Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

domingo, 13 de diciembre de 2009

De ti, lo creo todo

El comedor era bastante simple. Con mesas de un verde apagado y bastante claro y con sillas de su misma forma. Paredes blancas y con grietas, lámparas baratas y con una luz amarga y poco intensa. Era mi descripción abreviada. Era funesta.
Pero, aún así, debía comer algo; entré.
Había una cocinera al otro lado de el "buffet", si se le puede llamar así. Intenté probar sus dotes lengüísticas.
-Perdone, ¿la ración se incluye en el precio de la habitación? - intenté utilizar un vocabulario simple.
-Sí - me dijo.
-Bien, eh... - eché un vistazo a los platos - Un trozo de carne con patatas fritas, ¿puede ser?
-Sí - me dijo mientras cogía un plato y echaba lo que le había pedido en él.
-En Alemania - me atreví a preguntar - , ¿se come siempre carne con patatas? - me había fijado en que en el hotel había esos platos en su mayoría.
-Sí, más o menos - era la primera vez que la oía decir otra cosa que no fuese "sí". Y se notaba que si decía palabras por encima del nivel de un niño de 9 años, no me entendería - Toma tu plato.
Lo cogí. A primera vista, la carne parecía más jugosa y las patatas más crujientes, pero había que conformarse.
Deambulé por el comedor hasta encontrar un sitio. No había nadie, practicamente. Sólo los dos forasteros que estaban hoy en recepción. Comían como verdaderos cosacos, y no me extrañaría que lo fueran.
Yo, me senté a la otra punta del comedor. Comenzé a comer con desgana, pensando en cómo lo había hecho el otro día en el hotel. Me sentía mal. Mi corazón era infame, despectivo e incluso algo cínico.
No lo digo por decir, mas es la verdad. Infame, porque es tan despistado e inocente que se convierte en algo inútil y malo en su tipo. Despectivo, porque habla mal de los demás sin siquiera conocerlos. Cínico, porque los engaños a si mismo le afectan tanto como si fueran hacía otro de su mismo calibre.
"Estoy harta" pensé para mis adentros.
No tenía hambre, ¿por qué debería? Sería como dormir cuando acabas de perder a alguien o eres una persona desgraciada y sin futuro. Depresivo, resumido.
Me levanté de la mesa y le dije a la cocinera que no me cobrase nada, ya que no había comido. Aceptó mi comentario con desgana, pero intentando parecer simpática. Tal vez afable no era, pero sí buena persona.
Salí de mi cuarto y pensé en volver a encender el ordenador, pero sería inútil. Incluso bajo techo me sentía desprotegida. No me apetecía nada. Sólo retroceder en el tiempo. Eliminar esta semana de mi pasado. La, como ya dije con anterioridad, la más impactante, adrenalínica, dolorosa, sorprendente, etc.
Decidí ponerme a leer. Era lo que, seguramente, más me distraería y me sosegaría.
Continué el libro que había estado leyendo el otro día y que estuvo en la lista de mis acciones del día más bochornoso de toda mi vida. Tal vez el más triste. No valía apenarse, sólo concentrarse.
Una línea, tres líneas, seis líneas, doce líneas, veinticuatro líneas, cuarenta y ocho líneas, noventa y seis líneas... Todas, lector, todas ellas no significaban nada para mí. Ni siquiera la más tierna, la más trepidante, la más soñadora, la más merecedora de una larga e intransigente reflexión. ¡Ninguna! Más rabia y más pesadez fluían por mi cuerpo, menos amor y dolor, ¿de qué sirven? ¡Chorradas! Lo que son. ¡Desaprobación! Lo que se merecen. Las personas sólo pueden amar y sufrir. Otras, sólo saben mentir astutamente o camelar sentimientos y hacer sufrir. Yo siempre dependía de la primera.
Cerré el libro haciendo sonar la tapa.
"Deprímete, decae. Deprímete, decae. ¿Así?"
Insolentes palabras esta vez para mi parte sensata. No quería seguir esta vez sus instrucciones. Antes prefería tirarme por la ventana.
Saldría, con el vestido que me diese la gana ponerme y las gotas de perfume que adornasen la decadencia. Eso haría.
Eso hice.
Yo, que había dependido durante estos días de aquel que me arrastró hasta aquí y me hizo pasar por todo esto, iba a volver a ser la persona que era antes de conocerle. Aunque, esta vez, sin compañía.
Pagué el taxi con tarjeta de crédito. No tenía ni un misero dólar. Cuando llegué a la ciudad, ya eran las 5 de la tarde. Yo tenía un hambre insaciable, así que fui al primer restaurante que vi y comí. Como bebida tomé un gin-tonic, de los que yo tomaba, aunque aborrecía.
Salí de aquel restaurante algo incómoda, porque practicamente nunca había comido yo sola en un restaurante con categoría de un nivel alto.
Acto seguido de pensar esto, corrí (más o menos) hacia la discoteca en la que había quedado con la camarera apenas por la mañana. Estaba allí ya, y no pensaba volver luego.
La discoteca, a estas horas tan tempranas como son las 6 de la tarde, ya estaba llena. Entré sin intentar chocar con nadie, lo que me incidió a dar empujones para poder pasar.
La encontré sirviendo todo tipo de bebidas alcohólicas a una rapidez asombrosa, la misma con la que hoy limpiaba copas.
Me acerqué a la barra apartando a toda la gente de mi camino.
