Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

viernes, 25 de diciembre de 2009

De como la gente nunca pierde el tiempo

Abrí los ojos con cuidado. Estaba postrada en una cama de un colchón algo duro que me provocó dolores de espalda. A mi alrededor, se podían ver varios cazapesadillas y objetos que creaban distintos rituales de los que mucha información no tenía en ese momento. También había un armario hecho con madera y hierro, y como no, dos mesitas de noche a cada lado de la cama; con esta descripción se podía afirmar que la habitación era espaciosa, y también que se utilizaba para practicar distintos ritos.
Dejando atrás lo parapsicológico, no tenía ni idea de dónde me encontraba. Pero tenía un vago pensamiento de que los inquilinos de la cabaña que había divisado anoche me habían acogido en su casa. Como me sentía en condiciones para levantarme, lo hice.

Anduve por un pasillo hecho de bambú que, como en la pensión, también conducía a ciertas habitaciones. Las ignoré, pues seguramente alguien deambulase por el salón, cocina o recibidor (si es que la cabaña tenía recibidor, claro). Efectivamente. Una mujer mayor de estatura baja, pelo gris y figura ensanchada preparaba una especie de mejunje en la cocina. No tenía otro remedio que interrumpirla, pues necesitaba salir de allí y por lo menos quería saber que había sucedido ayer al amanecer.
-Perdone... - me acerqué a ella con sigilo.
Se volvió en mi dirección.
-¿Qué haces despierta, niña? - su expresión era desabrida, algo que me irritaba – Tan sólo has dormido 4 horas.
-No quiero dormir más, señora – yo también fui desagradable – Quiero saber lo que pasó anoche.
-Pues mira, básicamente te encontramos tirada, te recogimos y dimos cobijo.
-¿Ustedes viven cerca del lugar en el que me encontraron?
-Sí, prácticamente al lado.
Ahora tenía claro que eran los inquilinos de la cabaña que había visto ayer lo lejos.
-Y, una curiosidad, ¿cómo sabe usted tan bien el inglés?
-Toda la familia somos inglesa, incluida mi generación y la de mis bisnietos.
-Yo soy americana. Vengo de Broken Hills.
-¿Y qué hace una americana en Alemania? - se dio la vuelta de nuevo y prosiguió preparando el mejunje.
-Verá, es una larga historia.
-Entonces no me la cuentes.
Yo había pensado que quería totalmente lo contrario. Era para ver y admirar los distintos comportamientos que puede tener una persona en momentos determinados.
-Esta bien, no lo haré – dije, maldiciendo todo lo que me había pasado mientras lo rememoraba.
-Si quieres irte ya, no hace falta que te despidas de toda la familia o nos des las gracias. Tus cosas están en la habitación en la que te has hospedado.
Se notaba que a la “agradable” anciana no le había caido bien desde el primer momento en el que me vio.
-Para mí no hubiese sido ninguna molestia – le dije dócil – Pero si para usted es un inconveniente, apartaré la idea de mi cabeza.
-Me alegro – contestó con sorna – Ahora, si no te importa...
No estaba segura, pero me parece que en ese mismo instante había acudido a la despensa a por más ingredientes para la “receta” que estaba preparando.
Yo me alejé de allí agradecida por no tener que entablar una conversación con ella durante más tiempo. Ni yo le caía bien a ella ni ella a mí, así que, ¿para qué darle más vueltas?
Recorrí de nuevo aquel pasillo que además tenía un adorable olor a pino, quizá por algún ambientador que estaba colocado en el techo o la pared cuál no vi, por cierto.
La habitación en la que me había hospedado esa noche estaba al fondo del pasillo. Entré incómoda porque sabía que nada era de mi propiedad y que además era desconocida, que a más o menos todos los efectos era lo mismo. Recogí todas mis pertenencias y me cambié de ropa, cuál cogí de mi amplio bolso.
Salí de allí con cuidado de no mover a nadie de su posición actual y hacerlo salir al pasillo. Cuando llegué al recibidor (y comprobé que realmente había uno), no dudé en salir de aquel lugar inmediatamente ni un sólo instante. Al percibir el dulce aroma del campo, intenté no distraerme con el mismo para poder coger un taxi lo antes posible. Afortunadamente a esas horas circulaban bastantes coches, por lo que debería de haber algún taxi también.
Mientras caminaba, mis ánimos decrecieron de golpe al recordar que aquel camino duraba 15 minutos andando hasta la carretera. Aunque, mirándolo por un lado optimista, así me relajaría anímicamente. Pero también he de decir que mi mente no había alejado aquel espantoso sueño de ella, y que todavía lo llevaba conmigo. Esa chica me era familiar... era...
“¡Nicky!” de repente me vino ese nombre a la cabeza.
Podría ser que sí, y podría ser que no.
En mi sueño, ella era muy joven, tal vez 19 años. Ni cky definitivamente tenía unos 25. Que yo sepa, una persona no puede imaginarse a otra años atrás sin haberla visto con una edad más temprana a la actual. Sería algo ambivalente. O bien yo estoy loca o tengo poderes sobrenaturales, puede ser que tenga más acepciones, pero no quería ponerme a pensar en ellas ahora.
