarse. En ese momento me sentía como "aquella gente". Por lo que Alejandro era el empresario amargado.
Me intenté tranquilizar. La verdad es que son reacciones psicológicas. Pero era tan angustiante...
-Toma asiento, Isobel. Esto es serio.
No me había ni siquiera dado cuenta de que estábamos en una oficina de paredes de cristal con una mesa de cristal y una silla tapizada de cuero negro. Como toda oficina, también hbía un montón de archivadores ordenados por colores en estantes y algún que otro libro del arte de los gestos. También montones de revistas actuales de modelos y papeles que tenían largos textos impresos en ellos y también dibujos de pasarelas.
-¿Que ocurre, Alex? - fruncí el ceño hacia abajo con exageración y levanté una d la comisuras. Estaba enfadada - Hace tan sólo dos minutos hablábamos tan tranquilamente con John y de repente te alteraste y ahora estamos aquí. En no se sabe dónde y, ¿por qué? Pues tampoco.
-No me has dejado ni decir palabra. Aguarda un momento y controla tus cuerdas vocales y tus impulsos - hizo una pausa para sentarse y juntar papeles dándoles unos toques por su parte de abajo contra la mesa. El tema parecía serio, ya que él también lo estaba - Casualmente, mi padre fue científico. Toda su vida lo fue y lo sigue siendo. Su vida profesional fue todo un éxito. Un día, se sentó al lado del fuego y empezó a fumar una pipa. Me llamó para que acudiese a él. Esa tarde, me contó todos los detalles sobre su vida profesional, sin comerlo ni beberlo. Como comprenderás, ahora mismo no tenemos tiempo para hacer eso, pero sí debo contarte algo muy importante que, se podría decir, me reveló: "Una noche, hijo mío, tu madre vino al estudio para servirme un café que le había pedido. Se alisó las ropas y se apartó el pelo. Esa noche, un día después de nuestro casamiento, por fin descubrí verdaderamente a tu madre. Esa mujer que nos servía desayuno, comida, cena, etc y que también nos atendía como es debido. Esa mujer fue para mí todo. Desde que la conocí hasta que se fue de este mundo. Pero sinceramente, nunca la había conocido a fondo. Para mi era la mujer a la que amaba. Nada más. Nunca supe el por qué. Puede que fuese atracción a primera vista, no lo sé hijo. El caso es que estábamos hechos el uno para el otro. Tu madre fue una mujer muy guapa, a diferencia de mí. Pero aún así estoy seguro de que me amaba y persistía en hacerlo aunque la tratase como una criada. Y realmente me arrepiento, pero ya nada puedo hacer. Más que velar por su fallecimiento y porque tenga allí dónde esté una vida mejor que la que yo le pude ofrecer.
Era impresionante estar a sus lado, sus gestos lo revelaban todo sobre ella. Esa noche me dí cuenta de que realmente no conocía a mi mujer. Sólo una parte de ella, la parte que amaba. Por ello, decidí investigar la otra. Sabía de sobra que la clase eran sus gestos, así que consulté varios libros y, un mes después, decidí comenzar una tesis. Pero necesitaba un punto de referencia, así que le pedí a un amigo mío que estudiaba bellas artes que pintase un cuadro de mi mujer y que se dedicase a ello todas las noches mientras dormía. Y así lo hizo. Investigué ese cuadro a fondo durante 2 semanas y comenzé mi tesis. Me llevó mas de cincó años completarla, pero, después de releerla, había algo que no encajaba. Le pedí consejo a un viejo amigo que hizo la carrera de medicina conmigo y me ayudó con mi tesis, juntos descubrimos la pieza que faltaba. Y era el examen de una persona que padeciese esto. También le pusimos nombre: "Síndrome non-verbal" .
Ya tenía claro lo que debía de hacer, y era usar a tu madre para completar mi tesis. Lamentablemente, 1 semana antes de que fuese a comenzar mi experimento tu madre falleció, y, cuando perdí completamente las fuerzas y ya no tenía ganas de nada, decidí cerrar la tesis. Ahora, después de tantos años, me siento con fuerza para terminarla, pero, desgraciadamente, no hay nadie que puede ayudarme, ya que este síndrome es muy poco común y seguramente 1 persona de 1 trillón padezca esto. Eso si le añadimos además que ocurre cada un largo periódo de tiempo aún no especificado.
