Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

viernes, 12 de marzo de 2010

Veneno en el corazón

-¿Isobel? - oí una voz que reconocía a la perfección.
-¿Podemos seguir mañana con la historia, por favor? - le miré con los ojos entrecerrados por una combinación de odio, cansancio y miedo.
-Por supuesto. - su tono caballeroso me produjo confianza – Buenas noches, amor – me dio un beso rápido y le vi desaparecer por las escaleras.
Una vez se hubo ido, yo recompuse mi postura y me levanté lentamente de la silla.
-Esto es totalmente inverosímil – me dije para mí mientras caminaba con lentitud a lo largo de la planta baja y me llevaba las manos al rostro para cubrirlo.
Si conociese bien el páramo, habría salido a dar una vuelta en la noche oscura y apacible; poder perderme en mis pensamientos era algo que en esos momentos ansiaba. No podía ni de hecho quería salir ahora con él como acompañante, pues la soledad no siempre es mala. Me debía de conformar con el candente fuego del hogar sobrecargando el ambiente.
Sonreí, ingenua pues. No era normal hacer eso en la situación en la que me encontraba y desentenderme de todo. Sencillamente ilógico. Pero, cómo no, recopilar situaciones o fragmentos de hechos era lo esencial ahora. ¿Algún policía en la sala o científico loco? ¿No? En ese caso comienzo.
Si mal no me acuerdo, he recopilado ya dos páginas atrás. Por lo que continuo para no aburrir al lector.
Mi objetivo era preguntarle al reservado Alex “su historia”, cual yo interrumpí varias veces, por cierto. Me contó alguna información sobre su familia y sobre su marcha y como conoció a Bill. Algo de importancia, al menos para mí, fue el nombre verdadero de Bill. Coincidía con el nombre de mi auténtico padre. Una cosa que no coincidía era el apellido. Yo no sabía de donde venía mi apellido, pero por parte de madre no era. Todo esto me producía una inquietud que crispaba mis nervios aún jóvenes para tantas emociones de golpe. ¡Ah, si! Casi se me olvidaba. También me contó como cayó en las trampas de Amèlie y sus secuaces, eso sí, el final aún permanece acallado. Debía de hablar con él a primera hora y solucionar este enredo.
¿Sería Bill mi padre o simplemente es una extraña coincidencia? ¿Qué traman los hermanos Tompson y qué buscan realmente? Estas respuestas eran ahora importantes. Su implícito recuerdo en mi alma incitaba en mí agradables tardes a la luz del crepúsculo por el tiempo perdido y que ya será imposible de recuperar, aunque mi búsqueda finalice.
Aún así, no me puedo quejar del todo. Reside en mí el amor que nunca pude aprovechar como quise y que ahora comparto con él. Es lo único que me queda. Pues la relación con mi madre se podría decir que está muerta y a mis amigas no les puedo contar nada aunque quiera. Por dos razones: no se creerían nada de lo que les contase. Y la segunda, es que no tengo ningún tiempo para mí. Sería ridículo arriesgar mi vida por entrar en un chat. Ridículo e imperdonable.
Miré el reloj que llevaba en mi muñeca. La una de la madrugada nada más y nada menos. No es que el sueño me envolviese, solo la inquietud. Era incapaz de dormir en mi situación. Necesitaba hablar con alguien. Él quizá no quisiese hablar así que no le molestaría. Y como ya he mencionado, conectarse a un chat con la inminencia era todo masoquismo, y lo demás son tonterías.
“¿Qué hago?” pensé.
Y, con mis ideas brillantes y adecuadas para todo momento, subí al piso de arriba y saqué de mi maleta una libreta y un bolígrafo. No, no era la libreta del avión.
Bajé de nuevo con cuidado de no hacer ruido y encendí una vela que divisé mientras mis piernas me conducían hasta el piso de abajo.
Suficiente luz, suficiente vista de las palabras.
Escribí la fecha: 24 de Mayo de 2004.

