Para mi blog

Me gusta mi blog. Porque:
-Cuido lo que escribo
-Utilizo el vocabulario más rico que me puedo permitir
-Desarrollo la historia de un modo muy directo
-Me gusta la cantidad de personajes que hay y como son
-Hay gente que lo sigue y deja comentarios, y eso los honrra.
Me gusta mi blog. Y nadie me va a hacer cambiar de opinión. (:
Leelo, si tienes tiempo, igual te gusta...

martes, 29 de diciembre de 2009

Ven conmigo, y pasarás de ser una ingenua a una persona sagaz

-¿Qué haces tú aquí? - preguntó con insolencia Amèlie. Ya había bajado la pistola.
-Vengo a defenderla – me agarró por los hombros e hizo que me inclinase en su dirección.
Me sonrojé.
Tal vez el lector crea esta escena algo convencional. Yo estoy en apuros y un amable caballero viene a salvarme. No era exactamente así. El amable caballero en realidad era un canalla. Aunque yo me alegrase de verle, aquella imagen aún no se apartaba de mi cabeza. Aunque yo ansiase que aquellas dulces palabras volvieran a salir de su boca, aún le miraba con desprecio.
“Te quiero, pero sólo me destrozas por dentro” eso fue lo que pensé y lo que yo consideré como nuestra paradoja.
-Lo único que vienes a hacer es a dar por... - Lhumer alzó su mano en busca de pelea.
-No te adelantes, Lhumer – interrumpió la chica rubia mirando a su cómplice directamente a sus ojos azules.
-Vamos a resolver esto como personas humanas – Alex aún permanecía serio e incluso en su interior parecía sentirse impotente. Quizá por no haber podido parar esto desde un principio.
-No hay nada que resolver – intervine yo tímidamente – Está claro que ocultan algo. Y también está claro que no nos lo van a contar. ¿O sí?
-Antes muerta – nos amenazó ella con cabreo – Aunque... - se miró las uñas con disimulo – siempre podríamos llegar a un acuerdo.
-¿Qué? - Lhumer la miró extrañado.
-No te metas. ¡Lárgate!
El chico, horrorizado, corrió hacia el coche y se introdujo en su interior. Parecía como el lacayo y ella la jefa. Una verdadera banda de timadores, realmente como en las películas.
-¿Qué dices?
-Yo no pienso volver a hacer un trato contigo – contestó Alex.
-Ah, ¿no?
-No.
-Si no haces lo que te pido, ella sufrirá las consecuencias. Tú verás.
-¿Por qué me haces esto?
Yo permanecía totalmente al margen. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Cabrear a la chica para que me volviese a amenazar con la pistola y echarlo todo a perder? No, sería inaudito por mi parte. Lo mejor que consideré que podía hacer era mantenerme callada hasta que ellos dos llegasen a un acuerdo. Al fin y al cabo, él lo estaba haciendo todo por mí.
-Te doy veinticuatro horas – la chica se acercó a él con una expresión tremendamente vulgar y asquerosa. Se acercó a su oído izquierdo y le susurró algo que pude captar – Espero que si aceptas, cumplas igual de bien que la otra noche.
Después de decir esto, la loca le dio un beso en la boca (con lengua) delante de mis narices. Era una enemiga que iba armada, por eso no me atreví a replicarle nada.
Cuando terminó de montar su espectáculo, regresó al coche con su hermano. Los dos se alejaron, en el vehículo, a una velocidad increíble, la misma que habían usado para traerme hasta aquí.
Una vez que se fueron, pude hablar a solas con Alex.
-¿De qué va esto? - repliqué con enfado - ¿Crees que puedes darte un beso con una chica en una discoteca mientras me dejas sola en un hotel al que tú mismo me has traído y luego darte uno con otra diferente delante de mis narices minutos después de salvarme la vida?
-No es exactamente así – me miró de reojo, tal vez sólo para comprobar si estaba enfadada de verdad y pensar de antemano en lo que debía decir para arreglarlo todo – Ella... es la misma chica que la de la discoteca, Isobel.
Quizá, una pregunta hubiese sido lo mejor. Lo que hace la gente normal a la que no le gustan los desafíos. Yo hice algo distinto para confundirle mientras observaba como el resplandor de sus ojos penetraba en una botella de cristal rota en diferentes partes. “Me gustas” ¿Eso hubiese dicho yo? Antes muerta. “Te odio” Eso no sería una solución a los problemas. ¿Qué mejor que una buena trampa como reencuentro? Mi corazón en ese momento era como un reloj estropeado y magullado al que han decidido desconectar por si causa más problemas. Aunque se recompusiese, estaría en malas condiciones. Latiría a una fuerza despreciativa. A una fuerza que le despreciaba a él.
-¿Por qué me has regalado esta pulsera, Alex? - mi voz sonó dulce. Le señalé la pulsera de oro que me había regalado en el avión, aún la llevaba puesta. Siempre la había llevado.
Sus ojos dejaron de reflejarse en aquella botella que aún brillaba con algo de fuerza. Mi único objetivo era confundirle. Así, las respuestas fluirían accidentalmente.
-¿Por qué? - insistí mientras le miraba a los ojos y su mente captaba mis sentidos – Tú muy bien acreditaste que me olvidase de todo. En aquel momento parecía que ya nada te importaba. Sólo la dulce fragancia que desprendía una mujer y volver a ver a otra que te esperaba en Berlín. ¿Querías camelarme con esta preciosa pulsera de oro con diamantes incrustados en ella para que me distrajera con mi reflejo y sólo pensara en que ha sido todo un detalle por tu parte?