Es muy difícil encontrar alguien con este síndrome hijo, así solo quiero pedirte algo antes de partir: Si encuentras a alguien, a lo largo de tu vida, que sufra de este síndrome, por favor, házmela traer. Si para entonces ya estoy muerto, toma, la tesis. Complétala lo mejor que puedas y, por favor, ayuda a esa persona. Sea quien sea. Está todo en estos papeles. Ahora hijo, puedes partir, te deseo lo mejor. ¡Ah, que no se me olvide! Llévate también el cuadro de tu madre. Y manténlo en buenas condiciones, por favor. Esto es muy importante para mí.
-Desde ese día, no le he vuelto a ver más - la voz que contaba la historia no era la misma que decía éstas palabras. Esta voz era fría y apagada. Se notaba que la historia le reblandecía - Ahora mismo vive en Berlín. Vendió nuestra casa y se largó como un cobarde. Pero, el hecho de que lo sea, no significa que no vaya a cumplir su petición - sacó una llave de su bolsillo delantero del pantalón y abrió un cajón. Sacó unos papeles y me los tendió - Quiero que leas esto como si fuera tu examen del carnet de conducir. No, con más atención. Isobel, esto es serio. No estoy seguro, ya que yo no escribí la tesis, pero las palabras de mi padre se me quedaron grabadas en la cabeza y desde entonces no me las he podido sacar. Estos papeles son muy importantes, e Isobel, deberías leerlos con mucha atención porque puede que tu...
-¿Tenga el síndrome? - mi voz estaba ronca debido a que no había hablado hace media hora - ¡Que atrocidad!
-No sabes lo que dices... - bajó la cabeza e hizo una larga pausa - Antes de irte, quiero que te fijes en el cuadro de la pared.
Me acomodé el pelo y me recosté en la silla. Mucho mejor. Miré hacía el cuadro.
La habitación era de tonos cálidos. Sábanas blancas de tela fina, cortinas de color crema, muebles de un marrón poco acentuado y una mujer postrada en aquella cama con una sonrisa leve que le realzaba las facciones. Realmente era guapa. Su pelo era rubio natural. El color de sus ojos no se veía ya que los tenía cerrados, pero, aunque estuviese dormida, realmente parecía despierta. Tenía Las piernas una encima de otra y dobladas a la misma altura. Los brazos estaban por encima de las sábanas y colocados con sutileza en el estómago.
-¿Te gusta? - me dijo Alex esbozando media sonrisa.
-Es precioso - espeté.
Me levanté sin apenas hacer ruido y me dirijí a la puerta.
-¿Podrás venir mañana a la misma hora con una conclusión sobre la tesis? - no le ví la cara, estaba de espaldas. Pero su voz fue tan baja que casi ni la oí.
-Vale. Hasta mañana.
Salí a paso lento de la academia. Ya eran las ocho. Mi madre estaría preocupada. Aceleré el paso y finalmente llegué en la mitad de tiempo al coche, a diferencia de cuando fue con Alex.

Abrí la puerta de casa. Mi madre estaba dando con el pie derecho al suelo y con los brazos en jarras.
-¿Dónde estuviste? - estaba mirando al suelo con expresión enfadada.
-Fui a dar una vuelta con mis amigas por la ciudad.
Su expresión cambió de oscura a clara.
-Ah, vale... Bueno, ¿preparo la cena?
Era raro, pero por primera vez me dí cuenta de que se me daba muy bien mentir.
-Está bien, pero más tarde.
-Mira - volvió a estar impaciente - quiero zanjar el tema de una vez por todas. ¿De verdad que no quieres saber nada sobre lo que te comenté ayer?
-Es que ahora estoy cansada...
-Mañana después de cenar y no hay mas peros, ¿de acuerdo?
-Muy bien, mamá, ¡gracias! - no pude evitar darle un beso en la mejilla. Era muy comprensiva cuando quería...
Atravesé como siempre el salón y entré en mi cuarto. Dejé todas las cosas encima de la cama y ordené un poco el escritorio para poder leer a gusto. Tomé asiento, apoyé los codos en la mesa y fijé la vista en los papeles.
Era algo difícil de seguir, así que decidí hacer un resumen de cada hoja que leía para hacer "mi tesis sobre una tesis".
Me llevó dos horas apenas hacer cinco páginas. El vocabulario era complejo, pero creo que pillaba la idea principal.
Lo demás me llevó menos tiempo. En realidad no sabía ya ni lo que estaba escribiendo. Cuando terminé, cogí mi resumen de tres caras sobre 20. El bolígrafo se desprendió de mis manos y una mancha de tinta eliminó una frase que yo misma había escrito y que nunca pude descifrar.




sábado, 7 de noviembre de 2009

La escuela de modelos

Le dí la espalda a mi madre y fui a mi cuarto. ¿Por qué nunca me había contado eso? ¿Qué relación guardaba el que Erin estuviese embarazada y a ella le ocurriese lo mismo? ¿Se sentía culpable? ¿Qué melancólica historia estaba detrás de todo esto?
No tenía tiempo para reflexionar ahora. Debía hacer un trabajo de tecnología. ¡Que edad más inoportuna escogió mi madre para contarme esto! La verdad, es que si me lo hubiese dicho con 5 años de edad, sería para mí un trauma. ¡Pero precisamente cuando este incidente ocurre es cuando mi madre me lo confiesa! Es extremadamente inusual tener estas conversaciones con tu madre; pero ya estábamos acostumbradas a eso.
Ya en mi cuarto, comencé el trabajo. Y aunque estas cosas no se me dieran del todo mal, tarde dos horas. Así que, a las 23:12 fui a cenar. Estaba frío e incluso algo nausebundo. Por lo que hice mi especialidad. Perritos calientes. ¡Dilettevole!
Tenía sueño, así que me fui a la cama. Ahora que lo pensaba, mañana tenía instituto. ¿Cómo iba a acudir a la cita con Alex? Era tarde, pero cogí el móvil y lo llamé.
-¿Sí? - parecía algo somnoliento.
-Hola, soy Isobel Starduck. Lo siento si te he despertado.
-No es nada, tranquila - ahora parecía haberse recompuesto - ¿Cuál es el motivo por el que tengo el honor de oír tu dócil voz?
-¿Te acuerdas de que habíamos quedado mañana a las 12 am? Pues verás, tengo instituto y no podré ir. Era para ver si tenías otra hora libre que fuese a partir de las 4.
-Por supuesto. Pero aún no comprendo a qué tu repentinas ansias de formar parte de la profesión.
-Bueno... me parece que te lo expliqué ayer - él no me veía, pero la tez de mis mejillas enrojeció como el mismo fuego. Pues tal era mi vergüenza por la pregunta que mi voz ya no tenía la misma altura.
-¿Ah, sí? En ese caso me excuso - su voz ahora era animada y agradable - ¿Te viene bien a las 5?
-Bien - ahora no estaba avergonzada, pero me dolía la cabeza a matar.
-Perfecto. Hasta mañana, mi...
Se oyó un pitido. Había colgado.

Eran las 7 de la mañana y mi cabeza estaba completamente recuperada. Las farolas todavía debían cumplir la función de alumbrar las calles, puesto que la oscuridad en esta época del año lo hacía necesario.
Desayuné, me vestí, hice la cama, me lavé los dientes y me arreglé un poco. Las 8 y media. Justo. Salí de la habitación y me dirigí a la puerta. Mi madre estaba mirando ausente la puerta. Luego giró la vista y la fijó en mí.
-Me marcho al instituto - fui algo dura, he de admitir.
-Espera - adelantó unos pasos en mi dirección. Parecía cómo si quisiese sonreír pero la educación se lo impidiese.
-¿Qué sucede?
-Hija, debemos de hablar hoy - por fin sus comisuras se elevaron, pero no era una sonrisa, era un gesto que se trataba de estirar un poco las comisuras hacía los lados y forzar los músculos de alrededor para poder interpretar preocupación y seriedad.