Y si realmente la de mi sueño era Nicky, es que mi imaginación había llegado a un límite muy extremo. Pues él en su carta decía que se había besado con esa chica en la discoteca porque al estar borracho tuvo un lapsus que le inclinó a pensar que era yo, o al menos así lo había interpretado. Nicky y yo no éramos exactamente parecidas; aunque la fantasía suela ser ambigua, realmente. Me chocaría que fuese ella, pues eso me llevaría a pensar que ellos se conocían de algo, y que tal vez hayan mantenido una relación en el pasado. Ese pensamiento no me resultaba placentero para nada.
Sin darme cuenta, avisté la carretera principal. Pude comprobar que circulaban coches en exceso, generalmente denominado como tráfico. Eso tampoco me beneficiaba, pues ahora ningún coche podía llegar a su destino en el tiempo que se tarda regularmente. ¿Cuándo conseguiría llegar al hospital? Todavía no tenía el dato, sinceramente.
Al llegar al arcén, pude ver claramente un coche amarillo chillón que estaba libre. Corrí hacia el por miedo a que alguien subiese antes que yo o me lo arrebatase. Aunque eso era poco probable, con la experiencia traumática que pasé anoche, estaba dispuesta a todo.
-Hallo – dije mientras subía.
-Hallo, wo finde ich tragen?
No entendía a la perfección el significado de esa frase, pero supuse que quería decir: “¿A dónde la llevo?” Así que, dije sólo la palabra clave.
-Brucher Hurt.
Pareció que el taxista me entendió, pues arrancó al segundo de yo decir esto.
El trayecto no fue especialmente largo, quizá 20 minutos fue lo que duró, contando el abatido tráfico también. Pagué al taxista en dólares, pues no me quedaba otro remedio. A él no le complació, pero tampoco podía hacer otra cosa. Cogí mi bolso y salí del vehículo.
Cuando ya estaba en el exterior y el taxi se había ido, observé tranquilamente el hospital desde mi posición mientras caminaba tranquilamente por la acera. Era un hospital algo escalofriante. Estaba hecho a base de piedra de un matiz gris apagado, era también rocoso, por consecuente. El marco de las ventanas era gris, pero más claro. La gente que salía y entraba de allí parecían verdaderos zombies, sin sentimientos ni nada que les emocione. Sólo con el deber de comer, beber, dormir y trabajar. Lo que menos me gustaría, si me dedicaba a la medicina en vez de a la filología inglesa en un futuro, sería trabajar en aquel hospital.
Con mi descripción mental ya hecha, caminé firme y decidido hacia la entrada. El interior era un poco diferente al exterior.
Todo era frío, quiero decir, sin decoración ni nada por el estilo. Pero debo de decir a su favor que los aparatos, sillas, etc era muy moderno; todo de última tecnología.
Me acerqué a recepción (que estaba detrás de unas paredes de cristal y la sala de espera, donde todo era blanco, hasta las paredes), allí me dirigí a una chica de estatura media que llevaba un gorro blanco. Parecía amable y sonriente.
-¿Paciente Bill Fenessy? - esta frase la dije gramáticamente mal porque no sabía si la chica sabría inglés.
-Hablo inglés, ¿sabes? - dijo entre risas.
-Ah, bien – reí yo también por el ridículo que acababa de hacer.
-¿Qué desea?
-Verá, quiero visitar al paciente Bill Fenessy. ¿Me puede indicar dónde se encuentra?
-Sí, em... un momento – tecleó rápidamente en el ordenador apoyado encima de la larga mesa – Aquí. Bill Fenessy. Planta quinta, habitación 112.
-Muchas gracias.
-De nada – sonrió levemente.
Con esta información como guía, me concentré en entrar en el ascensor que se hallaba al lado de recepción. Lo solicité impaciente, ya que tardaba demasiado en venir. Finalmente, la puerta se abrió delante de mi persona y yo entré con los puños cerrados por puro nerviosismo y ansiedad. Nadie me acompañaba en el trayecto hasta la planta número cinco ni a ninguna otra, eso para mí era un alivio.
El ascensor llegó a su destino en una velocidad trepidante. Las puertas se abrieron de nuevo y yo di unos pasos hacia delante dejándolas atrás.
“Habitación 112... habitación 112...”
No me fue fácil encontrarla, pero al final lo logré. Era una habitación como muchas otras, sólo que distinguida por el número escrito en la puerta. El corazón me dio un vuelco cuando rodeé el pomo con la parte palmar de mi mano. Sin embargo, me sentí bien al abrir la puerta.
Aunque no me sentí tan bien al ver lo que estaba sucediendo.
Ella, como una loca, le estaba arrancando lo más preciado que tenía: su vida.

2 comentarios:

  1. Creo que el otro comentario te lo deje justo cuando actualizaste xD
    Madre mía! cómo se está poniendo esto!
    Jujuju. ACTUALIZA! xD

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  2. Se supone que tiene... más de 20 xD Pero no especifico más por si las moscas (jum)

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