Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

lunes, 7 de diciembre de 2009

Alemania, un bonito país con engaños constantes

Con estas palabras ya sentenciadas, solté la muñeca y la dejé donde estaba. Regresé al colchón y por fin una nube negra me invadió haciéndome caer en un profundo sueño.

Me desperté no se si a las 8 y media. Rápidamente, me cambié y, llevándome mi bolso como único equipaje, salí de la habitación.
-¡Bonjour mademoiselle! ¿Comment ça va? - me dijo la recepcionista nada más salir.
-Ça va - no me apetecían broncas.
-Tu es très magnifique ce matin - dijo, haciendo la demente y la niña cordial.
-Merci.
De repente, entró un cliente. Era un chico de unos 22 años, con el pelo negro y los ojos azules. Era bastante alto, y también muy delgado. No entendía que hacia allí un chico como ese. Pero, bien él podría hacerse la misma pregunta.
Decidí irme de aquel lugar, no quería entrometerme en nada.
Ahora que salía de la pensión, y tenía la luz del día como ayuda divina, podía comprobar con mis propios ojos lo pobre que era aquel páramo. Un terreno sin belleza ni vegetación, casi yermo podría llamársele. Lo peor de todo era sus efectos. Así, sin más, mis ánimos descendieron por completo, haciéndome sentir hostil hacia todo. Esa palabra no era la que me definía, de hecho la aborrecía. Ni siquiera yo lo sabía muy bien.
Sin darme apenas cuenta, ya estaba caminando en dirección a la carretera. Esperé a que pasase un taxi, pero era extraño encontrar a alguno por aquí, y menos a estas horas.
Esperé, esperé y esperé; pero nada. Tal vez mejor hubiese sido rendirse, tal vez eso si en ese momento no me viniera otra vez esa imagen a la cabeza...
¡Dios, era insoportable! Necesitaba ayuda, pero, ¿quién me iba ayudar ahora? ¿Qué atrevido galán quisiera ayudar a alguien como yo? Seguramente nadie. Absolutamente nadie. Infinitamente nadie.
Cómo le echaba de menos...
Una fuerte ráfaga de aire me indicó que iba a haber tormenta, también lo hizo la envolvente oscuridad y los constantes tumbos que producían esas capas que cubrían la preciosidad del sol y el sosegado y magno infinito.
Agarré mi bolso con fuerza, y ya algo mojado a causa de la lluvia que estaba cayendo, y levanté la mano para solicitar un taxi que estaba pasando en ese preciso momento.
Me vio y se paró enfrente de mí, invitándome a entrar. No le tenía miedo, y no pensaba tenerlo.
Comenzó a hablar en alemán, cómo no, pero yo subí de todas maneras, aunque el hombre que estaba al volante del taxi no me inspirase confianza.
Sólo le dije el nombre de la calle a la que quería ir, basándome en el papel que tenía entre mis manos.
El viaje fue tranquilo, le pagué en dólares, como siempre tuve una lucha para que me entendiera y, finalmente, salí del taxi.
Me resultó fácil encontrar la peluquería, puesto que estaba prácticamente en el centro de la calle. Por afuera parecía elegante, de cristales azul claro y puertas marco de las ventanas negras. Se llamaba "Toll Empfangssaal". No sabía lo que significaba, la verdad. Sólo rezaba porque su dueña supiese algo de inglés.
Entré en el local. Por dentro era normal, más que por fuera. Sillones de piel (falsa), espejos, carritos con el equipo necesario, revistas (montones) y una mesa que deduje que era la recepción.
Me acerqué a ella.
-Perdón - le hablé a una chica morena, que andaba por allí - ¿Buscáis... - rebusqué en mi bolso para hallar el folleto y enseñárselo - ...peluquera?
-Sí, yo soy la jefa - me habló seria, sin contemplaciones.
En ese momento estaba bastante contenta porque la jefa sabía inglés, y bastante bien.
-Verá, necesito el trabajo.
-Sí niña, tampoco soy tonta. Enséñame tu título.
-No, no tengo.
-¿Y pretendes trabajar aquí? - me dijo ya enfadada.
-Sí, bueno...
-Por favor te lo pido, no vengas aquí a enrredar las cosas. ¡Sal de aquí ahora!
-Patty, ¿qué ocurre? - dijo una chica alta y rubia que tenía un secador entre sus manos - Estás espantando a los clientes - sabía inglés igual de bien que su jefa.
-Esta... - me miró de arriba abajo - ... no es una clienta.
-Ah, ¿no? - la chica era bastante tranquila y hablaba fluido y casi con una sonrisa.