-No puedo, tengo planes.
-¿Qué planes, si...?
-Mamá, tengo prisa, hasta luego.
Salí por la puerta lo más rápido que pude y caminé, o por lo menos intenté, caminar serena.
La mañana en el instituto fue como todas. Mi nota de tecnología: 9'5, por un pequeño fallo tecnológico. En matemáticas, un montón de álgebra; inglés, repasando cómo analizar frases, y finalmente ética, la clase en la que me sentaba con Sookie. El tema que eligió esta vez el profesor era la confianza de los seres humanos entre ellos. No se sabe por qué, le había dado por analizar estos temas a fondo basándose en nuestra opinión.
Yo levanté la mano y opiné. Mi opinión fue similar a la de la mayoría. La confianza entre los seres humanos es bastante amplia a reflexión por parte del que desconfía, que siempre suele ser por temas irrelevantes y poco ortodoxos. No tenía gana alguna de dar opción a más opiniones. Cuando di mi opinión algo hipócrita (ya que tenía otra opinión sobre el asunto), me pasé el resto de la clase intercambiando gustos con Sookie. Descubrí que le gustaban los libros sobre poesía y la música dance. Solía ir a nadar 3 veces por semana hace un año, pero ahora lo dejo ya que el bachillerato te deja sin tiempo. Ella vive con su padre y su tía y sentía gran curiosidad por la medicina. Su tía era ciéntifica, y quería seguirle los talones, si puedo utilizar esta expresión.
Sonó el timbre.
Salimos todos a empujones, como siempre. Miré el reloj. Me daba tiempo a comer, cambiarme e ir. Pero de todas formas decidí apresurarme un poco.
Cuando llegué a casa, decidí mantener las distancias con mi madre, no era el momento más apropiado para hablar. Comí y elegí mis mejores prendas (aunque allí me vestirían) , y partí sin dar explicaciones. No era el momento de charlas largas y dolorosas.
Caminé hasta el sitio de ayer. El sol estaba algo apagado para estas fechas. Hacía un poco de frío, pero sólo se lo podía considerar brisa fría. Cuando llegué, Alex estaba apoyado contra un coche observando el tráfico. Me acerqué sigilosamente a él.
-Hola
Su cuerpo reaccionó con un pequeño espasmo. Nada grave que no se pueda solucionar.
-Me has asustado - dijo llevándose la mano al pecho.
-Ya veo, lo siento - bueno, esto es información adicional, pero, lector, debes de saber que en ese momento le puse ojitos.
-No es nada - ya estaba más apaciguado - ¿Vamos?
Comenzó a andar y yo, sin más remedio, caminé tras él. En 10 minutos, ya habíamos llegado.
Era un edificio con cristales destacables que daban un toque "chic" a la calle. Era impresionante lo que se podía ver a través de ellos. Una sala con bastante amplitud con parquet de cerezo y bastantes mesas de recepción en las cuales no paraban de sonar teléfonos y chicas estresadas caminaban de un lado hacia el otro para contestar o para ordenar papeles. Había una gran cantidad de plantas artificiales de interior y unas escaleras predominaban gran parte del fonde del gran salón. También debo añadir que había bastantes puertas en la misma sala, de las cuáles salían y entraban chicas con cafés y un montón de papeles. Pude ver que en una de la puertas había una placa que traía: Consejero administrativo. ¿Consejero? ¿Se referirá al que aconseja?
-¿Pasamos? - puso la mano hacia delante como gesto de que pasara. Lo hizo con una sonrisa.
-Claro.
El ambiente dentro era aún más asombrante. Un olor a perfume de channel o algo por el estilo invadía la habitación. Había focos por todas partes.
-Se nota que es una agencia de modelos - le dije a Alex mientras aún observaba todo detenidamente.
-Por supuesto - dijo frunciendo el ceño - ¿Te esperabas menos?
-¿Me subestimas? - yo, al contrario que él, levanté las cejas. La verdad es que estaba sorprendida por su trato.
-No... Isobel, dejémoslo. Era un buen ambiente. No lo vayamos a estropear ahora - pasó de enfado a rostro angelical - Por aquí, por favor.
