Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

lunes, 21 de diciembre de 2009

Agonizar para sobrevivir

No me acuerdo exactamente, pero creo que me desperté sobre las 12 y media de la mañana.
Podía ver el sol filtrarse por la ventana, cálido y resplandeciente. En cambio, el ambiente de la habitación era tétrico; eso era algo que me parecía extraño, sinceramente.
Contagié de felicidad el ámbito invitando a mi compañero de "cama" a levantarse y sentir el calor y la sensación de alegría que producía tal clima. No le recordaba muy bien. Tan sólo sabía que le había visto en la pensión. Tampoco recordaba lo que habíamos hecho ayer. Eso era un tema delicado, que me preocupaba y también me estremecía.
-Hola, em... - sentía pánico por haberle tocado. Tal ves se molestase y cabrease, no lo sabía, no lo conocía.
-¿Mm? - dijo él con aún los ojos cerrados.
-Me voy - anuncié.
-No, ¡espera! - gritó y abrió los ojos, todo de repente.
-¿Qué ocurré? - me estaba vistiendo cuando dije esto.
-¿No quieres saber lo que pasó ayer? - se recompuso y apoyó su brazo derecho en el colchón.
-No, no tengo interés alguno por saberlo.
-¿En serio?
-Por supuesto.
-Bueno, sólo te voy a dar una pista. Vete a la farmacia y compra un test de embarazo - dijo sonriendo, sin motivo aparente.
-¿Qué...? - esta pista me había horrorizado.
-¡Es broma! - se rió - Pero ahora sabes a lo que me refiero, ¿no?
-A mi pesar, sí.
-Pero tranquila, aquí en Bonn, hay muchas farmacias.
-No le des más vueltas, pues ya no me hace gracia alguna.
-Está bien, relájate.
-¡No puedo relajarme! - ya estaba completamente vestida, así que me senté en el borde de la cama con mis manos en constante movimiento por la agonía.
-Sí, se que puedes.
-¡¿Cómo pretendes que lo haga?! ¡¿Con mi paz interior?! ¡Por favor!
-Si esto es una burla, córtala por lo sano.
-¡No es ninguna burla! - hice una corta pausa para contar del 1 al 10 e intentar relajarme - ¡Yo no soy el que trae chicas a hoteles después de haberlas emborrachado para convertirlas en sus prostitutas!
-¿Me estás llamando chulo putas?
-¡¿Acaso no queda claro?! - le dije sacándole la lengua, con gesto de repulsa.
-Lárgate... ¡Fuera! - gritó él.
Así hice, puesto que no me resultaba interesante quedarme ahí y soportar sus gritos ni un minuto más. Me fui, sí; esta vez, con la dignidad por los suelos.
Solicité el ascensor y, para mi suerte, llegó en menos de 1 minuto. Entré. Cuando llegué a la planta de abajo del todo (donde se encontraba recepción), salí corriendo de allí para ir directamente a la peluquería. Ya era muy tarde y seguramente estuviesen a punto de comer. Yo no iba a quedarme sin por lo menos una hora de práctica. Lo que más me apetecía en esos momentos era aprender un oficio nuevo. Por una vez, me declaro, la aventurera Izzie.

Cuando entré en el local, ya eran las 12 y 36 minutos. Había que contar que yo del hotel salí a las 12 y 17 minutos. Así que, valorando el tiempo que solía tardar, gracias a mi mapa y a mi reloj conseguí llegar rápido por un día.
Cuando vi a Nicky, me acerqué a ella con apuro y también, con vergüenza.
-Hola, siento llegar tan tarde - le intenté mirar a los ojos, pero me resultó imposible, pues me esquivaba con la mirada.
-No pasa nada - finalmente, me miró a los ojos y observé que su cara estaba repleta de quemaduras de al menos 3er grado.
-¿Qué ha pasado? - le dije apenada, ya que era espantoso ver a alguien con síntomas de los que ayer no tenía rastro, y más como esos.
-Nada... - comenzó a sollozar y dejó caer varias pinzas a su alrededor - Sólo que ayer Hildenberg...
-¿Él te hizo esto?
-Sí. Pero, por favor, ¡no le cuentes esto a nadie!
-Está bien, no lo haré.
