Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

viernes, 15 de enero de 2010

Merecedora de una medalla a la más engañada

-Alex, sólo quiero hacerte otra pregunta – arrastré la silla hacia adelante para enderezarme y produje un ruido algo desagradable - , ¿de qué conoces a los hermanos Tompson y por qué les sigues?
Él también se puso recto y sus facciones continuaron serias como hasta el momento. Comenzó a hablar y yo me acomodé para escuchar su dulce voz durante un rato mientras me explicaba con todo lujo de detalles aquella historia que me hacia mirarle cada minuto de modo inquisitivo.
-Seguramente hayas mantenido una conversación con Bill en algún punto de vuestros encuentros sobre el tema – carraspeó - . Me siento en la obligación de aclararte algunos puntos, Isobel. Sabrás la historia de mi padre, pero no la mía. Mi madre falleció cuando yo apenas había cumplido la temprana edad de 8 años. Me quedé con mi padre aquí, en Alemania, hasta que cumplí los 15 años y mi tía, por parte de madre, me llevó a América. Mi padre por aquel entonces tenía muchas cosas de las que ocuparse y no podía tener a su cargo a su propio hijo tan siquiera. Me fue difícil aprender inglés, verdaderamente. Ya estaba acostumbrado. Pues cuando llegué a Alemania con 5 años tuve que aprender alemán, puesto que los primeros cinco años de mi vida estuve en España.
-Siento – me volví a enderezar y le miré de hito en hito – interrumpir tu relato. Pero he de hacerte una pregunta, ¿por qué viniste aquí, a Alemania?
-Mi padre, al ser nativo, anhelaba vehemente volver a su país. Mi madre, por el amor que sentía hacia él, aceptó su petición. Por ello todos tuvimos que ir a Alemania.
Hizo una pausa para tomar un sorbo de agua. Quizá, al sentirse incómodo por hablar de sí mismo, debiese de refrescar su voz y su espíritu.
-Mi madre era rusa, y como ya sabes, Rusia y Alemania nunca han pertenecido al mismo bando. Por ello, la familia de mi madre no estaba a favor de que su hija contrajera matrimonio con un alemán, aunque vivieran en el país, iba contra sus principios ostentosos. Lástima que el amor vence cualquier barrera y ese casamiento finalmente se produjo – dijo con cierto tono sarcástico - . Volviendo al tema. Cuando mi familia y yo vinimos a Alemania, tuve el placer de conocer a Bill, cual parecía algo preocupado y fanfarrón, si se me permite; quizá me lo pareció porque en realidad le daba pánico tan sólo ver una jeringuilla. En mi opinión, sufría y puede que sufra de emofobia. Aunque seguramente eso para ti no carezca de mucho interés, por lo que continuo. También me enteré de que tenía una hija a la que había abandonado junto con su esposa, el pobre hombre parecía de lo más dolido. Sí, en cierto modo me compadecía de él.
Mi padre y él trabajaban muchas horas juntos, pues mi padre era una especie de científico y Bill era médico; así pues, tenían mucha información y opiniones para intercambiar. Yo siempre permanecía al margen, sobre todo cuando mi madre falleció. Siempre podía contar con ella cuando gente visitaba la casa. Yo lo aborrecía y era para mí un alivio cuando la abandonaban. Por aquel entonces, mi sueño era poder ser como mi padre, como cualquier niño ingenuo. Años más tarde me di finalmente cuenta de que las posibilidades que me brindaban mis conocimientos eran mucho más amplias que las que me brindaban ejemplos como mi padre. Por una parte, agradecí haber sido llevado a América, pues ahí fue cuando mi vida empezó.
-¿A qué te refieres con que tu vida empezó? - le pregunté con curiosidad.
-¡Ay, mi querida Izzie! - se sentó en la silla próxima a la mía y una sonrisa se dibujó en sus labios - ¿No es algo evidente? Mi padre era un impedimento para mí. Una persona que me hacía sentirme mal conmigo mismo.
-Sí, lo siento, no me había percatado – susurré mientras bajaba mi cabeza con tímida expresión.
-¿Por qué te disculpas? - él parecía tan seguro de sí mismo, que me hizo poner los pies en la tierra – Tan sólo por un momento escucha al viento silbar y recuerda en donde te encuentras ahora, Isobel – me cogió de los hombros - . Tan sólo quiero que recuerdes que esta vida es muy distinta a la que tú conocías, seguramente. Yo hago todo lo posible para que cosas como estas no pasen. Yo soy oficialmente tu pareja y no debes de sentir timidez por algún detalle del que no hayas tenido tiempo de reflexionar y por el cual, por acto reflejo, me has preguntado. ¿Cómo no entiendes que te amo y que a mí una pregunta solo me ayuda a conocerte mejor, Isobel?