Le seguí de nuevo. Subimos las escaleras y entramos en ua habitación que casi superaba al gran salón de abajo. Una pasarela, como era común, era el centro de todo. Luego, cómo no, había hombres con camisetas negras, gafas y llaves colgando, que maquillaban a chicas rubias y morenas que llevaban grandes tacones, vestidos de seda y pestañas artificiales. "¿Daré el perfil para estar aquí?" pensé. Aún no tenía nada claro.
-Bien, yo soy el encargado de vestirte y maquillarte. Pero antes de nada, quiero presentarte al consejero administrativo - hizo una pausa para buscar visualmente y con un sutil levantamiento de cabeza al supuesto consejero administrativo . "Que raros son en esta academia" y la verdad, tenía razón.
-¡Oh, aquí estás John! - ese era Alex, queparecía muy contento después de haber visto a ese tal John - Mira, esta es la nueva. ¿Crees que servirá para el puesto?
-Claro que "zi", ¡divina, divina! - sin insultar a John, su voz me enseñó una parte de él que respeto, y que es bastante común encontrar en sitios como esos, así que no me meteré -Eso sí, chico, necesita un arreglo ahorita mismito. Para empezar, ese pelo, ¡hay que teñirlo! Y esa manicura... nena, necesita un arreglo inmediato. Y la ropa... ¿Dónde la has comprado? ¿En una feria? Es que hay que...
-¡John, basta! - era Alex, estaba lleno de ira por dentro, se notaba - ¡Esta muy bien como está! ¡Ella es única, lo dije la primera vez que la conocí! ¡Si no no la hubiera traído aquí! Ella es.. ella es.. - se estaba calmando - preciosa... única... amable...honesta...inteligente...
-Vamos, querido, te ciega el amor - John se llevó la mano al pecho.
Parecía que no notasen que me encontraba allí.
-Bueno, yo mejor vengo otro día...
-¡No, espera! -Alex ahora estaba angustiado - quiero contarte algo.




viernes, 6 de noviembre de 2009

Algo que ella no quería decirme

-Bueno, creo que esto ya está arreglado - dijo finalmente Alex.
Sin pensármelo dos veces, le agradecí sus esfuerzos por arreglar el coche, puesto que los consideraba mayores a la simplitud de simplemente llamar a un taller.
-No hay de qué, Isobel. Espero que podamos volver a contactar en un futuro inmediato. Hasta pronto, señorita...
-Starduck - ¡pobre gentil caballero! No era de extrañar una risa floja interpretada por la confianza que empezábamos a tener.
Sin decir sílaba alguna, se marchó con gesto grácil que me causó la impresión de que una satisfacción por el trabajo con buenos resultados. Ahora que me recordaba... ¿Cuál sería su apellido?
"Isobel, mira su tarjeta" pensé. Eso fue lo que hice.
Alejandro Campos. ¿Campos? La verdad es que no me sonaba de nada. ¿Sería europeo o asiático? Asiático lo dudo sinceramente. Mmm... Puede ser... ¿Español? ¿Alex era español?
Decidí dejar el tema, pues tampoco era para prestarle un mayor interés del que necesitaba. Comprobé de nuevo que el coche estaba en buenas condiciones. Arranqué.
"Veamos... la universidad se encuentra a 30 kilómetros por la autopista, por lo que debo tomar mano izquierda. Eso es, sí. Que cosas mas raras piensas, amiga mía. Que desastre. Aprieta con fuerza el volante y no te distraigas"
Mi mente era algo incauta, así que aparte de independiente, sí, llegaba a ser a veces crédula. Conducir en ese momento me servía como punto fuerte para mi tranquilidad. Hoy y siempre. Por eso nunca tuve pereza por presionar con firmeza el acelerador y desconectar de lo que me rodea.
Los treinta kilómetros fueron cortos. En menos de media hora había llegado. Aparqué en aquel deformado aparcamiento de tierra y salí del coche con agilidad y sutilidad. Notaba el calor, pero era inmune a tal temperatura. Tuve que andar unos cuantos metros para poder acceder a la entrada. Había una gran fuente que destacaba incluso sobre los jardines recién segados y las flores llenas de rocío y color vivaz. La entrada estaba cuidaosamente decorada con formas de espiral que, del modo que estaban colocadas, eran muy majestuosas. Vulgus Blikstad era una universidad de fama continental que me llamó mucho la atención en mis estudios de enseñanza secundaria y que todavía consigue ese efecto. Entré.