-Hola, he venido a hablar contigo ahora - le dije casi gritando, debido a la música tan alta.
-No puedes venir aquí cuando te de la gana, tengo clientes - casi me pareció que ni sabía quien era, pues no me miró ni una vez.
-No puedo volver aquí al amanecer, así que lo tomas o lo dejas.
-Está bien, hagamos una cosa - dejó de servir por un momento y fue a una habitación que se encontraba al final de la barra, vino con dos papeles - Yo me voy a ahorrar la charla, pues no te conozco y tampoco hay mucho que contar. Toma, te doy su carta y la dirección que me entregó. Coge los dos papeles.
-De acuerdo - los cogí.
-Hasta otra, I...
-..zzie.
-Eso - dijo sonriendo de una manera poco común, es decir, rápida e incluso fría - Espero que nos volvamos a ver algún día.
-Lo mismo digo.
Se alejó y continuó sirviendo a sus clientes. Yo, por consecuente, salí de aquel sitio.
Cogí un taxi que pasaba cerca de la discoteca. Le pedí que me volviese a llevar a la deprimente pensión. La verdad, sentada en el asiento del taxi, no tenía la más mínima curiosidad de conocer el contenido de la carta. Quería estar cómoda y relajada, sin presión.
El taxi me dejó enfrente de la pensión. Yo andé, como siempre, por los oscuros páramos y finalmente entré.
El ambiente esa tarde era cálido. O por lo menos así lo sentía yo.
La recepcionista me saludó.
-Bonsoir - me dijo con una sonrisa algo tonta en la cara.
-Ce qui se passe? - le pregunté, ya que la veía algo distraída.
-Rien ne se passe.
-D'accord, je te crois.
Así, terminó nuestra corta conversación y yo me metí en mi cuarto.
Me cambié de ropa, ya que así estaba algo incómoda. Me eché en la mugrienta cama y desdoblé el arrugado papel para leerlo con claridad y exactitud.
¡No puede ser!
Tuve que leerlo dos veces para poder creerlo. Su contenido era el siguiente:
(Parte frontal) Para mi amada
(Interior)
Todo es posible y posible es todo. Eso es lo que me ha sucedido. Puede ser descortés, inaudito, empedernido, casquivano e imperdonable por mi parte; hay que admitirlo, ha sido despectivo.
Fue cobarde, pero cedí. Me tendió un vaso con un líquido incoloro e inflamable y de olor fuerte y yo lo cogí. Casi nunca había tenido la oportunidad de disfrutar de las sensaciones que producía, y si la había tenido, fue en pocas ocasiones. Primero vino una cantidad considerable, luego se incremento y finalmente perdí la cuenta de cuántas había tomado. Cuando ya finalmente me encontraba embriagado, la chica con la que había estaba tomando este líquido venenoso me sacó afuera de la discoteca, aunque aún no entendía como lo había logrado, ya que ella también había bebido. Aunque, he de decir, en mi estado tampoco se podía deducir nada. Salimos afuera y yo agradecí poder respirar aire puro. Lo veía todo borroso y apenas podía tenerme de pie. Ella se me insinuó y al final acabé cautivado por ella. Veía su cara con dificultad, era muy guapa. Era esa chica con la que había pasado estos cinco días tan bonitos. No tuve ni la oportunidad de sentirme feliz por ello, me había besado y era algo que yo nunca habría imaginado. Al principio pensé que era otra persona, pero luego tuve claro que era ella.
Pero desgraciadamente, se separó de mis labios y no volví a verla. Con las pocas fuerzas que me quedaban, volví al hotel, donde podría estar ella. No estaba. Salí de nuevo del hotel y la busqué por todas partes, pero no la encontré. Decidí terminar mi búsqueda y descansar al menos una hora. Cuando volví al hotel, ella ya había hecho sus maletas y se había ido sin dejar ninguna nota, sin tan siquiera despedirse.
Todo aquello me resultó como un terrible golpe intencionado por detrás. Me heché en la cama vacía sin poder siquiera decir dónde estaba. De repente, oigo una música al otro lado de la habitación. Mi móvil suena sin descanso y yo lo cogo cansado y desvalido. Recibo una terrible noticia que me hace perder las fuerzas y caerme al suelo. La noticia fue la muerte de mi padre, por problemas de salud.
"¡No puedo más!" pensé. Me quedé tendido en el suelo sin poder apenas moverme.
Me desperté horas más tarde con la cabeza más calmada y recuperda. Me levanté y puse rumbo al antro.
Allí hablé con una camarera que me pareció amable. Le conté todo, pues a alguien se lo tenía que decir, y me ofreció este trozo de papel y un bolígrafo para expresar mis sentimientos. Así lo hice y ahora tengo esta carta, que le voy a pedir que entregue a la chica que le coresponde.
Si por favor lees esto, piensa que he ido lejos y que me he tomado unas vacaciones. Usa la cabeza y no hagas tonterías. Fuiste lo mejor que me ha pasado, y seguramente nadie ocupará tu lugar. Cada vez que vayas a hacer algo, piénsalo muy bien. Y, por favor, no me busques. Porque no te convengo, ¿acaso no es así?
Los pocos días que estuve contigo, me di cuenta de que eres muy auténtica. Encuéntrale, sí, a alguien en quien confíes y no pienses en huir de él como has hecho conmigo. Buena suerte, Isobel, buena suerte.

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