Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

jueves, 24 de diciembre de 2009

Pesadillas para mí, ilusiones para ti

Salí corriendo de allí con todas las pruebas en mis bolsillos y con el corazón en la garganta.
Lo mejor seguramente hubiese sido llamar a la policía; aunque estos me hubiesen dicho que con tan pocas pruebas el asesinato no era inminente. Usando esta conclusión como guía, saqué otra: debía de descubrir yo sola lo que ocurría en la mansión Fenessy.
Al salir, cerré la puerta con la llave, cuál por supuesto me quedé. Caminé hasta la pensión todavía algo nerviosa por lo que había hecho. Se podía decir que había tenido un comportamiento pérfido, puesto que realmente no sabía lo que estaba sucediendo.
Mi mente desconectó mientras caminaba por las ya oscuras carreteras. El arcén nunca me brindaba estabilidad ni seguridad, más bien me hacía encogerme y apartarme de los coches lo más que pudiese. Eso me hizo volver a mi estado nervioso e insufrible, del cual nadie responde si se le pide atención o precaución. Es un sentimiento que decrece y aumenta, sin aviso previo. Casi podía sentir como el bisturí que llevaba en el bolsillo me cortaba una pequeña parte de mi cuerpo, y me embadurnaba de sangre para luego descuartizarme; no me gustaba llevar un bisturí en el bolsillo, y menos cuando me sentía de esta manera.
“Deja de pensar en asquerosidades y avanza, debes de ir al hospital” la voz me poseía. Todo lo que decía ella me obligaba a hacerlo a mí. Con esta orden, partí desde mi posición hasta la pensión fluido y rezumado.
Al entrar, el tal Jared se encontraba en recepción ligando con la chica francesa de una manera tan vulgar que si no le conociera me parecería que era un verdadero calamocano. Una calamocano que habla francés.
-¿Te désire célébrer une fête cette nuit?
-Oui, oui – la chica rió.
No podía soportarlo más, así que me alejé de aquel lugar dispuesta a coger todo lo que fuera imprescindible para ir al hospital. Ni la recepcionista ni Jared me miraron, tan sólo se miraban ellos dos con un semblante que me indisponía. Simplemente lo ignoré y continué caminando a paso ligero para llegar a mi habitación. Al entrar, vi que por lo menos estaba más ordenada que la última vez que puse un pie en ella. Eso me alegraba y también me quitaba un peso de encima, porque ahora podía encontrar todo lo que estuviese a mi disposición. Así que cogí la tarjeta de crédito, un poco de ropa y mi cepillo de dientes; todo ello por si me iba a quedar allí esta noche a hacerle compañía a Bill.
Metí mis cosas en un bolso que había traído de un tamaño considerable, allí me cupo todo. Con este único equipaje como ayuda, salí de la insoportable pensión. Allí aguantaba sólo una pequeña parte de lo mucho que se puede imaginar el lector.
Todavía estaba más oscuro que antes. La noche ya inundaba a sus habitantes con un suave pero rompedor azul oscuro que destacaba aún más debido a pequeños puntitos blancos que daban un aspecto más animado a tal paisaje que ocupaba mayor parte de la escena.
Yo caminé esperanzada. Estaba casi segura de que por allí pasaría algún taxi; esa vez, lamentablemente, me equivoqué.
Caminé una media hora y no vi ningún vehículo amarillo chillón. Ya había pasado incluso la mansión Fenessy. No sabía dónde estaba, ni siquiera con la ayuda del pequeño trozo de papel que había comprado tan sólo hace unos días. Me encontraba confusa y desprotegida, sobretodo por tener que andar por el arcén y por la oscuridad, que me impedía el paso. Sólo me tranquilizaba el dulce aroma a sal que provenía de una playa más abajo. También veía alguna que otra colina y algún que otro túnel hecho de modo natural, es decir, por roca. Todo esto me resultaba acogedor, y me invitaba a escaparme de donde me encontraba y olvidarme de lo que debía de hacer en ese momento. El señor Fenessy estaba mal, y eso era evidente. Aún así, su enfermedad no me pesaba tanto como la mía, que se suponía que era el síndrome. Tan sólo sentía algo de miedo por su persona, por si sobreviviría o no. Pero, aunque existiera esa posibilidad, yo estaba casi segura de que nada de eso sucedería. Yo no era muy intuitiva, pero