Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

domingo, 29 de noviembre de 2009

Mentiras y halagos

El avión cada vez se tambaleaba con más fuerza que la anterior. Quise hacer algo, pero, ¿el qué?
Me asustaba el hecho de perder todo lo que poseía, y no me refiero a lo que llevaba en la maleta. Simplemente perder la oportunidad de vivir lo que me quedaba y de olvidar lo que había vivido.
Tal vez fuese ese la razón de miedo. El hecho de morirme me era irrelevante.
El copiloto cada vez hablaba más. Seguramente para tranquilizar a los pasajeros.
Las azafatas no paraban de mandar a los pasajeros abrocharse los cinturones y agarrarse a la barra de seguridad.
Aunque pareciese algo continuo, estas advertencias sólo duraron 2 minutos. Porque, acto seguido, la tormenta cesó, y todos volvimos a nuestro estado normal.
-Vaya, ¡qué susto! - si no lo decía, explotaría.
-Sí, la verdad es que sí... - dijo él mirando hacia otro lado - Isobel, cuando estábamos en plenas turbulencias, pasó algo. Supongo que te acordarás.
-Cómo no - dije irónica.
-Pues en ese caso, debes olvidarlo todo. No lo he hecho para herir tus sentimientos, sólo que pensaba que iba a suceder algo y ya sabes...
-Sí...
¿Cómo se podía ser tan rastrero? Juraría que no fue sólo el beso. Él iba a decirme algo.
El miedo, seguramente, fuera el causante. Pero, aún así, estas cosas no se pueden hacer. Son de gente cobarde. Para pagar un taxi y parecer caballeroso, ¡claro! Pero para conquistar a una chica y al día siguiente salir con otra... Para estar con un chico mentiroso, casi que prefiero al amargo taxista en sus días de juventud. ¿Qué era lo siguiente? ¿Convertirme en su querida?
En lo que quedó de viaje, nadie dijo nada. Y eso que fueron nada más y nada menos 6 horas de vuelo.
Al llegar allí, me sentí muy aliviada por poder salir de aquel infierno. Era muy temprano, y hacía un frío tremendo.
-¿Quieres mi chaqueta? - me ofreció.
-No, gracias - si me la hubiese ofrecido antes del vuelo, igual la hubiese aceptado. Pero ahora no pensaba hacerlo.
Andamos por el pasillo metálico y llegamos al aeropuerto de Bonn. Allí recogimos las maletas y mostramos la documentación. También, se podría decir, que tomamos un aperitivo-desayuno. Yo traté de pedir tortitas, pero el camarero no me entendió. Y eso que hablé en inglés. Como no me quedaba otro remedio y parecía que el camarero se estaba angustiando, le pedí que me trajera un huevo frito con beicon. La verdad es que tenía demasiada hambre, y no pensaba cortarme. Menos delante de tal..tal.. persona con tan poco recato.
-Tienes hambre, ¿no? - como si se estuviera dirigiendo a un animal.
-Yo sí, ¿por qué? - dije, con un tono despectivo que ofendió hasta a la gente que estaba sentada unas mesas más allá de la nuestra.
-No, por nada - sorprendido, ¡qué raro! - No pretendía ofenderte.
Decidí no hablar. No podía añadir comentario con respecto al suyo.
Él no había pedido nada. Sincerándonos, no quería saber el por qué.
El silencio se mantuvo durante todo mi aperitivo-desayuno. Cuando terminé, él insistió en pagar la cuenta, pero al final mantuve un comportamiento inexpugnable y lo hice yo.
Andamos con las maletas hacia la salida del aeropuerto y cogimos un taxi.
-¿A dónde vamos? - le dije ya con un tono más sosegado.
-Verás, cuando llamé a mi padre ayer - parece mentira que lo del taxi hubiese sido ayer - , me dijo que debía ocuparse de unos asuntos y que nos acercásemos por allí mañana. Ya pedí los billetes de tren por ordenador para mañana por la mañana.
-¿Y dónde nos vamos a hospedar hoy?
-He llamado a un hotel del centro de la ciudad y les he pedido una habitación para hoy. Si te resulta incómoda su calidad, me temo decirte que has de aguantar.
-¿Es una pensión? - dije algo sorprendida, puesto que había cogido un avión tan caro y ahora un hotel tan pobre. ¿Acaso fue por la pelea?
-Todo lo contrario - dijo sonriente.
-¿No me digas que has pedido habitación en uno de cinco estrellas? - estaba algo furiosa, pero a la vez emocionada. Nunca había estado en uno de cinco.
-¿Hay algo de malo en ello?
-Pues sí - se podría decir que era una mentira sobre otra. Le mentí en que a mi me hacia ilusión, pero también me mentí a mi misma porque estaba a la vez furiosa. Era todo muy lioso.
-Ya está hecho.
-Y rehecho.
No volvimos a hablar más.
El taxi nos dejó en el centro de Bonn. Nunca me lo habría imaginado así.
Había una fuente en medio de una rotonda que soltaba chorros de agua casi cristalina. A cada lado de la rotonda, había majestuosas calles decoradas al estilo completamente actual. Una calle dirigía a un parque que, desde lo que yo podía ver, estaba adornada con bonitos árboles que, debían de ser de una especie poco común, porque no los reconocía ni los había visto antes. Pero eran de un precioso matiz rosa claro, con el tallo de un vivaz y rompedor marrón. La hierba verde, en su mayoría. Y varios bancos a los lados del camino.
Las otras calles sólo contenían tiendas. De ropa, complementos, decoración, comida rápida, etc. Una me llamó la atención porque tenía un gran centro comercial a su lado derecho.
-Colapsante, ¿no crees?
-Sí, la verdad - le sonreí como mejor pude después de la escena en el avión.
-Tienes una sonrisa preciosa, Isobel - dijo tragando saliva, como si sintiese vergüenza.
-Gracias - le dije para subirle los ánimos.
La muchedumbre hablaba en alemán, la mayoría. Pero se oían algunas palabras en inglés e incluso una persona entre mil hablaba español o francés.
Caminamos a lo mejor un kilómetro. Paseamos por aquellas calles tan modernas y, he de decir, que los alemanes en la ropa tienen estilo.
Cuando por fin recorrimos el kilómetro, nos paramos enfrente de un hotel que, más que de cinco estrellas, parecía una mansión. Se llamaba Friedlich Villa.
-Precioso - susurré.

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