-¿Te mentí yo cuando te dije que te quería, o al menos cuando lo intenté? - como si de la escena del avión se tratase, me cogió de las manos para envolverme en su atractivo – Te amo, Isobel.
-Me apartaré – dije en susurros – Cuando lo haga, quiero una explicación.
¿El lector duda de mi palabra? Que no lo haga, pues hice lo que yo misma había consagrado.
-La pulsera de oro es tan sólo una demostración – tocó mi cuello con la yema de sus dedos - de amor.
-Explícame tus razones. Explícame tus intereses si existen, o si es algo peor lo que intentar sonsacarme – aparté su mano de mí, no deseaba quedarme impregnada de él. Sólo quería aclarar mis dudas. Aclarar sus intenciones.
-¿He realmente de demostrártelo? - su desafiante mirada hizo que me estremeciera..
-Has – contesté aún con temblores en el cuerpo.
-Lo haré. Tu verdad esta servida, Isobel. Lástima que de ella no te des cuenta.
No podía tan siquiera creer que con pocas palabras la trampa repercutiera en mí. Me rendí.
-¿Qué verdad? - miré resignada al suelo, con la cabeza gacha.
-¿Tú sabes quién es Bill? - él, por el contrario, me miró de hito en hito. Lo sentí. Sentí como su mirada inocente de vez en cuando y feroz en casos extremos me encogía y hacía sentirme exigua – Seguro que piensas - comenzó a caminar alrededor de mi ser. La brisa que creaba al caminar me provocaba escalofríos -, que es un inocente hombre que dedica su vida a la anatomía y que cree en el destino. Sobretodo que adora a sus hijos.
-He de decirte que te equivocas. Sus hijos son unos canallas, lo he podido comprobar porque sé que ocultan algo – yo le miré de nuevo, seria y a la vez cándida.
-Me consta – seguía dando vueltas en mi eje, cerca de mí, demasiado – Pero tú no sabes lo que ocultan.
-¿Acaso tú lo sabes? - expresé con sorpresa.
-Casi – se paró en seco, haciéndome girar a donde él se encontraba para fijar nuestras miradas de nuevo.
-¿Qué quiere decir “casi”?
-Casi quiere decir que distintas pistas que he investigado exhaustivamente me han ido llevando a distintas conclusiones a las que todavía les tengo que buscar una conexión acertada.
-¿Todo este tiempo has estado investigando a la familia Fenessy y te has entrometido en su vida? ¿Te crees Auguste Dupin?
-¡Ingenua Izzie! - dijo con hipérbole - ¡Hay tantas cosas que desconoces!
-¿Qué quieres decir? - especulé seria, pues a mi no me hacia la más mínima gracia.
-Con todo esto quiero llegar a la conclusión de que conmigo – se acercó a mi y acarició mi mejilla izquierda con suavidad - , llegarás a conocer cosas que ni te habías imaginado en un pasado. Serás mi aprendiz y yo tu mentor, ¿aceptas?
Si el lector hubiese vivido esta escena, hubiese aceptado sin pega alguna. Yo era una persona humana, y tampoco rechazaba los desafíos, como he mencionado antes. Sobretodo no los rechazaba cuando era una causa mayor como esta.
-Paso de modelo a detective, ¿eh? - bromeé.
-Exacto, veo que aprendes rápido – su mano aún permanecía en mi mejilla y mi mirada en la misma. Ni tan sólo un segundo podía apartarla para que yo pudiese tomar una decisión, no. Era un empedernido que me hacía perder la cabeza.
-¿Puede dejarme un minuto a solas, señor? - volví a vacilar – Me gustaría que apartarse su mano de mi sonrojada mejilla tan sólo por unos momentos de paz y tranquilidad para mí. Me comprende, ¿no?
-La entiendo. Me parece una mejor definición – como buen mentor, apartó su mano y sonrió con picardía. ¿Quién podía rechazar tal oferta?
Aunque estuviera muy inclinada por la alternativa de decirle “sí”, existían inconvenientes.
Yo era apenas una adulta “estrenada” y él ya era una persona formada. Sí, la diferencia de edad no era mucha, aún así, la de la madurez sobrepasaba ciertos límites. Esos eran unos de los muchos de los incovenientes que había.
Otro importante era que casi no le conocía, ¿qué sabía yo sobre él? Prácticamente nada. Igual todo esto era una trampa para hundirme en la miseria. Necesitaba ayuda en la que confiase más. “Te amo, pero no te conozco” Con esta conclusión, incluso el más bueno podría aprovecharse de mí. ¿Te crees qué era fácil? Por ahora estas reflexiones no resultaban de gran ayuda. Sólo empeoraban lo que ya no se podía empeorar más.
Uno importante para mí era que ese chico no me convenía. O por lo menos estaba en camino. Me había traído hasta aquí,me había engañado, ¿y yo le iba a perdonar con tanta facilidad sólo por el hecho de que había intentado que mi vida durase unos días más hasta que finalmente acabase en peores manos de las que ya estuvo? No me parecía un buen plan en absoluto.
-¡Alex! - le llamé, ya que se hallaba en un extremo algo apartado de lo que era el descampado. No se había ido, eso sí – Debes de dejarme un par de horas.
-No puedo – dijo mientras se acercaba a mi posición – El tiempo se agota.
-¿Qué tiempo? - pregunté con curiosidad.
-El que nos queda para seguir en este mundo – parecía reprimirse de un sentimiento, cuál yo desconocía.
-Alex, no me asustes – le miré con lágrimas en los ojos, no podía aguantar tanta presión.
-Te quiero, Isobel – me abrazó con confianza, como si fuésemos novios incluso.
En ese momento oí una explosión. Me dio un vuelco al corazón. Por una vez no estaba sola, pero aún así, su miedo y el mío estaban imperturbables.

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