Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

viernes, 18 de diciembre de 2009

Susurros y un te quiero

-¡Oh, no! - grité desesperada.
Eran casi las 10 de la mañana, y Nicky me esperaba en la peluquería a las 10 y media. No me iba a dar tiempo, pero yo suponía que por llegar 15 minutos tarde no ocurriría ninguna desgracia.
Me vestí. Lo hice más simple que ayer incluso. No sabía si la ropa debía de ser especial para la ocasión, pero si lo era, mejor que fuese alguna que yo no usase demasiado.
Debo reconocer que iba con tantas prisas que no tuve tiempo a desayunar siquiera. El hambre me invadía, ¿pero qué otra cosa podía hacer? ¿Presentarme allí con una caja de galletas o unos cereales? No me parecía lo más apropiado, la verdad.
El taxi tardó en llegar, y eso fue contra mí, ya que al final llegué al centro de Bonn a las 10 y 49 minutos; por lo que al local llgué sobre las 10 y 58 minutos.
Entré jadeando a la peluquería.
-¿Qué te ha ocurido? - me preguntó Nicky mientras le secaba el pelo a una mujer.
-No es nada, solo se me pegaron las sábanas - dije mientras daba una pequeña vuelta por el local con la estructura más recuperada.
-¿Perdon?
-¡Ah, discúlpame! Quiero decir que me quedé dormida.
-Es bueno conocer nuevas expresiones - me dijo dedicándome una sonrisa.
-Ya, yo también lo creo. ¿Qué debo hacer hoy? - le dije más directa, sin rodeos.
-Bien, eh... - apagó el secador - Ve a la primera puerta a la izquierda entrando por aquella de al final de el pasillo. Encontrarás varios trajes verde oscuro y blanco. Pónte el que mejor te siente, y luego regresa.
-Vale, gracias.
Caminé hasta el final del corto pasillo con blancas y agrietadas paredes y de un suelo de mármol de color arena. Al entrar, vi un pequeño cuarto, casi como el baño de un restaurante. Todo estaba repleto de materiales para el cuidado intensivo del cabello. No había ni rastro de algún pintauñas o barras de labios. En una esquina, había una estantería con los uniformes de la peluquería de todas las tallas. Yo cogí mi talla, de las que había bastantes. Me pobré ese uniforme, pero me quedaba pequeño. Luego probé uno de una talla más grande, que me quedaba ajustado. Finalmente, pobré el de la talla siguiente, pero me era grande. Para seguir probándome más, me puse el segundo que había cogido. Así vestida, salí de aquel pequeño cuarto con todavía el miedo en el cuerpo de que me viesen cambiándome. Ya que, he de decir, aquel cuarto era de fácil acceso, incluso para los clientes.
Todos me miraban con expresión extrañada. Me acerqué para continuar siguiendo las órdenes de Nicky.
-Te queda algo ajustado - me dijo mirándome de arriba a abajo.
-Sí, no encontré uno que fuese de mi talla.
-El problema son las caderas... 90, 60, 90, ¿no? Según tengo entendido. Izzie, ¿te has planteado ser modelo?
No queía contestar a esa pregunta. Debía mentir, aunque no quisiese.
-No, nunca me lo he planteado. No me atrae.
-Es una pena - estaba trajinando los secadores.
-Igual sí, igual no - le dije mientras la seguía.
-Nunca lo sabrás si no lo intentas.
-Bueno, Nicky, dejemos el tema - quería terminar con aquella conversación, así que también puse mala cara - ¿Qué tengo que hacer ahora?
-Veamos... - se paró por un momento y se llevó la mano a la barbilla. Miraba detenidamente toda la tienda, pero no encontraba nada para mí - Izzie, será mejor que vayas a que te de algo que hacer Patty. Yo tengo mucho trabajo por hacer.
-¿Dónde está ella? - le dije algo extrañada por su cambio de opinión repentino.
-En su despacho - comenzó a andar hacia el pasillo - Es la penúltima puerta a la derecha. Suerte, ya que creo que no está de muy buen humor hoy.
-Gracias por ayudarme tanto.
-No es nada - sonrió levemente - Entra. No tengas miedo, no va a hacerte nada.
-Eso ya lo suponía.
-Menos mal.
-Adiós.
-Hasta luego.
Inspiré hondo y agarré el pomo de la puerta, cual era de un brillante amarillo chillón que me distrajo tan sólo unos segundos. Aparté la mano rápidamente al oir un ruido, y luego me percaté de que debía llamar a la puerta antes de entrar.
Así hice.
-¿Se puede?
No recibí respuesta.
Volví a llamar con desesperación, pero tampoco sirvió de nada. Como única alternativa, me acerqué con sigilo a la puerta e intenté interceptar todo lo que pude.
No me fue de gran ayuda ya que lo poco que escuché se hablaba en alemán. Decidí dejar de meter la pata, pues a la larga iría contra mí.
Regresé a la sala principal y, cuando divisé a Nicky, me acerqué a hablar con ella.
-Perdona, siento molestarte - le dije mientras revisaba la contabilidad del local - Creo que Patty ahora no está disponible.
-¿Por qué?
-Pienso que está discutieno con su marido. No me parece el momento más apropiado para hablar con ella sobre mi puesto.
-Estoy segura de que no el más apropiado, sí.
-Entonces, ¿que debo hacer?
-Siento hacerte esto, Izzie - paró de hacer cuentas y puso cara de tristeza - Creo que hoy no es el día idóneo para que comienzes a trabajar.
-No es nada. De hecho tienes razón. ¿Quieres que me vaya?
-No es por nada, en serio. Pero ya sabes, lo que ocurre...
-No es necesario que me des explicaciones - intenté demostrar felicidad esbozando una sonrisa - Me voy y vuelvo mañana, suficiente.
-Gracias, eres muy comprensiva.
-Bueno, salgo ahora. Hasta mañana.
-Hasta mañana.
Salí con el uniforme puesto, yo suponía que eso significaba que debía de regresar mañana con el también.
Caminé sin dirección concreta. No sabía a donde iba. pero me acordaba perfectamente de donde venía. La cuestión es que había varias opciones. A cuál la más correcta.
"No te hagas responsable de los problemas ajenos, Izzie" acreditó mi parte sensata.
¿Cómo? Me sentía culpable por todo lo que implicaba a mi persona. Por eso me sentí mal al oír la discusión entre Patty y su marido, por eso me sentí mal cuando Erin se quedó embarazada, por eso me sentí mal cuando él perdió a su padre y por eso me siento mal cuando hablo de él. Sé que no es mi culpa. Y que incluso debería sentirme enfadada por lo que me hizo, ofendida y tal vez acosada. Ya no digo engañada, porque me parece un exceso de adjetivos.
De repente, noté un gota caerme en el brazo. Miré al cielo y comprobé que estaba tapado por grandes nubes negras que parecían estar a punto de explotar.
"Va a caer una buena" me dije para mí.
Corrí hacía algún sitio donde pusdiese encontrar calor y estabilidad. La oscuridad era un factor que me deprimía, pero, ¿qué se debe hacer en estos casos? ¿Mirar hacia otro lado y esperar a que llueva? No era lo que mejor me venía, la verdad. Menos con este peso que sentía, que no me dejaba caminar, respirar ni llevar una vida normal.
Cuando vi un portal a unos cuantos metros de lejanía, corrí con más ansia hacia él. Cuando llegué, ya había comenzado a llover y granizar de un modo suave, claro está, pues había comenzado a llover hace 1 minuto.
No tenía más que mi chaqueta de tela fina para cubrirme, y no daba ningún calor.
Podía ver una delgada línea de luz que llegaba hasta el la puerta del portal. Provenía del ascensor. Seguramente alguien bajaba o subía.
"¡Cómo añoro mi hogar!" grité para mis adentros.
Mis dientes comenzaron a castañear y mis piernas a fallarme. Lo que más ansiaba en ese momento era el calor de un fuego y la paz de una noche, con un libro gordo entre mis manos y con el sabor en los labios de una copa de vino. Quizás eso pudiese hacerlo algún día.
La persona que se transportaba en el ascensor salió del mismo. Su cara me era familiar, aunque no conseguía reconocerle. Se acercó cada vez más y entonces me percaté de quién era.
-Hola - le dije tímida, por si no me reconocía.
-Hola - me dedicó una linda y cálida sonrisa, a pesar del frío que hacía.
-¿Te acuerdas de mí?
-¡Claro, cómo olvidarte! - se metió las manos en los bolsillos del pantalón para mantenerlas calientes, supongo.
-Me alegro - intenté parecerle simpática.
-¿Quieres que te deje mi chaqueta? - me lo dijo con un tono tan caballeroso al que no me pude resistir.
-Gracias.
Él me la tendió y yo la cogí suavemente.
-Que frío, ¿no?
-Sí tienes frío, te devuelvo la chaqueta - en ese justo momento, me la estaba poniendo.
-No, de verdad. Lo comentaba.
-Perdona.
-¿Por qué?
-Por malinterpretarte, puede llegar a ser uno de mis defectos.
-No pasa nada - volvió a sonreír, esta vez, me pareció a mí, con más énfasis - Sin meterme en tu vida privada, ¿qué hacía una chica como tú en un sitio como ese?
-¿A qué te refieres?
-Me refiero, a que eres muy guapa para ir por pensiones. Creo que no te pegan esos sitios.
-A ti tampoco - le dije devolviéndole el cumplido.
-¿Te apetece cenar esta noche? - dijo algo serio, la verdad sin motivo.
-Em... no se...
-No me digas más, como no nos conocemos de nada, no te fías y...
-No es eso, sólo que mañana trabajo.
-No hay problema, no estaremos mucho tiempo.
-En ese caso, acepto.
-Me alegro - se acercó a mí y me susurró al oído - Aquí de nuevo a las 9.
-De acuerdo- dije yo también en bajo para continuar con la cadena.
-Nos vemos.
-Hasta luego.
Se alejó con paso apurado dejándome con su chaqueta por encima de los brazos.