Una sala amplia con vitrinas, mesas de inscripción, folletos, etc, me invadieron la vista. No sabía a dónde dirigirme; aunque no estaba especialmente confusa, sólo, sorprendida.
Primero decidí ojear algunos folletos y prescindir de los de menos interés.
Luego rodeé las salas de diferentes plantas para intentar familiarizarme con el sitio. Después, el más importante de los pasos, acudí a la presentación que celebraban hoy para que los alumnos tomasen apuntes y decidiesen su ocupación en la universidad. También se nos iba a ser presentado el decano.
He decidido, para no aburrir al lector más de lo que se merece, que no voy a dar detalles sobre el asunto, eso sí, ya tenía algunas vagas ideas en mi cabeza de lo que quería estudiar. Filología inglesa.
Salí del lugar tan rápido como pude, como si huyese de algo que me atormentase. No tenía especiales ganas de seguir allí. Me dirigí al aparcamiento. Eran las 8 de la tarde. Lo sabía porque un reloj resonó a lo menos 700 metros de distancia. Al subir al coche, alejé la libreta de mí lo más que pude. Sin saber por qué, la presentación me había producido un fuerte dolor de cabeza. "Iré a casa lo antes que pueda" pensé.
Solo tardé 20 minutos. Extraño en mi conducción de día a día, pero real. Luego, a mi pesar, tuve que andar 15 minutos hasta mi casa. Por lo que los 20 minutos que convirtieron en 35-40.
Cuando entré, no había nadie en la casa.
"Seguramente surgió un asunto, no pasa nada Isobel, ni que tuvieras 5 años"
Recorrí la poca distacia que había del salón hasta mi habitación. Saqué el móvil del bolso y también la tarjeta de Alex.
-¡Vaya, comunicando!
"Alex debe de ser alguien ocupado" mi mente estaba desasosegada. Aunque yo me conocía. Y aunque tomase un baño de agua caliente con velas de color caquí y olor a hierba alrededor, seguiría estándola.
Colgué. Pero a los pocos minutos recibí una llamada. Era Alex.
-¿Sí?
-Hola. Verás, Isobel, he recibido una llamada. ¿Has sido tú, verdad?
-Omm... sí - alargué cada letra, y eso es síntoma de nerviosismo, ¡no podía ser!
-Bien, pues habla.
-Verás, pensé tu oferta y me resulta interesante. Pronto empiezo la universidad y necesito algo de dinero...
"¿Qué hago yo dándole explicaciones a este indeseable?"
-¿Mañana a las 12 am en el sitio de ayer? - hombres, les das la mano y te cogen el brazo. ¿O es más bien con mujeres?
-Vale, entonces hasta mañana. ¡Ah! Por cierto, ¿necesito llevar algo?
-No es necesario, ahí te maquillarán y te arreglarán.
-Bueno, pues hasta mañana.
-À demain.
Tenía un bonito acento francés. ¿Sería de allí?
Mientras oensaba en todo esto, alguien entró por la puerta. Seguramente fuese mi madre. Bajé a mirar.
-Hola, mamá.
-Hola, cariño - me contestó ella. Estaba cabizbaja. Como si estuviese avergonzada por algo.
-¿Saliste a la calle? - intenté parecer lo más dulce y amena posible.
-Eh...bueno.. me reuní con alguien - me había equivocado. Su sentimiento no era de vergüenza, era de culpa.
-Por que estas.. ¿así? Te veo ausente - en esa parte mi preocupación era notable. Pero no podía hacer nada. La quería y quería saber qué le ocurría.
-Hija, yo... he hablado con la madre de Erin. Me dijo que acababan de regresar de un viaje y que me invitaba a tomar un té a su casa porque quería comentarme algo sobre temas en concreto - tímidamente hizo un gesto con la mano para enjugarse las lágrimas que todavía no habían brotado de sus ojos.