-Es una pesada, eso el lo que es - ya estaba más tranquila, solo que algo impaciente y rabiosa.
-¿Por qué? - dijo asombrada, mientras hacia una pausa - Os estaba oyendo, y ni siquiera le has preguntado su nombre.
-¿Para qué? - dijo dirijiéndose más a su empleada y dándome la espalda a mí - No está capacitada para trabajar aquí.
-En ese caso, enséñale como se peina, y ya está. Sabes que el plazo se acaba y que si no contratamos a alguien te van a embargar el negocio.
-Para empezar, no voy a perder el tiempo enseñándo a alguien que ni siquiera sabe nuestro idioma y que no podría tratar con nuestras clientas. Segundo, es ilegal contratar a alguien que no tiene los requisitos mínimos. Y último, ¡esta es mi peluquería y no pienso contratar a gente de tal calibre! ¡Aunque me embarguen el local! - estaba levantando la voz demasiado.
-No sabes lo que dices - le dijo su empleada mucho más apacible.
Su jefa salió de la tienda mientras era observada por todo el local. La chica rubia se giró para hablar conmigo.
-Perdónala - me dijo sonriente mientras enrredaba el cable del secador al mango del mismo - Conmigo también fue así de empedernida cuando vine aquí por primera vez.
-No pasa nada, buscaré trabajo en otro sitio, no quiero causar problemas.
-Los problemas los causarás si no insistes para que te de trabajo, porque, como habrás oído, van a embargar la peluquería.
-Aún no entendí por qué.
-Bien, te explico - apoyó el secador en la mesa de recepción - Realmente, este local no es de Patty, es de su marido, Hildenberd. Lo compró hace cinco años, y se lo dejó a su esposa para que ella saliese de casa y él pudiera traer a otra y... bueno, ya sabes. El caso, que un día Patty llegó antes de lo previsto, y les vio. Se puso como una furia, y finalmente, se separaron. Hildenberd le dejó el negocio a Patty, y también la casa. Pero, hace unos meses, tuvo un hijo y se quedó en paro, por lo que ahora reclama el negocio y la casa. Aunque, según las leyes, si el local tiene un mínimo de cinco empleadas y veintiocho clientas al día, él no puede reclamar el negocio. Sólo una quinta parte de las ganancias.¨
-¿Y qué va a pasar con la casa?
-Respecto a eso, Patty no puede hacer nada.
-Ah...
-Bueno, ignorando este relato que te acabo de contar, puedes venir aquí mañana a la misma hora, yo trataré de convencer a Patty para que te de clases, si no lo haré yo misma. ¡Ah, por cierto! Soy Nicole Brunch, pero todos me llaman Nicky - me tendió la mano - Encantada.
-Yo soy Isobel Starduck, pero todos me llaman Izzie - le di también la mano.
-Te espero mañana, no faltes.
-No faltaré.
-Hasta mañana, Izzie - me dijo alejándose.
-Hasta mañana, Nicky - le dije mientras salía de la peluquería.
Ya no llovía, y un sol se asomaba tímido entre las nubes. Se repiraba un aire completamente puro.
No sabía a donde ir, la verdad es que se podía decir "que no tenía rumbo".
Me reí de mi misma.
Estaba feliz, no se por qué. Quizá porque ya se podía considerar que tenía trabajo. Decidí dar una vuelta por la ciudad, puesto que tenía el mapa y no me sería muy complicado moverme.
Pensé en ir a otra zapatería, ya que estaba allí. Encontré una cerca de la discoteca, no era la misma que el otro día; parecía que por esa zona había muchas zapaterías. No me era muy agradable regresar allí, pero no lo iba a esquivar por el simple hecho de que allí estuviera una discoteca a la que no le tenía mucho aprecio. Por loq ue me dirigí hacia allí.
Entré en la tienda. El nombre era tan largo y complicado que ni lo voy a escribir. Era de un tamaño considerable y, seguramente gracias a eso, tenían botas. Unas negras de tela y con tacón de aguja que eran adorables. Las tuve que pagar con tarjeta, pues no tenía suficiente en efectivo.
Salí de la tienda con ellas puestas, y con las que llevaba dentro de la caja que me dieron con su correspondiente bolsa.
Caminé y pasé delante de la discoteca. Igual fue algo insensato de mi parte, pero entré.
No había mucho movimiento, pues eran las 11 de la mañana. Eso si, las luces no paraban de brillar y la barra estaba casi vacía y con varios chupitos encima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario