Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

martes, 1 de diciembre de 2009

Se va el estresado y viene el espontáneo

Su aristocrático interior me hizo sentirme exigua. Ahora comprendía por qué alguien normal que ahorre una buena cantidad, no va a hoteles como estos aunque tenga el dinero suficiente para ello.
Aunque, quitando quejas, era muy elegante. Sobre todo por las blancas y lujosas paredes talladas a base de mármol. Había una sala de descanso para los turistas que acabesen de legar, con sillones de gran amplitud y una mesa de cristal y plástico con decenas de revistas apoyadas en ella (en su mayoría inglesas).
Unas escaleras magnas te llevaban a una aventura por todo el hotel, o más bien mansión, que jamás olvidarías. Pero siempre podías coger el ascensor, que aunque no fuera tan exclusivo, tenía su punto.
Mientras yo hacía una descripción mental, Alex ya estaba solicitando la habitación donde nos íbamos a hospedar.
Me acerqué para ver qué tal iba todo.
-¿Cómo que se ha roto? - dijo, con una mezcla explosiva de énfasis y preocupación que jamás he visto.
-Como lo oye - ese era el recepcionista. Era bastante atractivo. Alto, ojos azules, pelo rubio, y si se me permite decir, también bastante sexi. Pero eso ya son teorías... Hablaba en inglés ( o por lo menos con Alex), pero tenía bastante acento, cómo no, alemán.
-Mmm... ¿y no tenéis otra habitación disponible? - siguió él con la misma expresión con la que se había dirigido a él antes.
-Déjeme ver... - se dispuso a mirar al ordenador, pero mientras buscaba la habitación online, no podía parar de mirarme.
-¿Va con usted este chico, señorita? Si no es así, he de decir que es usted preciosa - me sonrió.
-Sí, viene conmigo; y sí, no digas más, te perdono - dijo mi amigo algo irónico.
El recepcionista lo ignoró.
-¿Cuál es su nombre?
-Alejandro Campos - ya estaba algo... cansado, creo yo.
-¡OH! - dijo como si fuera el fin del mundo - ¿Es usted español?
-Sí.
-Ah, es que yo tengo familia en España y, ya sabe, que las co... - estaba muy emocionado ¿Pero esto de qué iba?
-Muy bien, me alegro por usted. ¿Puede apresurar?
-Lo siento, sólo me queda una habitación de cama doble.
-Ah... - dijo él sorprendido.
Yo también lo estaba, la verdad.
-Ya iremos a otro sitio - se puso de mejor humor - ¿Vamos, Izzie?
-No hace falta irse. Sinceramente a mí no me importa - el hotel me gustaba. Sobre todos los efectos.
-¿En serio? - en cierto modo, se notaba que a él tampoco - Por favor, entonces, dénos el cuarto que esté disponible.
Después de mostrar la documentación, guardar números táles como el de la tarjeta de crédito, etc; subimos por las escaleras. Aunque él había insistido en ir en el ascensor, yo insistí que quería subir por aquellos escalones, también de mármol.
Me dolían bastante los pies, pues ese día llevaba tacones finos y bastante altos. Estaba deseando tirarme en la cama de la habitación, pero aún así, no me quería privar de las vistas.
Seguramente el pobre Alex estaría muy cansado; él era quien cargaba con la mayoría de las maletas. He de reconocer que me sentía algo culpable. El había sido tan amable conmigo... y yo no se lo estaba devolviendo con creces.
"Hay que ver cómo eres a veces, Isobel"
Sí, era para verlo.
Y es que, lector, cuando una persona te demuestra lo que te quiere a veces no nos damos cuenta. Y era lo que yo había estado haciendo hasta ahora. Ser desagradecida.
-Trae, Alex, déjame una de las maletas con la que estás cargando - le dije yo, con una falsa sonrisa a causa, puede ser, de la pena.
-No te compadezcas, puedo con todas - me dijo én con una sonrisa; no sé si falsa, pero si que era fruto de que se dio cuenta de que yo intentaba remendar mis errores.
No hablé más, puesto que sólo quedaba un piso para llegar a nuestro cuarto.
Cuando llegamos, el esplendor del pasillo tampoco fue para mí una sorpresa. Paredes rojas hechas a base de un material que desconocía, corredor espacioso, puertas de madera a los lados y algún que otro cuadro.
Del pasillo a nuestro cuarto había poca distancia. A Alex no se le veía nada cansado, aunque yo, por una parte, lo viese así.
Nuestra habitación era la 308, que sumando sus cifras , era la fecha de mi cumpleaños. Sólo que me faltaban dos meses para cumplir años, eso es todo.
Entramos.
-Es... dijo con los ojos como platos.
-No hace falta, Izzie, no hace falta - apoyó las maletas y soltó un suspiro de alivio.
-Lo sabía, te has cansado llevando el equipaje, ¿no es cierto?
-Por favor, Izzie, déjalo ya.
-¿Por que eres tan agradable a veces y tan insolente otras?
-No es nada, sólo que estoy estresado por el viaje, nada más.
-Mira, si es por lo del avión. No falta que te sientas incómodo - dije yo, mirando hacia otro lado - Para mí no significaron nada tus palabras.
Me quedé, por un momento, despistada mirando la botella de champán y la cama adornada con una adorable tela que era seda. Tersa y cautivadora.
-Que ya te he dicho que simplemente estoy estresado, así que déjalo ya, por favor - dijo llevándose la mano a la frente y cerrando los ojos.
-¿Eso es realmente lo que quieres que haga? ¿Dejarte a ti y a tus problemas de estrés? - le miraba fijamente mientras él me evitaba.
-¡Sí, eso es lo que quiero, que me dejen sólo! - dijo ya cabreado.
-¡De acuerdo, me voy! - mi reacción fue la misma que la suya. Tal vez fuese porque sus reacciones me afectaban.
Cogí mi bolsó bruscamente y salí de allí. No conocía la ciudad, pero con mis simples conocimientos, compraría un mapa y me alejaría, por un momento de aquel mundo de ansiedad, injusticias y problemas.
Cuando bajé por el ascensor, el chico recepcionista me guiño el ojo, pero sin pensármelo dos veces, le ignoré.
Al salir de aquel majestuoso hotel, divisé el parque y me dirijí hacia allí casi flotando del tiempo que tarde en atravesar la gran rotonda.
Al entrar allí, pude comprobar que la descripción que había hecho desde lejos habría sido exactamente con las mismas palabras que si la hubiese hecho ahora, pues el pequeño paruqe no tenía una as bajo la manga, simplemente su paz, su olor a aire puro y sus conexiones con el centro de Bonn.
"Aún así - pensé -, voy a dar una vuelta por aquí. No pienso volver al hotel hasta por lo menos dentro de una hora"
Y así hize. No fue una de las experiencias más emocionantes de mi vida, pero fue una sención que me llevó inconscientemente al romanticismo, apesar de mi soledad.
Mientras caminaba hacia el hotel, una ambulancia producía un estridente sonido que rompía la paz de aquella gente ( y de mí) y descarrilaba el chorro de agua que se expulsaba de la boquilla de la fuente para luego acabar en su borde en vez de en el montón de agua que le correspondía.
Intenté ignorarlo. Aunque no tuviese prisa por entrar al hotel, prefería pasar de largo.
Cuando entré, había más gente en recepción que cuando llegamos Alex y yo. Seguramente como ya eran las 10 de la mañana, la gente comenzaba a llegar.
Subí al cuarto, pero él no estaba.
"¿Dónde se habrá metido?"
Mmm...
"Vamos Isobel, no seas tan controladora. Déjale vivir su vida. Sois amigos, y un buen amigo no hace estas cosas"
La segunda opinión de mi mente había sido la vencedora, o por lo menos la más coherente.
Pero la primera era tentadora. Siempre me habían inquietado las ausencias de las personas con las que guardo relación.
No le di más importancia de la que necesitaba, y decidí ver si Alex había traído la tesis para releerla. Tendría que abrir su maleta, y eso era algo que me gustaba poco. Aún así, no tuve más remedio.
Cuando me disponía a abrir la cremallera, alguien picó a la puerta.
-¿Sí? - dije yo apartando rápidamente mis manos de la maleta.
-"Sey" el recepcionista del "horel" - dijo él con faltas de ortografía. Las he señalado como yo las había entedido.
-Pasa - le dije con un tono amable.
-Traigo toallas para nuestros em.. visitantes, con buena estancia.
-¿Quieres decir con buena habitación? - le pregunté reprimiéndome las ganas de reír.
-Sí, eso - me tendió las toallas sonriendo, las cogí - Tengo que decirle, señorita, que cada minuto está usted "mash" em... guapa.
-Gracias - lo dije baja de ánimos. Aunque eso no era lo que realmente quería mostrar.
-¿Le ha molestado mi "halagancia"?
-No es eso, sólo que...
-Puede contármelo.
-Estoy algo triste porque me he peleado con mi amigo y...
-¿Es el que venía con usted?
-Sí.
-Con todos mis respetos, es un "triste".
-¿Amargado?
-No sé lo que es eso, pero supongo que sí.
-No sólo estaba estresado, nada más.
-Yo le aseguro que nunca le hará eso - se acercó a mi y me besó en los labios.
Me aparté algo burda, pero se lo merecía.
-¿Qué haces? ¿Estás loco?
-Por ti.
-¡Largo, déjame sola!
-Ya te "arepentiigas", ya.
Se marchó con aires presuntuosos y cerró la puerta con fuerza. Todo era tan extraño...

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