Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

jueves, 17 de diciembre de 2009

De cómo la gente habla mucho pero dice poco

-Puede que no deba, pero te voy a contar todo lo que sé.
-Le agradezco su atención, señor...
-Fenessy... eh... Bill Fenessy - me dijo, dedicándome otra de sus bonitas y amplias sonrisas - Veamos, por dónde empezar... Verás... ¿cómo te llamas?
-Isobel, pero puede llamarme Izzie.
-Izzie, coge asiento - hice lo que me dijo - Para comenzar, creo que debes conocer información sobre la familia del chico.
Su padre nació en Padeborn cuando rondaba el año 1939 y los alemanes comenzaron a atacar al territorio polaco, al que su padre no tenía mucho afecto debido a una relación que mantuvo de joven con una polaca y que le hizo mucho daño, pero mejor no entremos en detalles. Vivió y creció allí hasta los 19 años, para convertirse en un investigador famoso. Su familia era relativamente pobre, así tuvo que buscarse la vida a base de pedir. Le fue muy complicado tan siquiera salir de Padeborn, pues todo estaba rodeado de soldados y debías tener un permiso especial para pasar. Cuando logró llegar a Bilefed, los alemanes casi le capturan pero por suerte logró escapar. En Bilefed, consiguió un techo donde vivir hasta que la guerra acabó y consiguió un trabajo como ayudante de un científico que estaba en pleno desarrollo de un proceso con una relevancia bastante alta, según tengo el dato. Trabajó con él durante cinco años para finalizar el proceso que, en un principio, fue idea de un amigo del científico. Desafortunadamente, aquel científico huyó con todo el trabajo y se hizo famoso a causa de ello. El experimento trataba sobre el lenguaje no verbal, y aunque no tengo muy claro lo que hicieron, creo que consistía en medir la fuerza y rapidez de un gesto de un robot que diseñaron que se asemejaba a una persona con ese desconocido síndrome. Siento distraerme, me pasa a veces - bebió un sorbo de vino de una copa apoyada sobre la moderna mesa - Bueno, sigo. Su padre quedó destrozado y hundido, y sobretodo, sin techo. Deambulaba por las calles sin recibir una misera moneda. Un día como otros, una señorita de más o menos su misma edad (rondaba los 28 años), le dio su primera moneda cuando él ya estaba a punto de morirse de hambre. Con esa moneda, la invitó a un café, intentando parecer caballeroso. Ella se compadeció de él, y le dejó hospedarse en su morada durante el tiempo que le hiciese falta. Cada día, el contacto les iba uniendo más tejiendo el amor entre ellos hasta llevarles al casamiento. Él ya no parecía pobre, de hecho era casi rico, ya que la señorita poseía una gran cantidad de dinero. Estuvieron casados durante más de 20 años, los que su padre aprovechó para hacer su propia tesis sobre el síndrome tras comprobar que su esposa lo padecía. Ella murió antes de que él puediese completar su tesis. Tuvo un extraño accidente de coche, según comentan, pero Seckllehurt no creía que fuese así. Él creía que a su mujer la habían matado a traición. Bueno, apartando esta parte de la historia, Secklehurt continuó con su tesis mientras cría a su hijo pequeño, Alejandro Campos, que fue concebido en España debido a un viaje que había hecho con su mujer allí por temas de trabajo. Yo le conocí antes de que su mujer muriera, y pinté un cuadro de ella debido al mandato de Secklehurt. Se me daba muy bien la pintura por aquel entonces. No nos volvimos a vernos desde entonces. Yo perdí el contacto con él. Años más tarde, me enteré de que su hijo se había mudado a América y él había contraído cáncer. Hace un par de días, sus pulmones no aguantaron más y se murió.
-La historia que me acaba de contar es sencillamente increíble - le dije mientras me acomodaba en el sofá - Pero, ¿por qué me la cuentas?
-Debes saber esto por que Alejandro me ha llamado hace poco y me ha pedido que te cuente la historia, aún no sé porque. Seguramente, un día os reencontraréis...
-Yo con él no quiero nada - le interrumpí con un tono cabreado - No hacía falta que montara todo este paripé.
-Bueno, aún no te he contado todo - prosiguió, mientras tomaba otro sorbo de vino - Yo, aparte de tener dotes para las bellas artes, soy médico y, bueno... Él me pidió que comprobase si tenías o no el síndrome...
-¿Qué? - dije mientras me levantada ofendida y también traicionada - ¿Así que todo esto sólo ha sido una absurda e imperdonable treta?
-Me dijo que te cabrearías de esta manera - se levantó intentando hacerme entrar en reflexión - Piensa, que si no lo sabes pronto, puede ir a peor.
-¡¿Piensas que vivir con esa carga hace bien a alguien?! ¡No es ninguna enfermedad terminal, ni tiene cura! ¿Para qué marearlo?
-La tendría si me dejases ayudarte y encontrar una solución.
-No quiero ceder, no quiero que me engañen... - me dirigí a la puerta con lágrimas en los ojos.
-No voy a hacerte daño, Izzie. ¿Si no por qué crees que Alejandro me ha confiado a mí?
-Él es un mentiroso, y si te confió a ti, no pienso fiarme.
-¿Tu crees que yo quiero tratar con niñatas cómo tú? ¡Te equivocas! - lo dijo con una voz muy seria que me hizo perder la confianza.
-Pues me voy - dije ya con el pomo de la puerta principal entre mis manos.
-No, por favor... - me dijo cogiéndome del hombro.
-¡Déjame en paz, me voy!
-Te pido perdón, Izzie. Te juro que no te voy a engañar. Piénsalo y vuelve aquí mañana con una respuesta. Hazlo por...
-Déjalo, no hace falta que completes la frase. Vendré mañana, sí.
-Muchas gracias, de verdad.
-No me las des, porque no las acepto - abrí la puerta por completo y la cerré tras de mí sin saber qué semblante dejaba detrás de aquel trozo de madera.
Caminé por la oscura noche, todavía más cruda que cuando vine. Eran las 12 de la noche, y los coches corría sin rumbo a una velocidad modesta y con las típicas luces que iluminan la carretera, los faros que producían aquella luz tan penetrante y con el valor tan alto.
Yo, quería ir en algún coche sin ningún rumbo, como ellos.
Quizá pudiere en el futuro próximo, o no. Aún no sabía muy bien lo que iba a hacer mañana.
Llegué a la pensión desierta, con la esperanza de ver un fuego cálido que tenía casi claro que no encontraría.
Entré por la puerta. La recepción estaba vacía, y el pasillo tambiém. Mi cuarto era fácil de encontrar, así que entré y encendí la luz con los menores daños posibles.
Me cambié y fui directa a la cama.
"¿Cuál es mi hogar?" pensé,
"Ahora mismo ninguno" me contesté.
Era una terrible pena que se añadía a las demás.
La mayor de todas era el hecho de hoy, de haber leído esa carta... Él me daba pena. Yo cada vez estaba más loca. Y no sabía muy bien si por él.

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