La señorita Mooran poseía unos emblemáticos ojos con una peculiaridad que solía llamar la atención. “Brillantes como el sol y hermosos como su dueña” le decían los muchachos de la región, pues la señorita Mooran era, sin duda alguna, la mujer con más sex-appeal del país.
Su pelo, exageradamente lacio y adornado constantemente con cegadores prendedores, retrataba el rizo mejor que las pelucas de los jueces, y contrastaba con su tez, ya que ésta era blanquecina y su pelo, negro como el azabache.
En estos instantes, caminaba por Harley street para ver a su famosísimo y adinerado novio, con el cual se casaba la semana que viene. Ella no le amaba, por supuesto. Era engreído, hipócrita, excéntrico, y por no decir más de la cuenta, un maleducado. Su carácter era para ella una carga demasiado pesada y con la que no podría aguantar mucho tiempo, pero su físico era eserina para ella: un combate en el que, con dosis que superan el límite, se llega a la caída.
Cuando estaban cara a cara, alguien llamó a la puerta.
-¿Charles? - dijo una voz femenina – Soy Odette.
-Pasa, querida – dijo el doctor Truden mientras miraba fijamente a su supuesto sucesor, quien no cesaba de tomar apuntes.
La señorita Mooran entró en la consulta y el muchacho no podía parar de observarla. De repente hizo un comentario que hizo que la pareja le mirase de modo dubitativo.
-¡Menuda novia más guapa se ha echado usted, Dr.Truden! - al terminar soltó un silbido mientras la miraba descortésmente.
-Caustley, ¡ por favor! - exclamó mientras le daba un puñetazo a la mesa.
-Perdón, señor – el muchacho bajó la cabeza arrepentido.
Mientras contemplaba tal espectáculo, Odette Mooran se había acercado a su prometido y le había besado en la mejilla dulcemente, algo que produjo un escalofrío al doctor.
Desde su posición, miró con fervor a su prometida. Y después, a su pupilo.
-¿Nos puedes dejar solos, Caustley?
-Por supuesto, señor – el muchacho sonrió pícaramente. - Buenas tardes.
Una vez Caustley abandonó el sitio, la señorita Mooran ocupó el mismo.
-Charles, ¿recuerdas que había mencionado que esta noche se celebra una fiesta? - miró con desconfianza a su futuro esposo.
-Por supuesto, amor.
-¿Me acompañarás, verdad? - un brilló iluminó los ojos de Mrs. Mooran.
La verdad es que él tenía mejores cosas que hacer. Cosas de las que su prometida no podía enterarse y las que su íntimo amigo conocía y no se enteraba del por qué.
-Mi madre se ha puesto enferma, tuberculosis, creo. Tengo que permanecer a su lado.
A parte de su belleza, la señorita Mooran era famosa por sus amplios conocimientos y su inteligencia. Ella sabía a la perfección que él la estaba engañando, pero no era cuestión de dejarlo estar ni tampoco de reírse un poco.
-¡Es terrible, Charles! Te acompaño en el sentimiento.
Por no mencionar que era una mentirosa innata, más bien por parte de madre que de padre.
-Sí, es una situación horrible para mí.
-No me quedará más remedio que ir sola...
-Siempre puedes pedirle a cualquier muchacho que te acompañe, mismamente Caustley.
“¡Cómo se puede ser tan insensible!” pensó Mrs. Mooran.
Ya conocía los principios del Dr. Truden, pero nunca llegaría a pensar que fuesen tan pésimos.
Le conocía desde que poseía uso de razón, y siempre le había considerado un hombre del futuro, maduro, responsable... todo lo contrario de los niños de su edad. Nunca le había acabado de gustar algo en él, hasta aquel nefasto día, en el que vio algo que ninguna mujer de su calibre debería haber visto. ¡Él era un asesino! El espectacular e irrepetible doctor no era más que un vulgar asesino. ¿Cómo se iba a casar con él? ¿Cómo podría aguantar aquel miedo en el cuerpo? ¡Ella podía tener a todos los hombres que quisiera!
-Charles, ¡estoy harta! - ya no aguantaba más, había estallado con toda su ira y miedo acumulados.
-¿De qué, mi amor? - musitó el doctor con tono apaciguador.
-¡De esta situación! - pequeños rastros quedaron en sus mejillas tras llorar desconsoladamente durante cinco minutos y hacer al doctor perder el tiempo - ¡Yo lo vi! ¡Todo!
-Cálmate.
-¡No puedo!
-Dime, cariño – se acercó a ella y la cogió de las manos. - ¿Qué es lo que te inquieta de tal forma?
-Vi como asesinabas – se estremeció al pronunciar las últimas palabras – a mi hermana.
El doctor no reaccionó de ninguna manera, tan sólo la sonrió como si ella fuese una niña pequeña y no parase de decir una sarta de sandeces.
-No puedes haber visto nada, porque yo no he asesinado a nadie – lo dijo de una manera tan convincente, que si fuese verdad hasta él mismo se lo hubiese creído.
-No quiero parecer antipática – murmuró la señorita Mooran ahora más calmada - , pero nunca he confiado en ti.
-Es porque llevamos muy poco tiempo manteniendo una relación, Odette – carraspeó. - Pero, créeme, no he asesinado a nadie.
Mrs. Mooran sabía a la perfección lo que había visto. Para ella era un sacrificio recordar eso, pero debía.
Había anochecido, y Odette Mooran se sentía algo mareada de haber bailado tanto aquella noche.
Abrió la puerta de su casa y corrió en busca del interruptor, que parecía haberse desvanecido. Cuando hubo luz, apoyó su bolso en la primera silla que halló libre y fue a su cama a acostarse, sin tan siquiera pasar por el baño para refrescarse un poco.
Se quedó dormida, en un profundo y precioso sueño. Hacía tanto tiempo que no dormía de tal forma...
Lo peor fue cuando se despertó.
Su hermana, la misma que la había aguardado en su regazo tantísimas veces y que prácticamente la había criado, estaba tendida en el suelo y tenía el semblante azul. Todo indicaba que había sido cruelmente envenenada.