-Verás, ayer... - se percató de que había tirado unas pinzas y, en cuanto llegó un hombre fornido a la habitación, las recogió - Patty y su marido se estaban peleando por que ella no quería dejarle su peluquería a él. Cuando oí unos gritos bastantes agudos - entre ellos alguno que pedía socorro - me acerqué para ver lo que estaba sucediendo. Al ver la escena de Hildenberg pegando a su esposa, intenté pararlo, pero él es mucho más fuerte que yo, así que con un codazo me arrojó al suelo. Yo me volví a levantar e intenté salir de la habitación para coger el teléfono y llamar a la policía. Él se dio cuenta de lo que yo quería hacer y me lo impidió. Tras cansarse de forcejear e incluso llegar a usar la violencia con Patty, él sacó un mechero y prendió las cortinas en cuestión de segundos. Ella y yo intentamos salir corriendo, pero nos encerró, obviamente con él fuera. Nosotras intentamos salir derribando la puerta, pero no teníamos la fuerza suficiente. Intentamos apagar el fuego con un objeto de la habitación cualquiera, pero no resultó. Lo intentamos con varias cosas, pero ninguna funcionaba. Un hombre nos vio por la ventana del despacho y entró rápidamente en la peluquería y abrió la puerta para que pudiésemos salir. Fue muy amable de su parte, pero desafortunadamente, el fuego consiguió producir daños en algunas partes de nuestro cuerpo.
Hoy nos ha llegado una carta que informa de que Hildenberg es el propietario oficial de este local así que, según sus órdenes, debemos desalojar el local con todo el personal y sus artilugios. Siento tener que comunicarte esto, pero creo que te has quedado sin trabajo. Tú y todas nosotras.
Eso fue un gran golpe para mí. ¿Cómo iba a pagar ahora la pensión? ¿Y mis deudas? ¿Cómo iba a regresar a Broken Hills sin tan siquiera un billete de avión? He de reconocer que todo esto me había fastidiado, y mucho.
-No pienso ser la pesimista, pues no es mi especialidad. Pero, ¿tú que vas a hacer ahora que te has quedado sin trabajo? Porque yo, sinceramente, me siento ambigua como para ponerme a pensar.
-No quiero hablar de eso ahora, Izzie - intentó sonreír, pero lo único que salió de su alma fue un llanto inconfundible a los demás. No sabría expresarlo a la perfección, pero fue un llanto por la desgracia ajena. Y aunque aquí la mayoría de los lectores estén pensando en un entierro, debo decir que es algo parecido pero no es lo mismo. En un entierro, se llora - según mi punto de vista - por ti. ya que sabes que sin esa persona estarás solo y sin ayuda, y eso te apenada por ti mismo. En cambio, el llanto de Nicky, era claramente por Patty, que se sentía amenazada por su marido. Eso le afectaba.
-Bueno, no pasa nada, dejemos el tema - yo la verdad, no tenía más que decirle.
-Gracias - dijo mientras se sorbía la nariz.
-Has de calmarte, Nicky - acredité mientras frotaba su espalda para que se recompusiese.
-Me es imposible, entiéndelo.
-Lo entiendo, sólo que pienso que debes calmarte. Por tu bien y por el mío.
Súbitamente, el hombre que había visto antes anunció lo siguiente:
"Por favor, recogan todas sus cosas. Vamos a desalojar el local en menos de 20 minutos. Repito: por favor, recogan sus cosas. Vamos a desalojar el local en menos de 20 minutos".
Decidí marcharme antes de que comenzasen a desalojar el local. Nicky y yo nos dimos un abrazo amistoso, aunque apenas nos conocíamos hace unos 3 días. Ella me dio su número de teléfono y yo le di el mío, así no perderíamos el contacto.
Salí de esa peluquería que yo sabía perfectamente que tarde o temprano volvería a pisar. Tenía la curiosa certeza de que lo iba a hacer, no sé por qué.
Caminé hasta el portal de ayer donde predecía que habían distintas clases de taxis apiladas para formar un gran servicio al cliente. Eso me beneficiaba, ya que yo me movía por Bonn y sus alrededores en taxi.
Como siempre, cogí uno cualquiera. Me valía con que en el cartel de información trajese "Frei", que era libre.