Tal vez fuese divertido cenar con alguien, para cambiar de aires. Sobretodo con él. No sabía ni su nombre, ni sus apellidos, su edad... Ni él tampoco los míos. Quizás fuese mejor así, mantener la identidad en secreto por si la cosa sale mal y nadie quiere volver a saber nada del otro.
Esperé unos 10 minutos más para que el granizo y la lluvia cesasen un poco. Al hacerlo, salí de aquel portal pitando por si molestaba a alguien.
Cuando salí, una pila de taxis acaparaban la mayor parte de la calle, dejando poco espacio para caminar. Seguramente eso a mí no me influyese, ya que yo iba a coger uno de ellos, cualquiera me servía.
El más cercano a mí fue el que cogí, era un comportamiento vago de mi parte, pero me parecía que ninguno se diferenciaba por alguna característica especial. Así que entré a ese.
El camino constó de 15 minutos, pero finalmente llegamos. Yo, algo agotada por todo el recorrido que había hecho en la ciudad. Me fui directa a la pensión, a mi cuarto y de ahí a la cama donde me esperaba fría y desnuda, ya que allí no colocaban sábanas. Seguramente por el simple hecho de que era una pensión, nada fuera de lo normal. Decidí dormir un rato, pues como ya he dicho, estaba agotada.
Me desperté 4 horas más tarde. Ya eran las 3 de la tarde. Fui al tétrico comedor y allí me sirvieron lo mismo que el otro día. Funesto, como ya he mencionado.
Comí deprisa, pues no tenía sufiente tiempo para todo. Debía de ir a la moderna pero rústica casa y después cenar con aquel individuo. Al que no conocía y del que no tenía ninguna opinión concreta.
Me cambié, puesto que aún llevaba aquel uniforme que me favorecía tan poco. A su vez, me puse un conjunto parecido al que había usado para ir a esa casa el otro día.
Decidí ir a pie, era de día y no tenía miedo alguno. Eso sí, debía decir que las nubes seguían tapando el cielo de una manera que me producía tristeza. No sabía muy bien cómo explicar este sentimiento.
Llegué sin casi darme cuenta. Como se solía hacer, llamé a la puerta usando el tiembre, cuál funcionaba de maravilla y reproducía una ráfaga musical que era preciosa.
-¿Quién es? - dijo una voz femenina, yo suponía que era la chica rubia de ayer.
-Soy la chica de ayer - le dije de forma sutil, sin voces.
-Pasa, la puerta está abierta.
-De acuerdo.
Hice lo que me dijo.
La casa se encontraba exactamente igual que ayer. La chica rubia se acercó a mi y también se presentó.
-Hola, siento no haberme presentado y sido tan brusca la última vez que nos vimos - me tendió la mano - Soy Austrie Houston, y soy la hija adoptiva del señor Fenessy.
-Encantada - le tendí la mano también - Yo soy Isobel Starduck, pero puedes llamarme Izzie.
-Encantada también.
-¡Hola, Izzie! - dijo de la nada el Sr. Fenessy.
-Hola, Bill.
-Ven, Izzie, quiero hablar contigo.
-De acuerdo - me despedí de Austrie con un gesto de mano.
Le seguí por un pasillo decorado con varios cuadros abstractos de los que, la verdad, no entendía nada. También habían una que otra estatua de no mucha longitud. Las paredes estaban decoradas de blanco y rojo fuerte, y el suelo de un fuerte rojo pasión.
Entró en una habitación que imitaba claramente a una sala de operaciones. Aunque, perfeccionando mi comentario, diría que era un post-operatorio.
-¿Para qué es todo esto, Bill?
-Quiero hacerte unas pruebas, como ya te comenté ayer - me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
-Bien. ¿Van a tardar mucho?
-Aproximadamente 1 hora.
-Vale, intentaré resistir - dije en broma.
Desde ese momento comenzaron las pruebas.
No puedo comentar demasiado, pues la mayoría de esos aparatos no los conocía. Sólo puedo decir que me sentía muy mareada después de cada prueba.
-Creo que ya está, Izzie, puedes bajar - dijo él ya con un poco de más seriedad.
-Sí.
-Pídele a Austrie un café, pues voy a tardar media hora en comprobar los resultados. ¡Ah, y ya que estás, traeme uno a mí!
Corrí por aquel pasillo todavía sintiendo los efectos de las pruebas y le pedí a Austrie 2 cafés. Ella me los dio en menos de 2 minutos, ya que la máquina que tenían era muy potente.
De nuevo recorrí el pasillo ya más calmada, pues se me podían caer los cafés si corría.
-Aquí están los cafés - anuncié.
-Gracias, Izzie.
-¿Me quedo aquí? - le pregunté confusa.
-Sí, será mejor.
-Está bien.
Me senté en una silla y soplé el café ya que quemaba. Tardó 10 minutos en enfriarse. Al hacerlo, me lo tomé encantada, ya que sabía fenomenal. Después, estuve 15 minutos observando cómo Bill observaba los documentos. Al final, dio con los resultados.
De repente, se oyó un sonido estridente. Se le había caído la taza de entre las manos.
-¿Qué te ocurre? - grité angustiada, soñando que lo que estaba pasando no era verdad.

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