-Alex, para – abrí los ojos y levanté las cejas en muestra de desacuerdo con lo que estaba diciendo.
Aunque todo lo que decía era verdad. Mi vida había cambiado en estas dos últimas semanas radicalmente. Quizá lo que pasaba era que no sabía hacer otra cosa que no fuese exasperar a Alex, por eso se comportaba así. Realmente era algo que descartaba por segundos pues él me mostraba todo su amor pacientemente a mi muestra del mío. ¿Era yo merecedora de tales halagos y privilegios? No lo sabía, lo admito; sabía que le amaba. Él aún no. Yo era demasiado inmadura para mostrárselo. Era incluso inmadura para sentir lo que sentía y padecer de esta enfermedad en la que lo único que el alma expresa es sobrecogimiento cuando esa persona está cerca o bien despiste, a veces locura y otras muchas desesperación. Nadie sabe si es hasta la muerte, por eso yo quería aprovechar bien el tiempo que como bien había mencionado hoy, escaseaba.
-¡No! - exclamó mirándome con confusión - ¿Ahora está prohibido pronunciar dichas palabras?
-¿Y por qué no dejas que por una vez las pronuncie yo? - le miré con tranquilidad mientras esperaba una respuesta.
Se produjo un silencio incómodo. No sabía lo que decir ni yo tampoco.
Era justamente lo que había pensado. No tenía ningún dato de mi sentimiento por él ya que nunca salían las palabras de mi boca.
Mi apetito se esfumó de repente invitándome a marcharme en ese mismo instante. Era una pena, pues todavía no lo pensaba hacer. Quería mis respuestas y las quería ahora.
-¿No vas a decir nada? - no toleraba este comportamiento, y eso perjudicó en el tono de mi voz.
Su mirada estaba fija en el hogar y la mía en su rostro. Parecía como si no encontrase las palabras adecuadas para manifestar su opinión con respecto al asunto.
-Me es imposible... - seguía observando con atención a la llama y con su semblante frío e inexpresivo – darte una respuesta o tan siquiera brindarte la mayor parte de mi confianza. Debes comprenderlo. Tan solo nos hemos conocido hace 14 días.
-¿Qué insinúas? - me estaba reprimiendo, pues esas palabras me dolían e impactaban en mi corazón formando una ola de sufrimiento.
-No pienso abandonarte, pues me es imposible dejar de amarte – me miró directamente a los ojos con triste expresión - . Sólo intento decirte que quizá fuese mejor que pensases en con quien sales, Isobel.
-¿Debería?
-Tal vez así cambiases de opinión en ciertos temas.
-Ahora voy a efectuar yo la pregunta, ¿cómo no entiendes que te amo y que si labrado es mi espíritu e irreflexiva mi cabeza es tan solo por tu amor? - aquel líquido salió rápido, perfecto y pasó por mis mejillas para finalmente morir en mi boca.
-Quizá no te convengo – se acercó a mis labios dejándome muy poco espacio para sentenciar estas últimas palabras.
-O quizá me amas tanto que no puedes evitar pronunciar tales palabras porque crees que no estás a mi altura – reí con sinceridad, algo que en mucho tiempo no me había sucedido.
Juraría que en ese mismo instante se quedó sin argumentos. Yo permanecía sentada mientras sus labios se acercaban a los míos con la intención de acreditar en silencio que todo lo que yo había dicho era cierto. Por ello, me besó con más lujuria que la primera vez. Este no lo creí tan tierno y especial como el otro, por eso tuve que hacer lo que tuve que hacer.
-No, apático inseguro – aparté su rostro suavemente del mío - . Pienso ser intransigente hasta que una respuesta con uso de razón salga al fin de tus labios y no me la des a través de juntarlos con los míos.
Dudó por un momento, pero finalmente condujo su moral hasta un punto demasiado bajo y, al sentirse impotente por no tener vocabulario suficiente como para aclarar mi duda, continuó con su historia.
Se aclaró la garganta antes de continuar.
-Cuando llegué a América, fue testigo de todas las diferencias que hay entre la pequeña Alemania y el gran Estados Unidos, aparte de la que acabo de mencionar. Yo viví en Nueva York durante toda mi adolescencia. En ese periodo, me dediqué a aprender el idioma y a intentar seguir las clases. Pero también se cruzó alguna chica, y tuve la mala suerte de que esa chica fuese Amèlie. Su rostro de facciones perfectas, aunque por supuesto no tanto como las tuyas, su pelo, su carácter... todo ello me hizo caer en sus redes como tu has hecho conmigo. Poco a poco, comenzamos a mantener una relación más seria que la del día anterior, hasta que llegó el punto en el que le pedí matrimonio. Ella aceptó y pronto llegó el día de la boda. No te voy a dar mucho detalles, así que seré directo. Cuando el cura estaba dispuesto a hacer la pregunta, su hermano y unos tipos entraron armados y la llevaron con ella. Desde ese momento, yo quedé destrozado. La busqué por todos los sitios pero no di con ella. Meses más tarde mi tía falleció y yo busqué trabajo y lo encontré allí, en Broken Hills. Yo era feliz porque todo volvía a ser equilibrado, hasta que me llegó aquella carta escrita en letras rojas llamativas, decía algo como: “Tal vez me hayas conquistado en un pasado, pero seguramente no sepas que hay alguien en Alemania que solicita tu ayuda. Ven lo antes que puedas, yo te estaré esperando. Firmado: la voz de tus sueños” . Cuando la leí, tuve claro que era una rastrera trampa, así que no le presté atención. Días más tarde llegaron dos billetes de avión con rumbo a Berlín y que iban en un sobre con la firma de mi padre, cual sin lugar a dudas, era idéntica. Yo, caí en su trampa. Al llegar a Berlín y acudir a la dirección indicada en el sobre, los hermanos Tompson me secuestraron y obligaron a decirme todo lo que sabía sobre el síndrome, pues querían volverse adinerados con tal información. Yo me negué rotundamente, puesto que sabía que para mi padre aquella información era clandestina por el momento para todo ser humano excepto yo. Ellos me soltaron y me dieron un plazo de 3 días para tomar una decisión final. Pero no me soltaron como a lo que denomina “libertad”, me encerraron en una casa sin ventanas, puertas (excepto una) y cualquier comodidad. Allí pensé en todo aquello detenidamente y a los 3 días les dije que mi padre nunca me había contado nada. Ellos no me creyeron (como era de esperar). Todavía me quedaba otro as en la manga, y era el del cuento de que había fallecido. Al final tuvieron que confiar en mí y guardar las balas para otra ocasión. Al poder alejarme de aquel lugar, fui a visitar a mi padre. El único sitio donde se me ocurrió buscarle fue en nuestra casa, o al menos en la que yo había vivido la mayor parte de mi niñez. En vez de hallar allí a mi padre, lo encontré a él, a Bill. Él me contó que él era un viejo amigo de mi padre que tal vez yo no recordase. Me dijo que él se había ido a Londres por temas de trabajo. Yo preferí no contarle nada de lo que me había sucedido por si no era una persona de confianza y en realidad era un astuto mentiroso. Me permitió quedarme en la casa, pues él sí que me recordaba a mí. Yo eché un vistazo por la vivienda y encontré el carnet de identidad de Bill, y supe desde entonces que en realidad su nombre era Umberto Dickens y que su nacionlidad era americana.
Alex continuó hablando, solo, porque yo no le estaba escuchando. Cuando pronunció la última frase conocí la verdad y reconocí la mentira, cuales normalmente van separadas pero unidas en un mismo punto, y es el de todo vale en la guerra continua por una supervivencia justa entre seres humanos. Por ahora mi prioridad era encontrar lo que había perdido y recalcar mi desdicha a lo largo de la cálida noche de Mayo.

10 comentarios:

  1. Toc, toc.
    ¿Hay alguien?
    Quiero caaap! :D

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  2. Como no escribas te tiro cebollas xD

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  3. Por dios! ¿Cómo te atreves a dejarme así? ¿Te he hecho algo? No me merezco esto¡ uu'
    ACTUALIZA O ME TIRO POR LA VENTANA!

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  4. Pienso comentar todos los días hasta que actualizes ¬¬

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  5. 3 semanas, 3 semanas....¡3 SEMANAS!
    Tú-me-quieres-matar.

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  6. Venga, un capítulo como regalo de fin de semana? Si? Cuela?!
    xd

    Vengaaa! Ya he vuelto del mundo de los muertos para comentarte TT_TT ahora tienes que actualizar :D

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