-¿Me equivoco al pensar que te ha comentado la enfermedad que padece?
-No, cariño, no te equivocas. Sin embargo, también me dijo que su hija últimamente estaba teniendo un comportamiento impulsivo cuando se intentaba entablar una conversación con ella. También me dijo que descubrió un test de embarazo en su mesita de noche que daba positivo. Las evidencias eran claras. ¿Tú sabías algo?
-Bueno, algo del tema sí sabía - ahora la avergonzada era yo.
-Mira, hija mía, nunca te he comentado esto pero... - levantó algo la cabeza y se recompuso - yo no tengo 45 años... tengo...
-¿Cómo qué..?
-35.
-¿Que me quieres decir con esto? - mi vergüenza ahora era ira y enfado.
-Que yo te tuve con 17 años, no con 27.
-(...)
Solté un suspiro.



jueves, 5 de noviembre de 2009

La propuesta

La historia de Erin me había asombrado tanto como colapsado. La verdad, si no fuera por la situación en la que sabía que se encontraba, no me habría creído ni una sola palabra. Pero, aunque no fuese mi amiga debía de creerla; por su bien y por el mío.
Al salir del instituto, me dirigí al pequeño parque que estaba, a lo mejor, a un kilómetro de mi casa. Me senté en el recalentado banco por el sol y me acomodé.
Debía pensar... ¿Cómo relacionar todo lo que había sucedido en apenas una semana? Nada me resultaba realista, ni siquiera la propuesta de ese tal Alex. ¿Que quería? ¿Por qué había tenido tanta confianza conmigo si apenas me conocía? Sincerándonos, dos frases son tema de reflexión súbita. Y, lector, una faceta mía que debes saber es que nunca he sido buena indagando en los sucesos que me han sucedido a lo largo de mi imperiosa vida. Y sí. Me gusta "domar al diablo", aunque no sea muy buena para ello.
Pero ese no era ni el momento ni el lugar. Al fin y al cabo, los grandes científicos, filósofos e incluso astrónomos, ya han dejado huella en algún parque. Para alguna gente es relajante estudiar en parques. Y, sintiéndolo mucho, yo no era esa persona. Así que, como toda adolescente normal, apoyé la pesada mochila en mis hombros y con un gesto perfeccionadamente presuntuoso, dí cinco pasos y salí de aquel sereno lugar en donde un grito ahogado o un simple bote con un balón de goma podían cansar del mejor padre al más grande científico.
Entré en casa.
-Hola, cariño - mi madre con un plumero en la mano, con estrafalaria expresión gentil.Y yo con una "ex-amiga" con un bombo (Qué paradójica es la vida, ¿no?)
-Hola, mamá. Voy un rato a mi cuarto, que estoy cansada.
-No lo parece, si se me permite decir.
-Oh,¿en serio? - y no era sorna, era verdad. Cara más radiante pocas veces vista.
-Bueno, es lo mismo. No te preocupes, cielo - se paró un momento - ¿Quieres comer?
-No gracias. Voy a mi habitación.
-Como quieras - siguió con la limpieza.
Atravesé el salón y decidí darme una ducha, ese calor era angustiosamente insoportable.
-¡Pero no te demores mucho! - esa fue mi madre de nuevo, que lo gritó a lo lejos.
Aunque no se notara, yo no estaba bien. Yo que había sido siempre tan... tan.. abierta, ahora estaba apagada por dentro. ¿Por qué Isobel, por qué? La respuesta era confusa. De repente, vino a mi mente la poco apetecible idea de que debía de ir a la universidad para ver las materias disponibles y condiciones. Al fin y al cabo, sólo me quedaban unos pocos meses para graduarme, así que debía informarme. Decidí adelantar la comida y dejarme de rodeos. Mi ducha había sido hoy por la mañana, por lo que técnicamente no era necesaria. Eliminada.
-Mamá, ¿está la comida preparada?
-Sí, ¿quieres comer ya?
-Por favor - fui lo más educada que pude. No deseaba quejas ni intervenciones inoportunas por parte de mi madre. Ir allí me llevaría toda la tarde. Además luego debía explicárselo...