en este tema estaba segura. Yo sabía que el señor Fenessy era fuerte (aunque apenas le conociese) y que aguantaría todo lo que le hiciesen. Tanto como si era una operación a vida o muerte o como si no. Se podía decir que confiaba en su espíritu, pero aún no me sentía con la fuerza suficiente como para confiar en él. De hecho, desde que pasó lo que pasó, desconfío de todo el mundo. He de reconocer que sentí algo de miedo cuando fui a la cena con Jared, pues no le conocía de nada y no sabía lo que podía pasar. Al día siguiente, supe que nunca debí de haber acudido a esa cena, que me iba a hacer daño y que no merecía la pena absolutamente para nada. Acerté.
También desconfié de Austrie y sobretodo de Lucas nada más conocerlos. Puede que al principio a Austrie la justificase por ser tan amable y atenta con todo el mundo, pero al que nunca justifiqué fue a Lucas, ya que fue muy desagradable la primera vez que hablamos y también la última. Ahora estoy casi segura de que ellos dos no son de fiar, que algo extraño sucede. Lo mejor que podría hacer es mantenerlos alejados de mí, pues si puede que hicieron lo que hicieron con el señor Fenessy, no dudarán en hacerlo también conmigo. Sinceramente aún no tengo ningún hecho que constituya que ellos dos han cometido un crimen, pero tiene que haber alguna idea que me lleve a pensar que lo han hecho desde un punto de partida con uso de razón. Tal vez no sea la Sherlock Holmes de nuestros tiempos, pero nunca se me ha dado mal descubrir lo que ha hecho la gente y por qué, eso sí, no en situaciones tan extremas como esta que se me presenta ahora.
Dejé de pensar en la situación actual a la que se enfrentaba mi vida y me concentré en encontrar el hospital. Desafortunadamente, no había traído el móvil conmigo, así que no podía realizar ninguna llamada. Por la carretera en la que me encontraba no pasaba ni un sólo coche, algo que me pareció muy raro. Tampoco estaba del todo iluminada, así que no sabía a dónde ir. Había cuatro caminos que conducían a distintos lugares. No podía ver lo que estaba escrito en los carteles, y aunque lo viese, no lo entendería pues seguramente estaría en alemán. Tampoco me podía basar en mi mapa, pues no se incluía esta zona.
Mis únicas opciones eran buscar ayuda o esperar a que amaneciese. Primero buscaría ayuda, si la encontraba, ya estaría casi todo solucionado; pero también había que contar que clase de ayuda me encontraría por esos extraños parajes...
Me dirigí hacía un campo que estaba a un kilómetro (más o menos) pero que se podía divisar desde mi posición. Igual allí encontraba una cabaña o algo por el estilo.
Comenzé a caminar a un paso algo rápido para la luz de la que diponía. No sabía con qué tipo de roca o animal me podía encontrar, pero he de decir que me convenía, porque así llegaría antes.
Estaba muy cansada para la distancia a la que me hallaba, seguramente debiese de haber parado a repostar en cualquier lugar de las frías rocas y la embarrada tierra; me repuganaba, así que no dudé en apartar esa idea de mi cabeza. También tenía un hambre voraz, pero que no podía calmar en ese momento, pues tampoco había brindado comida. Lo único que tenía era un tubo de pasta de dientes que no pensaba ingerir.
Seguí caminando y a medida que avanzaba veía con más claridad un rastro de luz que provenía del campo. Tal vez yo estaba en lo cierto y allí había una pequeña cabaña con habitantes en ella. Me moría de ganas por recostarme en un cómodo sillón (que tampoco esperaba que me ofreciesen) y calentarme las manos al lado del fuego, y por supuesto comer algo, lo que fuese con el tal de llener un poco mi estómago.
El equipaje, aunque que fuese poco y cada cosa en si tuviera un peso moderado, me pesaba y me molestaba para caminar. Me sentía cansada, no sólo por el mismo, si no porque la clandestinidad me corrompía las emociones. En Broken Hills siempre tuve la libertad de salir con mis amigas a la ciudad y expresarme, la verdad es que aquí sólo me siento atada. Siempre dependo de alguien, aunque yo no lo quiera así. No me dejan independizarme. Y a veces no es intencionado, simplemente que no puedo tener lo que quiero. Simplemente que otras personas me descarrilan y me hacen depender de otras, rompiendo el curso normal de mi vida. Sí lector, tú sabes de quien estoy hablando. Por él, he tenido que cambiar muchas cosas. Ahora estoy donde estoy.