El taxista era otro de los muchos que no sabían una pizca de inglés. Tuve que utilizar señas, cuales él entendió a la perfección sin yo tener la necesidad de usar el mapa. En ese momento reflexioné y caí en la cuenta de que cada vez me estaba acercando más a la evidencia, que era que yo tenía el "síndrome". No me podía creer que él hubiese estado en lo cierto durante todo este tiempo, que sus obstinaciones y reproches puediesen haber servido para algo. Tan sólo una mínima parte de mí le odiaba. ¿Qué debía o podía hacer? ¿Huir y desistir? ¿Mezclar sentimientos? Antes de renunciar a amarle, prefería la opción de la autodestrucción con un mortero.
Aún así, hoy tenía que ir a casa del señor Fenessy para comenzar con el tratamiento; le exigiría un vistazo rápido de los resultados, por si había algún error y realmente yo no tenía aquel "síndrome".
El hecho de ternerlo (si es que lo tenía) me era indiferente, es decir, que no cambiaría el ritmo normal que abarcaba mi vida. Ni tampoco cambiaría mi modo de hacer las cosas. Si lo tenía, bien, si no, también.
"Ojalá no tuviese tantas preocupaciones" pensé.
En ese momento, escuché como las ruedas frenaban estrepitosamente indicándome que el taxi ya había llegado a su destino. Yo le tendí el billete en dólares, al él decirme la cantidad en euros. Bajé del mismo algo agotada por el día que estaba llevando, aunque no me hubiese movido de un lado para otro en exceso.
Hoy la pensión la notaba más distante que otros días. Debía de ser porque, al acercarse el frío, los páramos empeoraban, creando un aspecto lóbrego hacia la pensión.
Yo, sin embargo, no tuve más remedio que entrar.
Estaba todo relativamente en calma, salvo por la freidora de la cocina, que se oía demasiado.
Husmeé por el corredor y comprobé que todas las habitaciones estaban desalojadas.
"¡Qué raro!" y era verdad, todo era muy extraño.
Decidí ignorarlo por un tiempo porque no se le debía dar más atención de la que se merecía. Entré en mi habitación; para ello tuve que recorrer todo el pasillo de nuevo, pues estaba al principio del todo y yo me encontraba justo al final.
Cuando abrí la puerta, vi claramente que debía de ordenar un poco la habitación, puesto que resultaba casi imposible encontrar algo en especial, y eso no les ayuda a la mayoría de las personas.
Me dispuse a recogerlo todo. Lo conseguí en tiempo récord prácticamente, ya que tampoco estaba tan desordenada. Tras esto, cogí el ordenador y me eché en la cama. Lo encendí y esperé a que el sistema se preparase. Fue una espera incómoda, pero mereció la pena, pues en el chat estaba conectada Erin.
-¡Hola! - escribió ella con seguramente más entusiasmo que yo.
-Hola, Erin.
-¿Qué te pasa? Te noto baja de moral.
-Y yo a ti muy alta.
-Sí (guiño). He conocido a un chico tan sólo hace unas horas. Pero te aseguro que es el amor de mi vida.
-¡Erin, por dios! ¡Qué estas embarazada!
-Yo te recuerdo que has escapado con un chico sin tan siquiera conocerle, así que ya me dirás tú quién es aquí la inconsciente - he de reconocer qie ahí estaba en lo cierto.
-Mira, no empecemos con lo del otro día.
-Tienes razón, perdón...
-Bueno, es igual. Y ahora dime, ¿ a quién has conocido?
-Verás, yo estaba tan tranquila dando un paseo por el parque con algunos apuntes que quería revisar allí. De repente (intencionadamente) , se me caen todos los apuntes justo cuando pasa él. Te juro que al verle caí rendida a sus pies. Alto, rubio, ojos castaños... Increíble, en una sola palabra. Bueno, en eso cuando se agacha a recoger todos mis apuntes, le vi... bueno, ya sabes. En ese momento descubrí la atracción que sentía por él. Desafortunadamente, se fue antes de que pudiera invitarle a tomar algo. Sólo se que va a pasear allí todos los días a la misma hora. ¡Ojalá haya suerte!
-Erin...
-No me digas más, te parece alocado.
-No es eso, sólo que creo que ese al que me describes es mi primo.
-¡¿Qué?!
-Y además tiene novia.
-Por favor, Izzie. Estoy casi segura de que no es él.
-Hazle una foto cuando le veas y salimos de dudas.
-Vale. ¡Ah, lo que te iba a preguntar! ¿Por qué estás así?
-Así... ¿cómo?
-¡Vamos, sabes a lo que me refiero! Así tan... amargada, triste, ausente.
-No estoy de ninguna de esas maneras.
-¿Ah, no?
-No.
-¿Entonces?
-¿Qué?
-¿Cómo te sientes?
-No puedo decírtelo. Igual sólo te puedo dar un adjetivo: traicionada.
-¡El chico con el que fuiste a Alemania tenía novia o se ha ehcado una allí? - como aborrecía que diese en el clavo.
-No, no es eso. Bueno, puede ser que una parte, pero...
-¡¿Qué me estás contando?! ¡¿Entonces entre vosotros habia feeling?!
-¡No! Solamente éramos amigos, porque él me habçia encontrado por la calle y...
Tuve que dejar de escribir porque me lo impidió otro comentario suyo.
-¡Qué mal se te da mentir! Y eso que estamos en el chat...
-Por favor Erin, dejemos el tema que si no me desconecto.
-Vale, vale.
-Bueno, dime, ¿qué tal va todo por ahí?
-"Ay", te tenía que contar algo pero... ¡Ah, sí! ¡Zoey y el profesor de ética están saliendo juntos!
-¡No me lo puedo creer! (Risa)
-¡Créetelo! ¡Si se lo pidió el profe y todo!
-(Risa)
-(Risa)
-Esto es... esto es...
-¡Impresionante!
-¡Alucinante!
Yo, por lo menos, comenzé a reir. Era algo que me ponía de tan buen humor que me producía la risa.
-Bueno, Zoey está más contenta...
-¡Cómo para no!
-"Ay", Izzie.... tengo que ir al baño. Creo que no voy a volver en por lo menos dos horas... Desconéctate, si es preciso. Adiós.
-Pero... ¡Erin!
Se desconectó.
Seguramente haya ido a vomitar. NO me extrañaría lo más mínimo.
Miré mi reloj. Ya era la 1 y media. Decidí ir a comer al funesto comedor, mas, ¿qué otra cosa podía hacer?
Apagué el ordenador y estiré las piernas, pues después de estar una media hora con el ordenador, siempre sentía pinchazos. Me dirigí hacia la puerta con cuidado de no producir más "hormigueo" (entre comillas).
Al pasar por recepción, no se encontraba la chica francesa; eso sí, la vi en el comedor preparando comida.
-Mademoiselle, le repas est prête.
-Merci.
Cogí asiento en la mesa más cercana al mostrador y la recepcionista me sirvió la comida. Era, cómo no, carne con patatas.
"Que deprimente" lo era, realmente.
Empezé a comer con desgana por la constante repetición de platos sencillos y que repiten. Seguramente lo más fino hubiese sido marcharme con educación y comer en un restaurante en el centro de Bonn. Pero definitivamente no era lo más educado.
Me acabé el plato y me levanté para lleverlo a la barra. Desde ahí, me despedí de la chica francesa y fui a la ducha de la pensión, para asearme un poco y cambiarme de ropa. En hacer esto tardé tan sólo 10 minutos.
Acto seguido, preparé mi bolso y puse rumbo a la mansión Fenessy, como siempre, a modo pedestre.

Al llegar allí, llamé sutilmente a la puerta.
-¿Quién es? - gritó una mujer (que era Austrie) entre llantos.
-¡Soy yo, Austrie! ¿Qué ocurre?
No obtuve respuesta, por lo que me atreví a pasar directamente.
Cuando entré, encontré a Austrie llorando y pidiendo ayuda a gritos.
-¿Qué sucede? - me acerqué a ella con sigilo, para no alarmarla. Intenté parecer tranquila, pero en mi interior me sentía agobiada.
-El... seño..r Fe..ness...y - dijo ella, balbuceando como si estuviese poseída y con la mano en el pecho, seguramente por la agonía que sentía ella también. Me señaló el pasillo con el dedo índice de la mano derecha.
Yo corrí hacia donde ella me indicó, con una carga que me impedía ir muy rápido, por cierto. Miré en todas y cada una de las habitaciones. Finalmente, miré en el despacho y los encontré. Lucas estaba a su lado intentando reanimarle. El señor Fenessy estaba tirdo en el suelo, con la mirada perdida y con un gran charco de sangre a su alrededor.
"¡Ayúdales!" gritó una voz en mi interior. Que yo aseguro, por lo más sagrado, que no provenía de mi mente.

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