Regresé a mi cuarto para ordenarlo un poco y comí.
Después de tener una larga charla con mi madre, aprobó mi decisión de buscar un apartamento modesto cerca de su casa cuando llegase la hora de ir a la universidad. Siempre había sido independiente. Aunque otras personas preferían llamarlo difícil de influenciar, que, aunque son cosas distintas, en este caso guardan relación. Aunque, modificando algo mi opinión, me gustase la compañía humana, hay momentos en los que una persona debe de dejar de depender de alguien para vivir su vida y no estar siempre al filo de alguien. Pero ese era mi momento, y quería aprovecharlo.
Cuando arranqué el coche, un extraño ruido me paralizó. ¡Oh,no! ¿Que ha sucedido en el capó del coche? Salí del mismo y abrí aquella tapa metálica de la que su contenido algunas nociones tenía. Se debe a que aún teniendo 17 años, un simpático amigo de la familia me coló en su autoescuela, y también me enseñó algo sobre mecánica. Ahora yo tenía 18, así que no corría peligro con los civiles. Por esto, me sentí con fuerzas para solucionar lo que había ocurrido.
-¡No puede ser! - estaba a punto de maldecir, pero preferí mantener mi línea.
Empezó a salir humo del coche. No sabía que hacer, pero, siendo sinceros era bastante sencillo. Llevaba móvil, y encima estaba casi en el centro de la ciudad. Me aparté un poco del coche y...
-Hola.
apareció él.
-Hola, Alex. ¿Qué estás haciendo tú aquí? - pregunta ilusa, lo sé.
Raro, nunca llamaba a la gente por su nombre. Y para acabar el pastel, me estaba comportando como él el otro día: ameno y con confianza.
-Bueno, es extraño, querida, pero es así. Nunca dudes algo que puede pasar.
Esto si que no era normal. ¿De verdad existía un chico en la faz de la Tierra que utilizara ese lenguaje? Eran pocos, y, Alex era uno de ellos. Algunas chicas consideran esto caballeroso. Yo tenía mis dudas.
-Mira, sin ser grosera. Tengo cosas que hacer así que mejor nos vemos otro...
-¿Te ayudo?
Bueno, ya me puedo considerar una chica que cree que personas como él son caballerosas.
-¿Con qué? - he de reconocer, lector, que en ese momento me hice la tonta. Pero, ni la mujer menos influenciable se resiste a tal propuesta.
-El coche.
-No es necesario.
-Tranquilízate, yo soluciono tu problema.
Me cogió suavemente de la cintura y me apartó de mi posición, que era enfrente del capó del coche, apoderándose de ese sitio.
-Por cierto, ¿cuál es tu nombre? -estaba mirando serio al incidente.
-Izz..obel.
-Ah, bonito nombre. ¿Te importa que te llame Izzie?
-Prefiero Isobel.
No debía de aparentar confianza. Por lo menos por ahora.
-De acuerdo. Isobel, ¿has pensado mi oferta? - parecía que manejaba con mucha facilidad el asunto. Ya no se desprendía tanto humo. Ser fría en ese momento fue duro.
Alguien me tocó el hombro.
-¡¿Qué?!
-No pasa nada, Isobel, soy yo. Te pido perdón. Pero dime, tomándote tu tiempo. ¿Te has parada a pensar en la oferta?
-¿En la de ser modelo?
-Exacto - por alguna extraña razón, me sonrió.
No pude contestarle. Me despisté. Por razones bastante obvias que no pienso explicar.
-¿Isobel?
Ah, perdona de nuevo! Y, respecto a tu oferta, ya te dije la primera vez que no me interesa.
-¿Estás segura? - juraría que en ese momento su animada expresión se cambió a súplica.
-Si... - me moría por aceptar. Pero no podía. Yo ya tenía un futuro planeado...
-Toma mi tarjeta - me la tendió - y no voy a empeorar la situación con la parte de " por si cambias de opinión", porque no me parece apropiada para dirigirme a una señorita. Así que me limitaré a decir : por si acaso.
-Gracias - la cogí, vale, pero sólo era por curiosidad.