Me di cuenta de que llevaba su carta en mi bolso, la releí y me percaté de que su solicitud era imposible para mí de cumplir. Había estado pensando en aceptar y huir con él si volvía o nos reencontrábamos en el futuro. Yo tenía la ilusión de que eso sucediese. Ahora, se ha apagado de repente dejándome inauditamente aniquilada. Yo soy una demente, me describo sencillo y rápido.
Me eché en la hierba de un color verde vivaz. Necesitaba un poco de paz.
Al sentarme allí, dejé que unas lágrimas escaparan de mis ojos, quizá cubriendo de un falso rocío los prados.
Ahora me costaba divisar la luz y el campo. Lo observaba todo con una melancolía que cruzaba la vista con mis sentimientos.
“Levántate y deja de llorar como una condenada” rechistó la voz.
Me concentré en contestar a ese comentario.
“No sé quien eres, así que no pienso hacerte caso”
“Nunca sabrás quien soy, no puedo decírtelo. Pero has de confiar en mí y pensar que soy alguien que sólo quiere que mires por ti misma y sobrevivas a la lucha a la que estás sometida contigo misma”
Esa voz dejó de hacer comentarios. Yo no pensaba reclamar respuestas como una esquizofrénica. Sólo volví a mi estado empedernido y decidí secarme las lágrimas que había derramado por... ¿quién? No por él, lector, si no por mí.
Me levanté con dificultad de mi posición y continué andando, o más bien arranstrándome. Miré mi reloj y comprobé que ya eran las 11 y 17 minutos de la noche. No era muy tarde, pero no confiaba en mi perspectiva. Quizá el campo de cabaña y luz acogedoras fuese obra de mi imaginación. Aunque yo rezaba porque realmente no fuese eso.
Me dolían los ojos cuando pestañeaba. No podía hablar, pues tenía la boca seca y, todos mis intentos de avanzar algo fueron en vano. ¿De verdad estaba en condiciones para proseguir con mi dura caminata? No lo creía en absoluto. No esperaba ni siquiera continuar consciente, aunque tampoco me inclinaba por la opción del óbito.
Me caí en picado al suelo, estampándome contra la fina hierba de los prados. La caida no me proporcionó ninguna ayuda, pues no me podía mover y no tuve más remedio que estirar mi cuerpo de modo que pudiese calentarlo y mantenerlo vivo. Agradecía al menos no haber caído en las rocas y la tierra que acaba de pasar hace cinco minutos. Por lo menos aquella hierba era como un manto que cubría la parte inferior de mi cuerpo y era capaz de mantenerla en calor.
“¿Qué haces ahí parada? ¿No ves que si no te levantas te puedes morir? ¡¿Esperas que alguien venga a recogerte?!” la inoportuna voz regresó a mi mente, irrumpiendo mi deseo de morirme de una vez con el tal de no soportar el dolor que sentía.
Súbitamente, dejé de escuchar sonido alguno. No escuchaba ni al viento silbar ni a la voz molestándome. Sólo lo comencé a ver todo oscuro, hasta que tuve un sueño.
En el sueño estaba él. Estaba sentado en un sillón de cuero de color de rojo, leyendo un libro al lado del fuego y tomando una copa de vino. De repente, apareció una chica. Era alta, rubia y de ojos azules. Se acercó a él y le dio un beso apasionado. Él la invitó a sentarse en el sofá que estaba al lado del sillón, cerró su libro y se arrodilló próximo a ella. Sacó una cajita pequeña, azul oscura, cuadrada y que parecía de terciopelo. La abrió conforme a la vista de ella, es decir, para que la viese bien. Su contenido era un anillo bañado en oro y de compromiso. Ella le sonrió dulcemente y él le colocó el anillo en el dedo anular de la mano derecha. Él la miraba como si fuese el amor de su vida, y ella también. Y yo viendo esa escena, feliz y bonita para ellos y triste y estremecedora para mí.

2 comentarios:

  1. Actualiza! Actualiza! Actualiza! Actualiza!
    Llámame despistada pero, ¿cuántos años se suponeque tiene Alex? xD

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  2. ups... puse la respuesta a la pregunta en el cap siguiente... :s xD

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